DIA 6. LÁGRIMA DE OSO (25/11/2014)

¡Vaya con el despertador! Nos la volvió a liar. No sonó ni un poquito y nos cagamos en todo. Menos mal que nos despertamos a tiempo (a las ocho de la mañana) y nos pusimos rápidamente en marcha.
Como teníamos que pasar por el salón despertamos a la pobre Luna, que dormía plácidamente en su sofá. Ella se levantó para despedirnos, pero cierto es que se encontraba un poco/bastante zombi y a saber si recuerda nuestra partida.

Según el GPS el viajecito hasta Bled era de dos horas y media, pero Yisus, el súper conductor ya se estaba acostumbrando a los trayectos largos, poco a poco se convertía en un Terminator de la vida, y era algo que le encantaba.

Otro recorrido entre obras y montañas. Para llegar a Bled había que atravesar los Alpes, así que teníamos que subir y luego bajar, eso hizo que traspasásemos las nubes dos veces. Cuando estábamos arriba paramos para echar gasolina, el cielo estaba totalmente despejado (pues como he dicho, las nubes se encontraban bajo nuestros pies) y se presentaba una temperatura de unos fantásticos 15 grados, muchísimo para finales de noviembre y teniendo en cuenta que en Salzburgo no llegaba a cinco grados.

AlpesEste momento de alegría climática duró poco, en cuanto bajamos y atravesamos las nubes de nuevo la temperatura volvió a caer hasta los tres grados, todo nublado y húmedo.

En la frontera con Eslovenia nos encontramos nuestro primer peaje y el hombre de la cabina empezó a señalarnos el coche y a hablarnos en alemán, mientras nosotros le sonreíamos y asentíamos con la cabeza. Como no entendíamos nada de lo que decía, el señor se desesperó y nos dejó marchar. No me acuerdo cuanto nos costó el peaje, pero serían unos cinco euros.

Pocos kilómetros después llegamos a un túnel larguísimo que se encontraba en obras, y solo había un carril para los dos sentidos, así que nos tocó esperar (junto a muchos coches y camiones) en un semáforo de obras para que pasasen los vehículos de la dirección contraria. Esperamos unos veinte minutos, y aburridos empezamos a inventar varios juegos, algunos de pegarse y otro no, por ejemplo, jugamos a “Beso, atrevimiento o verdad”… Dejamos de jugar cuando Yisus quiso propinarme un beso… Y no diré dónde.

DSCN5513Después del peaje, las obras, el inmenso túnel, de haber huido de la policía y de haber sacado el dedo a un camionero feo, conseguimos llegar a Bled. A cada lado de la carretera principal el paisaje eran bloques y más bloques de hoteles, pero al final de este camino llegó lo bonito. Un gran lago con una pequeña isla, y esta isla albergaba una iglesia blanca. Todo esto se puede ver de forma panorámica desde lo alto del castillo, y la belleza de este conjunto es inigualable.

Esto hicimos, conseguimos aparcar esquivando parquímetros y subimos al castillo que, por cierto, estábamos un poco hasta la minga de subir colinas y montañitas, pero era necesario.
Costaba bastante plata entrar al castillo, pero se podía rodear la muralla para conseguir las mejores vistas y, escalando a un peñón encontramos a un anciano contemplando el hermoso paisaje del lago.
Se acercó a nosotros y sin pronunciar una palabra nos regaló un frasco con agua y una fotografía de una chica, por detrás de esta foto había escrita una dirección, esta vez en la capital de Eslovenia, Liubliana.

BledBajamos la colina del castillo después de realizar varias fotos al paisaje, y sin descansar arrancamos hacia nuestro nuevo destino. Estábamos emocionados y ansiosos por culminar esta aventura ¿Y ahora? ¿Qué vendría ahora? Lo único que frenaba nuestras sonrisas era la posible bofetada futura, que se empezaba a oler poco a poco. Ninguno quería ser el primero, pero alguno tendría que dar el paso si no queríamos collejearnos mutuamente. Pero hoy no sería el día de los tortazos.

Unos cincuenta kilómetros de camino hasta la ciudad por excelencia de este país. Acostumbrados a largos viajes (sobre todo Yisus) esto nos parecía un paseo de viejos y no tuvimos que esperar mucho hasta encontrar los primeros edificios altos que nos indicaban que ya estábamos en Liubliana.
Como era la hora de almorzar y en la foto de la muchacha ponía que la hora de quedada no sería hasta las ocho de la tarde, decidimos comer. Paramos en un centro comercial para comprar y en el parking del lugar nos pimplamos todo lo que cupo en nuestros estómagos.

Ya con el buche lleno y con mejor humor nos acercamos al Centro de la ciudad y joroba con la cantidad de coches que nos encontramos. Retrocedimos un poco para aparcar el carro en las orillas del Centro y así los parquímetros serían más baratunos. Lo malo es que desde el coche al Centro tuvimos que andar un cacho… No muy largo, pero un cacho… Un cachito mejor dicho, no llegaba a cacho.

Liubliana sí que es un cachito. Y habitantes tiene un poquito más que Carabanchel, que como todo el mundo sabe es el barrio más chachi piruli de Madrid…. Como iba diciendo, la capital eslovena es pequeña y enseguida te recorres todo el centro a pie.
Llegamos a la Plaza Preseren, que es la plaza más famosa del lugar, pues está situada junto al río Ljubljanica y el Triple Puente (tres puentes en uno, si no te lo puedes imaginar vete a Wikipedia y lo miras ¡Caraculo!), en esta plaza podemos ver el castillo en lo alto de “otra” colina. También observamos la iglesia de la Asunción, con fachada roja, la estatua del poeta France Preseren, una maqueta de la ciudad y para nuestros oídos hay músicos callejeros tocando el acordeón, por ejemplo.

CandadosPara los enamorados, en esta ciudad tenéis un bonito, pero corto paseo a la vera del río, donde descubrirás varios puentes curiosos y esculturas aún más curiosas, como un lobo apenado, una rana llena de candados, una planta carnívora, un hombre con cola de zorro, etcétera.

EsculturasLuego está el puente de los dragones, pues el emblema de la ciudad es un dragón. Cuatro dragones presiden el puente que lleva directo al funicular que te sube al castillo, pero los ascensores y funiculares no son para nosotros, preferimos usar nuestras piernacas peludas de princesa.
No tardamos demasiado tiempo en subir a la cima, pero no entramos al castillo y no sé por qué motivo, pues la puerta estaba abierta, pero en vez de entrar empezamos a rodearlo para divisar las luces de la ciudad (ya de noche, claro está). Pocos bancos estaban libres de parejas enamoradas y nosotros no íbamos a ser menos, nos sentamos en un banco a helarnos.

LiublianaNada, se nos estaba haciendo tarde, así que tiramos para abajo por otro camino, más oscuro y salvaje, pero también más corto (sobre todo si te tropezabas, pues llegabas rodando en un abrir y cerrar de colon).

Volvimos a la famosa plaza y encontramos a nuestro nuevo contacto, una mujerzuela llamada Selena que hablaba español mejor que nosotros, pues había vivido un tiempo en Madrid y, por consiguiente, a veces soltaba algún “ejque”, «mazo», «guay», «mola» y otras.

Lo primero que hicimos fue meternos en un bareto para escapar del fresco y hablar de la empresa que teníamos entre manos. La dijimos que poseíamos los objetos y el frasco con agua y ella nos informó del valor de ese líquido: Era agua del lago de Bled que debía ser mezclado con glühwein, un vino caliente muy típico en los países helados (yo estaba tomando ese vino justo cuando lo dijo), y al juntarlos bañar los objetos en la mezcla. Después remover y pronunciar las palabras mágicas (esto solo podía hacerlo Ajnia de Transilvania), y así el colgante tendrá los efectos deseados de inmortalidad.

Estábamos impacientes, queríamos hacerlo ya, pero Selena nos tranquilizó, pues debíamos pasar otro ritual raruno antes, que consistía en embuchar varios licores fuertes eslovenos, y después nos encontraríamos con la bruja.

El lugar a donde nos llevó fue “Metelkova mesto”, es un centro cultural autónomo, una de las zonas urbanas más culturales y artísticas de toda Europa que me sorprendió de veras, siendo el punto de Liubliana que más me enamoró y que sin duda cualquier viajero o no viajero debe sentirse obligado a visitar, es patrimonio cultural nacional.
En este lugar entramos a ver un curioso albergue llamado “Celica” que, significa “celda”, pues en la década de los noventa fue una cárcel militar y, para la conversión de prisión a hostel, una gran cantidad de artistas reconocidos diseñaron las habitaciones, dejando los barrotes de las puertas y la claustrofobia en el ambiente.
Cerca de la entrada de este albergue hay una barra de bar y un espacio dedicado a hacer conciertos con grupos de muchos estilos y diferentes nacionalidades.

HostelSalimos y seguimos visitando Metelkova. Había gran cantidad de salas y locales, todos ellos muy decorados con grafitis y otras florituras. Al final entramos a uno que parecía el típico Saloon de las películas del lejano Oeste y nos sorprendimos con la extraña ornamentación del interior, frases e imágenes anticapitalistas, fotografías y objetos macabros… Me pareció asombroso este lugar… Me encantó.

Selena pidió al viejo camarero unos chupitos con nombres diversos: “lágrima de oso”, “garganta de zombi” y “payaso llorón” (esta es la traducción literal a los nombres verdaderos).
Había que beberse los tres y sobrevivir para superar el ritual. La verdad es que los nombres acongojaban, pero sin pensar tomamos el primer chupito sintiendo al instante como un centenar de agujas se clavaban en el corazón. A Yisus le dio un tic en el ojo, a mí me empezaron a temblar las piernas.
Con el segundo chupito sentí un frío gélido en todo mi cuerpo y comencé a dar vueltas sobre mí, como si del Demonio de Tasmania se tratara. Mi compañero pareció aguantar la segunda hostia en el hígado, pero continuaba activo su tic.
El tercer chupito me envenenó por completo, pues dejé de escuchar y tuve que sentarme para no caer. Pude ver a Selena carcajeándose y a Yisus desplomarse al suelo entablado.
Creí que iba a morir, pero nada más lejos de la realidad, en menos de cinco minutos estaba como nuevo y me sentía más vivo que nunca e idéntica sensación la de mi amigo… ¡A por cervezas!

20141125_231913Salimos del lugar y fuimos a ver el concierto que se estaba realizando en el albergue penitenciario. Todo iba bien hasta que se me empezó a nublar la vista y el mareo se hizo insostenible. No recuerdo nada más de ese día, salvo vagas imágenes de los músicos tocando mientras Yisus y yo bailábamos en calzones, o a Selene conduciéndonos por las oscuras calles de Liubliana hasta llegar a su casa.

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