- Diario del sobrino:
Pues ahí estaba, el mejor cachivache que el cascarrabias de mi tío ha podido fabricar, ni siquiera Herbert Wells podría haber creado una máquina del tiempo tan… inútil como ésta.
Se trataba de una bañera del siglo “yo que sé, tío” cubierta casi por completo por cables, salvo una banqueta incrustada en su interior, un pequeño monitor de ordenador (supongo que la CPU se encontraba bajo los cables) y una palanca que en su tiempo fue la palanca de la caja de cambios de su viejo coche.
Mi tío estaba sentado en la banqueta, con la mano en la palanca, y noté como ésta crujía por el esperado enfado de mi familiar.
–Pero ¿Qué es lo que pasa? He seguido las instrucciones al milímetro, he trabajado en esta basura noche y día durante meses ¿En qué he podido fallar? –Maldijo el hombre más desesperante del mundo, que contaba sus inventos por fracasos.
–Quizás el problema es ese, que no duermes, y cuando no duermes te vuelves loco, porque llevas meses loco. –Le contesté agobiado –Te encuentras un papelito con fórmulas y dibujos en el cajón de una de tus clases y… ¿En serio qué pensabas que iba a funcionar? ¡Te han gastado una broma! Fácil de suponer, pero como estás loco, te la han colado, pero nada, tú a lo tuyo. –Añadí.
–¿Por qué no te vas a dar una vuelta a donde no pueda oírte? ¡Fracasado! –Siempre me llama fracasado cuando se enfada, pero mira quien fue a hablar.
Le hice caso, cogí las llaves y salí a buscar a un amigo para contarle el último súper invento de mi tío, así nos reiríamos los dos.
Fue un día… y bueno, también una noche intensa. Fuimos al parque donde siempre vamos, le expliqué las tonterías de mi tío y empezamos a beber cervezas. Después decidimos meternos en un bar a seguir la parranda. No sé a qué hora decidí volver a casa, pero supongo que os imagináis el estado en el que llegué.
Me costó encontrar la llave, y posteriormente abrir la puerta. Las luces estaban encendidas, no era raro, como mencioné anteriormente mi tío trabajaba día y noche, pero lo que sí era raro es que su despacho-laboratorio tuviese la puerta entre abierta, porque ya puede estar fuera o dentro, que esa puerta rara vez se encuentra abierta.
Le llamé varias veces y nadie me contestó así que decidí entrar. No había nadie. Pensé que podía haber ido a emborracharse.
Ya me disponía a salir cuando me llamó la atención la máquina del tiempo, la palanca estaba en posición de arranque, me acerqué y descubrí el monitor encendido, pero, lo más sorprendente es que mi tío salía en ella, no solo mi tío, también su amigo el Doctor. Estaban al aire libre, como en el campo, corrían y tenían unas caras muy raras, parecía que se estaban ahogando. Me veían y me hacían gestos, y pronto comprendí que lo que querían era que volviese a poner la palanca en su posición inicial.
Reconozco que al principio me lo pensé, pero al final accedí a ello. Algo estalló y yo salí, literalmente, por los aires… Y empezó a oler mal.
2. Diario del tío:
–Quizás el problema es ese, que no duermes, y cuando no duermes te vuelves loco, porque llevas meses loco –Me contestó enojado– Te encuentras un papelito con fórmulas y dibujos en el cajón de una de tus clases y… ¿En serio qué pensabas que iba a funcionar? ¡Te han gastado una broma! Fácil de suponer, pero como estás loco te la han colado, pero nada, tú a lo tuyo –Concluyó ingenuamente.
–¿Por qué no te vas a dar una vuelta a donde no pueda oírte? ¡Fracasado! –Qué rabia le da que le llame así.
¿Papelito en clase? Ésa es la mentira que le solté, pero en realidad encontré los manuscritos en la tapa secreta de un libro secreto de la biblioteca secreta del que fue mi profesor de física secreto más brillante, fallecido meses atrás.
Por causa de su muerte decidí hacerle una visita a la viuda, le pedí descaradamente que me mostrase el despacho del difunto profesor para recoger unas cosas que días antes le había prestado, lógicamente era otra mentira.
Sabía que este hombre tenía muchos secretos, desde hace muchos años compartía conmigo una amistad muy cercana, y alguna vez parecía que intentaba decirme con algún tipo de frase enigmática, que su despacho, y en especial sus libros, escondían misterios interesantes.
Miré todos sus apuntes, panfletos y libros que llenaban el amplio cuarto, hasta que di con uno grande que escondía en la tapa trasera una llave y un papel donde me explicaba que hacer con la llave, abrí un cajón escondido detrás de un armario y en él había otra llave y otro papelito que me llevaba al cuarto de baño, dentro de la cisterna otra llave y así cuatro rondas más. Me cansé, cogí tres libros al azar y me los llevé a casa, en uno de ellos ¡Voilà! se encontraban los manuscritos de la máquina del tiempo.
Si no le digo nada de esto a mi sobrino es porque… Bueno, no quiero que piense que soy un ladrón.
Mi sobrino se fue ¡Qué fracasado! siempre funciona, pero en ese momento el verdadero fracasado era yo. Seguí paso a paso lo que decían los papeles ¿En qué se pudo equivocar? No, no se equivocó, fui yo, se me olvidó… ¡Qué vergüenza! Soy físico experimental, treinta años estudiando y diez años dando clase en la mejor universidad del país, y se me olvida enchufar la máquina a la corriente eléctrica.
Bien, la enchufé y se iluminó la pantalla del monitor, me senté, agarré la palanca y… Decidí llamar al Doctor, mi mejor amigo.
El Doctor es la persona que más se parece a mí: un tío serio, inteligente y en sus cabales, sin duda alguna mi otro yo. Le necesitaba. Necesitaba que alguien viese lo que estaba a punto de hacer, el primer viaje al futuro.
Media hora después ya se encontraba frente a la máquina, observándola, sin dedicarle palabra alguna.
–Bueno ¿Qué te parece? –Dije al fin para romper ese hielo que ya se estaba derritiendo.
–Mmm… es… rara. Siempre imaginé que una… sería… bueno, es un poco rara –Me contestó.
–Vamos, siéntate conmigo que te vienes.
–No.
–Si –Insistí.
–Bueno, pero rápido que tengo que cenar en casa –Bromeó.
Nos colocamos en la banqueta los dos, yo encima de él, encendí el monitor, programé el año al que marchábamos, año 13.000, y cogí la Gameboy de mi sobrino, que por medio de sistema wifi podía conectarse con el monitor y la webcam de la máquina.
Agarré la palanca y tiré de ella. Me vomité tres veces encima, no veía nada, todo me daba vueltas, era como si me hubiesen metido varios litros de aguardiente por un embudo.
Al fin llegamos, año 13.000, solo nosotros ¿Qué vi? Un bosque, cielo gris, un riachuelo y poco más, pero lo sorprendente no fue lo que vi, sino lo que olí. El horrible olor hizo que me mareara y que poco después me desmayase profundamente…
Según mi compañero desperté varias horas después, el Doctor me arrastraba en una especie de carretilla en medio del bosque, tenía la cara manchada de chocolate, seguía ese mal olor, el ojete me escocía y alguien nos perseguía.
Salté de la carretilla y empecé a correr con mi compañero, miré atrás para ver a nuestros perseguidores, pero los árboles solo me dejaban ver sus sombras, solo oía extraños ruidos. Acto seguido saqué la Gameboy y la encendí, pero los botones no querían funcionar, no sé qué demonios pasaba, se había estropeado y solo había una forma de volver: alguien tenía que colocar la palanca de la máquina en su posición actual mientras estábamos en contacto con la Gameboy. Pero tuvieron que pasar al menos diez minutos hasta que por fin vi a mi sobrino al otro lado de la pantalla, por una vez me alegraba de verle.
Empezamos a hacerle gestos para que tirase de la palanca, tardó en comprenderlo, pero lo hizo. Otra vez la horrible sensación del viaje en el tiempo.
Cuando llegué mi sobrino estaba tirado a dos metros de la máquina y seguía oliendo a… ¡Diablos! El Doctor no estaba con nosotros. Se me olvidó decirle que para volver debíamos estar en contacto físico.
- Diario del Doctor:
¡Maldito espécimen! Siempre con sus tonterías ¡Maldigo el día en que lo conocí! ¿Y ahora qué? ¿Me saca de mi casa para ver esta… cosa? ¿Es qué no tiene más amigos? Mejor no digas nada, pero ¿Qué es esto?
–Bueno ¿Qué te parece? –Debí esperar esa pregunta, “mal” hubiese sido la respuesta más acertada.
–Mmm… es… rara. Siempre imaginé que una… sería… bueno, es un poco rara –Le respondí mirando fijamente la gran maraña de cables, disimulando mi ingenuidad.
–Vamos, siéntate conmigo que te vienes– Esa era una frase, que, al contrario de la anterior, no esperaba para nada.
–No –Dije firmemente, o al menos eso creo, porque milésimas de segundo después insistió.
–Si.
–Bueno, pero rápido que tengo que cenar en casa –¡Dios! ¿No se me ocurriría una excusa mejor?
Me senté en esa banqueta y este individuo se me colocó encima, hizo varias cosas, entre ellas coger una Gameboy y metérsela en el bolsillo, después tiró de una palanca de cambios de un coche.
Increíble lo que ocurrió a continuación, creo que era un viaje temporal, veía luces por todos lados, llego a ser bello, hasta que el energúmeno que tenía encima me esparció su vómito tres veces seguidas. No fue ni un minuto, llegamos a nuestro destino.
Era extraño, estábamos en un bosque, todo lleno de árboles y pasaba un pequeño río cerca, pero por desgracia, lo más sorprendente era el mal olor que impregnaba el lugar.
De repente mi compañero cayó, supongo que fue por el mal olor. Yo soy médico, estoy acostumbrado al olor de la putrefacción, pero la verdad es que este olor era mucho más horrible.
Di un paseo, investigué la zona, probé el agua, identifiqué varias especies arbóreas, otras eran completamente nuevas para mí. Cuando volví al lugar donde había dejado a mi compañero… ¡Ya no había compañero!
Pensé que me había perdido, que me encontraba en otro lugar, pero pronto supe que mi compañero fue raptado, porque poco después yo corrí la misma suerte. Me echaron un saco por encima que me impedía ver lo que estaba ocurriendo. Me resistí, pero era inútil porque eran más fuertes que yo, e intuí que eran muchísimos, por lo que dejé de luchar contra ellos.
La marcha fue silenciosa, solo oía pasos. A pesar del saco, el olor seguía igual de fuerte y cada vez me parecía más insoportable. Tiempo después me pareció que ya habíamos llegado a donde quiera que fuese. Me sentaron en un suelo asfaltado y me quitaron el saco.
Quise ver, pues estaba ansioso por ver, pero me encontraba en una sala a oscuras, solo vi la sombra antropomorfa del tipo que me dio la vista, y a mi compañero tirado en el suelo, era de suponer que seguía desmayado.
No sé cuántas horas estuvimos encerrados. Busqué la manera de salir, pero no, no existía manera.
Por fin entró alguien al que tampoco pude ver con claridad, ese alguien me vendó los ojos y me condujo hasta no sé dónde. Empecé a oír multitud de pasos a mi alrededor y al fin me concedieron una clara visión al despojarme de la venda.
¿Cómo describir a nuestros raptores? Fácil: pies, piernas, cadera, tronco, brazos y manos como las de una persona tal y como la conocemos. Cabeza redonda, con pelo y orejas, pero lo extraño está en su cara ¡Son caraculos! Al menos habría treinta seres alrededor mía y de mi compañero, que seguía sin conocimiento ¡Y todos con cara de ano! Lo que explicaba ese mal olor.
Parecía que se preparaban para una asamblea, se sentaron en círculo y empezaron a comunicarse entre ellos a base de flatulencias ¡Qué asco! A saber que estaban tramando.
Minutos después se acercó el que parecía el líder, dijo algo en su “idioma” y me señaló a mí y a mi compañero.
“¡Él!” Grité señalando al desmayado. Cualquier cosa que hubiese dicho no podía ser buena.
Cogieron al profesor chiflado y lo arrastraron hasta posarlo en una pequeña mesa. El líder se arrodilló y colocó su maloliente cabeza en la cara de mi compañero, pero no vi más, ya que a la vez que hacían esto, otros me condujeron al cuarto oscuro.
No mucho después trajeron al profesor y aproveché para pegarle un puñetazo al… Bueno, aproveché para “cachetear” al guardia, que cayó del golpe y ya no se levantó. Creí que podía ser una buena oportunidad para escapar, y así lo hice. Pensé en escapar solo y dejar a mi compañero, pero ¡Maldita sea, él sabía cómo llevarnos de vuelta a nuestro tiempo y yo no! Empecé a arrastrar de él mientras buscaba la salida.
Salida que no tardé en encontrar y junto a ella una especie de carro o carretilla que contenía… Llamémosle estiércol. Lo tiré y coloqué a mi compañero en ella, y empecé a correr hacia el bosque, con la esperanza de encontrar un sitio donde escondernos y despertar al profesor.
Aún no había llegado al bosque y ya me habían descubierto, me perseguían un puñado que poco después se convertía en horda. Noté que corrían despacio, que no podían respirar bien y aunque yo tampoco, les fui aventajando.
A veces parecía que los perdía de vista, y siempre que iba a parar para descansar un poco, empezaba a oír esas flatulencias detrás de nosotros. No se cansaban, y yo ya lo estaba de hace tiempo. Pensé en abandonar al profesor, pero justo cuando iba a hacerlo despertó, como si me hubiese leído el pensamiento.
Aún con la cara llena de mierda saltó del transporte y empezó a correr conmigo, cosa que yo ya casi no podía. Mi compañero sacó la Gameboy y la encendió, en ella aparecía la sala del profesor, por lo que comprendí que había esperanzas, pero algo no iba bien, porque le veía dar a todos los botones y no pasaba nada. No quise preguntarle qué es lo que pasaba por miedo a una respuesta desesperanzada.
Al cabo de unos cuantos minutos, cuando mis pulmones iban a reventar, apareció el sobrino del profesor en la consola y empezamos a hacerle gestos para que nos devolviese a nuestra casa.
¿Cuál fue mi sorpresa al ver que el individuo al que había salvado poco antes desaparecía ante mis ojos?
Me rendí, caí de rodillas y me dejé pillar ¿Qué me deparará el futuro en el futuro?
- Asamblea de los habitantes del futuro (traducción):
–Como bien dijo el oráculo, ha llegado nuestra salvación. No uno, sino dos hombres sanos han llegado a la Tierra. Dos hombres que nos quitarán esta maldición, que nos devolverán nuestro aspecto pasado.
Son muchos años los que hemos esperado para que llegue este momento ¡Adiós al mal olor! A partir de mañana seremos de nuevo ¡Libres!
–¿Y cómo seremos libres? ¿Qué tenemos que hacer?
–El oráculo dijo que primero debíamos besarlo en la cara, un beso intenso. Y posteriormente tener relaciones sexuales con él.
–¿Y cuándo lo haremos?
–Descansemos hoy, mañana será el gran día. Que toda la ciudad se entere ¡Mañana seremos un pueblo libre!
–Sí, sí, pero sigo sin saber cómo se hace.
–Bien, haremos una prueba hoy. Preguntaré al que está despierto si se ofrece voluntario o prefiere que sodomicemos a su amigo.
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