DIA 5. LA BÚSQUEDA (24/11/2014)

Como habíamos planeado, a las siete de la mañana ya estábamos en pie. Nos presentamos con todas la legañas en el amplio salón familiar y tenían preparado para nosotros un curioso desayuno. Té y un cuenco con pasta de avena que según ellos era esencial para completar nuestra tarea, pero estaba asqueroso. Yo disimulé mientras me metía cucharadas en la boca y tragaba sin saborear, mientras Yisus me daba codazos (cuando la familia no nos miraba) y me hacía señales para que me lo comiese yo… ¡Ni de blas!

Finiquitado el desayuno la familia hippie nos empezó a comentar nuestro siguiente trabajo al que llamaban “la búsqueda”, pues debíamos buscar varios objetos en varios lugares diferentes.
Primero tendríamos que visitar el castillo de Praga y una vez allí un tal “Mirada Menguante” nos daría un objeto importante. Él nos informaría del siguiente destino.

Ya teníamos deberes, así que agarramos los sacos de dormir, nos pusimos las zapatillas y nos despedimos de Marko, Klara y Viktor.

–Recordad amigos, la mente debe tener todo el poder y manejar el cuerpo a su antojo –dijo Klara.

–¡Qué sí! ¡Qué sí! Que ya nos hemos enterado –respondió Yisus–, ¡Ala! Adiós.

Otra vez en el coche, pero esta vez el camino era corto, pues el castillo estaba a menos de dos kilometrillos, se veía por todo Praga y lógicamente no pusimos el GPS…

Nos perdimos.

Escaleras PragaAl llegar descubrimos que era un lugar extraño. Había un bonito mirador y una bonita entrada al castillo, con dos bonitos guardias a cada lado (de esos que no se mueven), y también unas bonitas esculturas algo macabras. Todo estaba lleno de bonitos japoneses haciéndose selfies con el bonito paisaje y con los bonitos guardias.

DSCN5438Entramos al castillo y en el centro del recinto estaba la catedral (en un enorme patio interior) donde también abundaban los turistas asiáticos.
Tanta era la belleza de aquel lugar que quise inmortalizarlo en una fotografía panorámica, aunque la torre más alta de la catedral no saldría.
Justo estaba en plena tarea cuando uno de estos japoneses me interrumpió diciéndome: “Nosotros los asiáticos no tenemos que hacer fotografías panorámicas porque ya vemos todo de forma panorámica”. Tal comentario me hizo reír. “Hola, yo soy Mirada Menguante y creo que esto es para vosotros”, terminó diciendo mientras nos daba un cordón de plata. Yisus miró el objeto con cara de Gollum, lo agarro y se lo metió en el bolsillo.
Justo después nos informó de nuestro próximo destino y desapareció por una de las calles del recinto.

Fue raro, al igual que todo lo que nos iba sucediendo desde que llegamos a Budapest. Nada más teníamos que hacer allí, así que salimos escopetados. El nuevo destino era el museo de la tortura de Český Krumlov, una ciudad al sur de la República Checa. Esta vez sí pusimos el GPS, pues este sitio se encontraba a casi doscientos kilómetros de Praga.

La carretera que conectaba los dos lugares estaba repleta de obras, por lo que el camino se hizo más largo de lo normal y más aún si sabías que en cualquier momento tu compañero de viaje te podía dar un bofetón antológico que te marcase la cara para siempre, pero aún no nos llegó esta desgracia a ninguno de los dos… Pero llegará, os lo prometo.

En el camino vimos a dos perros perdidos con forma de humano y con el dedo pulgar levantado. Estaba medio lloviendo y hacía frío… No podíamos dejarlos ahí. Entre ladrido y ladrido entendimos que su hogar estaba justo en la ciudad a donde nos dirigíamos, así que no tuvimos que desviarnos. Les dejamos sanos y salvos con la cola agitándose sin parar.

Český Krumlov es muy bonito. El casco viejo de la ciudad está rodeada casi por completo por el río Moldava, el mismo que pasa por Praga, y su arquitectura sorprende, pues además de un castillo podemos ver varias torres y unas cuantas esculturas religiosas (al menos las que nos encontramos).

ReligiónLas calles tenían un encanto especial con sus pequeños comercios volcados exclusivamente con el turista, pues se entiende que esta bonita ciudad es el objetivo de muchas cámaras de fotos. Otra vez llenito de japoneses, haciendo fotos a cualquier cosa, por ejemplo, Yisus pudo contemplar como una mujer asiática vestida con un traje típico del lugar realizaba una fotografía a una niña atándose los cordones… Pues muy bien, segundo premio de fotografía para esta señora ¿Y por qué el segundo y no el primero? ¡Por gilipollas!

Cesky KrumlovDejémonos de turisteo. Encontramos el museo de la tortura en plena plaza central y sin pensarlo entramos. Ya en la puerta había alguna máquina siniestra que ponía lo huevos de punta y la señora de recepción nos empezó a sonreír. No hablaba español, pero nos enseñó una tabla de precios para entrar al museo ¡Carámbanos! Más de cinco eurazos entrar al dichoso museo. No merecía la pena, se podían quedar la inmortalidad.
Ya nos íbamos de ahí cuando la chica nos llamó en su lengua mientras gesticulaba. De uno de los cajones de su mesa de trabajo sacó una mini-calavera muy bien conservada que, claramente era de gnomo. Introdujo los dedos en uno de los orificios oculares y extrajo un rubí resplandeciente. Luego alargó el brazo para que tomásemos el tesoro. Yisus puso cara de Gollum, lo agarró y se lo introdujo en el bolsillo, junto al cordón de plata. Instantes después nos dio un papelito que ponía “Salzburg castle”.

Pues eso, ya teníamos otra dirección para poner en el GPS. Próxima estación: Salzburgo. Tengan cuidado de no introducir el pie entre coche y andén.
Otro camino de doscientos kilómetros que se comió el Yisus al volante, y luego me lo echó en cara el cerdo, pero en ningún momento me dice que conduzca yo. Es un listo, se auto-jode y luego me echa a mí la culpa mientras llora.

En el camino paramos dos veces, una a comprar cervezas checas (ya dije que estaban muy ricas) antes de pasar la frontera con Austria, pues debíamos gastar las Coronas Checas, no queríamos quedarnos con dineros que parecían de mentira.
Y la segunda parada, ya en Austria, para almorzar. Compramos panes, queso, mortadela vegana (¡Qué horror!), algo para untar y en un banco de un pueblo que no me acuerdo como se llama, bajo un chispeo amenazante nos lo comimos todo.

Seguimos nuestro camino y seguíamos sin encontrar peaje por ningún lado ¡Chachi! Podría ser suerte o que en esos países no hubiese peajes… O podría ser otra cosa. Pero de momento cero peajes.

Cero peajes y muchos paisajes. Entrábamos en los Alpes austriacos y las montañas con sus blancas cumbres empezaban a sorprendernos, sobre todo al presenciar la puesta de sol entre estas montañas. Como ya dije, la puesta de sol era a las cuatro de la tarde, que nadie piense que los Lunnis se habían ido ya a la cama… Lulila y Lucho seguían a tope con la fiesta.

SalzburgoYa en Salzburgo aparcamos a tomar por el ojete del Centro porque no nos apetecía pagar parquímetro, porque somos unas ratas cavernícolas. Nos tocó andar una hora para llegar al castillo y otra media hora para subir a la montaña donde se encontraba. De camino pudimos ver una ciudad rodeada de montañas que sentía ya la Navidad, a un mes aún de que llegue de verdad. Los turistas iban con su gorro de Santa Claus, había una pista de patinaje, un coro angelical, puestos de dulces, un ajedrez gigante… Echamos una partida a este ajedrez y Yisus me dio una paliza verdaderamente interesante. Prometo no volver a jugar.

¿Qué fue lo que encontramos en el castillo, además de un paisaje nocturno que sorprende? Poco más, decoraciones típicas de un castillo medieval, un unicornio, cañones, atalayas… Lo bueno es que estábamos solos, pues ya habían cerrado, pero se lo habían dejado abierto (tal vez para nosotros).

CastilloEn uno de estos paseos por el interior del castillo me entró un apretón de esos que tienes que soltar sí o sí para no manchar calzón. Pues suerte que había baños y pude encerrarme a cagar mientras Yisus se miraba al espejo.
Terminada la necesaria tarea fui a tirar de la cadena y descubrí unas palabras pintadas en la cisterna con rotulador permanente: “Mira dentro de la cisterna” y una dirección abajo.
Abrí la tapa y recogí una pequeña estrella dorada con un agujero en medio. Salí del cubículo y la lavé mientras explicaba a mi amigo donde la había sacado. Él lo miro con ojos de Gollum y cuando terminé de lavarlo me lo cogió y se lo guardó en su bolsillo de las baratijas.

La dirección escrita en el retrete se encontraba en el propio Salzburgo, así que nos dirigimos allí, pero antes de llegar nos paramos a comernos un kebab (vegetal para mí, que repudio la carne y de pollo para Yisus, que repudia las verduras). Ahora sí, llegamos al portal y llamamos a la puerta.

Una muchacha muy alta y estilosa nos abrió la puerta del portal y nos invitó a subir a su casa. Se llamaba Luna, era más o menos de nuestra edad y hablaba muy bien nuestro idioma. Era austriaca pero no de Salzburgo, si no de Viena.
Muy amable ella nos invitó a sentarnos y nos sirvió unas cervezas típicas del lugar y luego empezamos a conversar sobre todo tipo de cosas, el viaje, el futuro, el arte, el frío, los mocos, la religión, la música y un enorme etcétera.

Yisus, un poco a regañadientes, enseñó los objetos a Luna y esta nos dijo que eran mágicos y si los uníamos formaríamos un colgante. Eso nos daría la inmortalidad, pero aún nos quedaba otra pieza, pieza que encontraríamos en Bled, en tierras eslovenas. Pero eso sería para el día siguiente, pues este día dormiríamos en Salzburgo, en la misma casa de Luna.

Después de tanta charla el cansancio llegó. Solo nos duchamos y nos fuimos a dormir. Luna durmió en el sofá y nos ofreció dormir a nosotros en su cama. Aunque Yisus se negaba a quitarle la cama ella insistió de manera rotunda, así que nada, dormimos los dos en su cama.

¡Basta por hoy! Buenas noches colegas, nos vemos en otro momento que ahora queremos dormir un poco.

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