3. Ruta en bici. LA IMPORTANTE TAREA DEL DORMIR

Lo reconozco, me gusta la almohada, pero viajando no es una buena aliada, pues el tiempo nos come los talones, aunque claro, si no duermes no rindes, y vuela la posibilidad de sobarte en el manillar, accidentarte en la carretera, cortarte una pierna con los quitamiedos, caerte por un barranco de más de veinte metros y acabar en un lago lleno de cocodrilos. Tal vez a Indiana Jones le mole el reto, pero a mis compis y a mí no nos hacía mucha ilusión. Había que dormir, sí, pero no más de ocho horas, que nos aplatanamos y luego la etapa ¿Quién la hace? ¿Eh? ¿Quién? ¿Tú? Pero si llevas todo el día tirado en el sofá ¿Cómo lo vas a hacer?

Yo empecé el viaje creyendo que dormiríamos poco, mal, mojados y malolientes, pues bueno, la mayoría de las veces esto no ocurrió (salvo lo de malolientes). Antes del viaje me hice a la idea de que haríamos vivac en el 60% de los casos, pero no fue así, porque a mis compañeros (sobre todo Manu) preferían pagar un dinero casi todos los días por un trozo de suelo en el campo en el que nos permitían colocar una tienda de campaña que, como ya dije, era de dos plazas (y nosotros éramos tres, por si no te habías enterado, a ver si además de estar todo el día tirado en el sofá no sabes hacer cálculos). Comprendo que es mejor no arriesgarse a sobar al aire libre cuando las nubes rondan las cabezas, pero es que, nunca analizábamos la situación y tampoco hacíamos nada por encontrar un buen techado con el que cubrirnos de la lluvia y de tus ojos de princeso.

Solo hubo dos noches en las que realizamos mi deseado vivac, una porque se nos presentó un buen lugar y otra porque no había ningún camping por la zona, y nos tocó improvisar: La primera fue en una parada de autobús en medio de la nada. Era lo bastante espaciosa como para albergarnos a los tres, a las alforjas y a un par de gnomos que pasaban por los alrededores (decían que estaban haciendo el camino de Santiago, pero Manu, que es psicólogo, cree que nos mintieron). A las bicicletas les tocó quedarse fuera.

Cierto es que no fue una buena noche para mí, pues llovió y cayeron gotas en la parte sur de mi saco de dormir y tuve que sobar con las patas encogidas durante gran parte de la noche. Según Mickey también fue una mala noche para él, pues pasó frío.

La segunda noche de vivac la hicimos en la pequeña comuna de Etrechy (novena etapa), donde no encontramos camping alguno, ni allí, ni varios kilómetros alrededor. Nos paseamos por el lugar apuntando techados y cubiertas donde poder pasar la noche, aunque sea jugando a las cartas y comiendo Nutella, hasta que encontramos el sitio perfecto: un sitio cerrado, pero con un muro considerablemente bajo en uno de los puntos, silencioso y oscuro, y con un techado enorme. La única pega es que… Era un cementerio, pero nosotros no tenemos prejuicios, moral, ni discriminación hacia los muertos, así que, no había problema, solo tuvimos que convencer a Manu a base de golpecitos en su cara con nuestros puños.

Esa noche tampoco fue muy buena, pues la pasé soñando que teníamos que levantarnos e irnos antes de que nos pillase el pueblo enfurecido, con antorchas y afilados rastrillos. Aunque la experiencia fue molona.

Estas fueron las dos noches de vivac en todo el viaje, las demás fueron en campings y en “Couchsurfing”.

En los campings no había misterio, las noches eran todas muy parecidas: si no llovía, uno de los tres dormía fuera, pero se le brindaba la posibilidad de embalar (con el papel film) la tienda de campaña con los otros dos dentro si este se levantaba antes. Teníamos el lema de “Cocodrilo que se duerme es cartera”, o sea, que quien se soba acaba embalado, pero somos demasiado buenos y respetuosos con el compañero, y al final no envolvimos a nadie en film. ¡Qué desgracia!

Los dos últimos días del viaje, como ya teníamos más tiempo para pensar, descubrimos qué podíamos dormir los tres en la tienda cómodamente si el que está en medio duerme a la inversa, o sea, con la cabeza en los pies de sus colegas.

El “Couchsurfing” o “Warmshower” (otra web sobre lo mismo, pero enfocado al viajero en bici) era sin duda la mejor opción, pero también la más difícil de conseguir, pues no es fácil que alguien deje dormir en su casa a tres apestosos españoles con cara de garbanzo. Y también es necesario un acceso a Internet para buscar, encontrar, responder y quedar con la persona, huésped de nuestro sufrimiento. Cinco noches pasamos con este sistema. Madeleine en Le Barp (segunda etapa), Martine en Saint Jean d’Angely (cuarta etapa), Alexandre en Saran (octava etapa), Susan en Mons (decimotercera etapa) y Samir en Bruselas (decimocuarta etapa). Todxs ellos magníficos, pero no hablaré de ellos ahora.

Hubo dos noches que no dormimos de ninguna de estas maneras descritas. En París tuvimos eso a lo que llaman «suerte» y casualidad de tener un buen amigo viviendo allí: Danilo (y su novia Charlotte), un fantástico ecuatoriano que conocí en Marruecos y vive en Francia, nos alojó dos noches en su casa, salvándonos de morir ahogados en el Sena.

Otras maneras de dormir en un viaje así sin querer gastarse un dineral podrían ser los albergues juveniles, pero en ciudades grandes y turísticas como Bruselas el precio de la litera rozaba el infarto. Justo ahí, en Bruselas, lo pasamos algo mal buscando un sitio donde dormir y, antes de encontrar el camping donde sobamos dos noches, barajamos la posibilidad de dormir en el aeropuerto más cercano, que es algo que cada vez hace más gente.

Y si al final te pilla la noche y no tienes donde dormir en una ciudad, pues pilla un soportal si es que está lloviendo y aunque no duermas, te aguantas y esperas a que amanezca, que no se va a acabar el mundo (si tienes alrededor de setenta años no me hagas nada de caso, y tampoco me lo hagas si donde tienes que pasar la noche, el frío, la nieve o el hielo son tus abrigos).


ETAPA 3
Etapa única, como todas. Bastante monótona al principio, pero se fue complicando poco a poco a poco a poco a poco a poco a poco… ¡Mierda! He entrado en un bucle.

Despertamos muy felices de haber dormido en un colchón que olía a amor, pero sin amor, por supuesto. Por culpa de la alarma de Mickey, que me seguía trastornando, me levanté a lo vampiro y palpé la ropa que debería estar seca hace veinticuatro horas, pero nada, seguía empapadita.

Cuando fui a descargar la primera orina del día tuve que pasar por la cocina y me topé con Madeleine que se había levantado a las siete, en plan súper heroína, como si no tuviese otras cosas que hacer ¿Para qué? para prepararnos el desayuno ¡Demasiado para nosotros! ¿No crees?

Las tortitas y tostadas entre otras cosas nos dieron fuerzas y dignidad para lograr colocar nuestras alforjas y seguir nuestro camino, que se presentaba negro, pues mientras desayunábamos cayó un chaparrón sin azucar ni turrón, pero fue en plan intimidatorio… para acongojar, porque cuando salimos con los chubasqueros puestos (¿recordaréis que el mío era de lo más ridículo?) el cielo estaba despejadísimo… ¡Maldito Dios! Hay que reconocer que tiene sentido del humor.

F3Despedida fugaz con Madeleine y a tope con la bike. Recuerdo una carretera muy larga al principio del principio y un carril bici muy largo al final del principio con muchas rotondas, y en una de nuestras habituales paradas fui a consultar los mapas para ver donde habíamos ido a parar, y al no verlos por ningún sitio llegué a la conclusión de que habían desaparecido, o lo que es lo mismo, nos los habíamos dejado en casa de nuestra huésped. Ya está… sin mapas moriríamos en cuestión de horas. Mickey empezó a darse cabezazos con una señal de tráfico y a vomitar, y tuvimos que acariciarle un poco la crin para que se relajase.

Cuando estábamos todos más tranquilos recordé que tenía en un bolsillo el pendrive con los PDFs de los mapas, solo había que imprimirlos ¡Dicho y hecho, en Burdeos lo haremos!

Parecía tarea fácil, pero no sé de cuantas papelerías salimos decepcionados ¿Es qué en Francia no se imprimen cosas? Bueno, después de recorrernos todas las papelerías de cada barrio de Burdeos por los que pasábamos, llegamos al centro y encontramos un “locutorio” y con algo de dificultad hicimos resurgir los mapas… Mickey volvió a ver la luz del sol.

Y hablando del sol: fue salir del locutorio y empezó a caernos una tromba de esas de gota gélida. Pues nada, nos metimos en un kebab y nos jalamos un menú. Cuando terminamos de comer dio la casualidad de que se esfumaron las nubes y pudimos ver la ciudad a grandes rasgos… una catedral, una extraña torre al lado de la catedral, la ópera, el famoso palacio de Bourse con su piscinita (donde me mojé los piesesillos), una tortuga y el río Garona con sus puentes.

100_3770No dio tiempo a más. Escopetados hacia el norte, buscando el río Dordoña (que desemboca en el estuario de la Gironda, confluyendo con el Garona), pero ¡Qué complicada se nos hizo esta tarea! dando vueltas por las enormes comunas del distrito de Burdeos, mirando los mapas que había en las paradas de autobús… los nervios se apoderaron de nosotros, pues estábamos perdiendo mucho tiempo. Y más que perdimos cuando Manu nos comunicó que su rueda trasera había vuelto a pinchar.

No sé cómo al final conseguimos salir de esta telaraña de edificios, pero estaba claro que se nos esfumaba el día y era imposible perder más tiempo en los 35 km que aún nos quedaban. Cruzamos el largo puente del río Dordoña y casi sin parar íbamos pasando por diferentes pueblos, Saint Andre de Cubzac, Saint Gervais, Prignac et Marcamps, Tauriac, Pugnac, Saint Paul y, viendo que no íbamos a llegar a nuestro destino (Etauliers) porque empezaba a anochecer, nos desviamos un par de kilómetros a Mazion, donde había un aclamado camping y pudimos construir nuestra tienda, atamos las bicis y cenamos.100_3798

Mientras ventilaba mis alforjas descubrí algo que me dio vergüenza comunicar a mis amigos, algo por lo que podrían asesinarme ahí mismo. Resulta que los mapas viejos estaban ocultos por algún lugar de mis alforjas. Mis compis me miraron, sonrieron y luego me escupieron.

Este camping molaba un cacho. Era una gran parcela (lógico) con un palacete escondido entre árboles, donde vivían los dueños y alrededor pequeñas casetas de piedra, muy viejas, donde se encontraban los baños.

Mickey, como de costumbre, llegó cagándose por la patilla y se metió en una de estas casetas para realizar la expulsión del alien, pero ahí no había váter, solo había un agujero en el suelo, y claro, Mickey no le hace ascos a nada, se agachó y apretó. Llegó a nosotros sonriente, diciendo que el camping era muy guay porque tenía letrinas turcas en vez de retretes occidentales, pero lo cierto es que los retretes se encontraban a cinco metros de donde él había soltado el bollo. Bueno, inimaginable todo lo que nos reímos cuando nos enteramos de que había dejado el regalo en el agujero equivocado.

Ya habían pasado los Lunnis y había que sobar. Empecé durmiendo fuera de la tienda, para que Manu y Mickey tuvieran intimidad sexual, pero a media noche empezaron a caer gotas en mi geta y corriendo me fui a meter en la tienda, rompiendo la cremallera del saco (que era de Manu, pues era el más calentito y el que utilizábamos para dormir fuera) y clavándome una piqueta de la tienda en el pie derecho (mientras escribo esto me miro la planta del pie y aún sigue teniendo sangre coagulada). Al final los tres juntitos para descansar los noventa kilómetros de la tercera etapa.

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