Al Borde del Abandono

Sus lágrimas apenas podían dejarla ver el bello paisaje que se extendía bajo sus pies. La exuberante vegetación que se esparcía a lo largo de todo el cañón lo hacía único en el mundo entero.

Ella procedía de una aldea a pocos kilómetros del Cañón del Rio Blyde y ¿Qué mejor sitio para quitarse la vida que este lugar? Donde había acudido tantas veces para jugar con sus hermanos, para soñar que volaba, para esconderse de su padre, para quedar con su enamorado y realizar con él los inevitables ejercicios amorosos.
¿Qué mejor lugar y qué mejor momento? Frente a un sol exagerado en amplitud, que parecía sacado de uno de los cuentos que su madre le contaba de pequeña; y que llevaba algo menos de la mitad de su cuerpo sacado del horizonte, pues a tal altura le gustaba imaginar que de un salto podría llegar a la misteriosa isla del desaparecido Reino de Imerina.

Estos nostálgicos pensamientos la hacían olvidar en cortos espacios de tiempo los graves problemas que la habían hecho dirigirse al borde de la verde muerte, pero apenas era un instante, enseguida retomaba el lagrimeo, y eso le daba la ingenua esperanza de poder llenar tanto el río que cubriese todas las paredes de las gargantas hasta que el agua llegase a sus pies, y así tener que aplazar el desastre.
Imposible, ella misma se decía que, justo cuando el sol saliera por completo saltaría sin cuestionarlo más y, ahora sí, el astro asomaba dos tercios de su cuerpo.

De repente, un soplo de aire contra su cara la obligó a dar un paso atrás, como queriendo salvarla, y esto la hizo acordarse de algo, un sentimiento extraño del que había oído hablar a los demás, pero que ella nunca había experimentado… un recuerdo de ese mismo momento. Recuerda, casi con exactitud que, el viento la empujó para atrás.
Solo fue un momento, se esfumó la extraña sensación y volvió a dar el paso para adelante que le habían arrebatado.

Este último ejercicio provocó que su pie topase con una piedra suelta y esta cayera por el precipicio golpeándose intermitentemente con las rocas musgosas del cañón, hasta llegar al ancho río, vaticinando la inevitable dirección que tomaría la triste mujer al dejarse caer.
Para su sorpresa, todo este acontecimiento supuso un nuevo “déjà vu”, uno mucho más claro que el anterior, pues casi podía recordarse saltando, sintiendo el aire circulando por sus estropeadas ropas y, eso que aún no había ocurrido.

Esto dio qué pensar a la pobre africana que, entró en un conflicto mental misterioso. Nunca antes había tenido esos pensamientos y empezaba a pensar… o mejor dicho, quería pensar que alguna divinidad o acontecimiento mágico quería transmitirla tranquilidad, paciencia, cualquier cosa para evitar su caída y, ella se estaba convenciendo.

El sol ya asomaba del todo y la mujer levantó la mirada del profundo río que la había estado esperando para contemplar el paisaje, ahora sí, con otros ojos, con esos ojos de alguien que ha recobrado la esperanza.
Pero estos ojos no solo vieron dicho paisaje, también vio a un grupo numeroso de personas en lo alto de una roca frente a ella, pero lejos. Estas personas vestían extrañas vestimentas y poseían una especie de cajas que se colocaban en la cara y apuntaban hacia ella, soltando potentes luces.

Ella misma comprendió que se encontraba en otra época, que ya estaba muerta de hace mucho tiempo y que su espíritu, alma o lo que fuese había quedado atrapado en el tiempo.

Asimilado esto se lanzó al vacío sabiendo que mañana, al amanecer, volvería a aparecer llorando en lo alto del cañón para lanzarse de nuevo, y así todos los días de su muerte, siendo ella, un fantasma intermitente que atraía a los visitantes del presente.

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