Vida Helada

Mi vida entera tirada a la basura. Tanto tiempo pensando que alcanzaría el éxito y todo cambiaría ¿Y ahora qué? Una vida alejada de mis niños, de los que verdaderamente quiero. ¿Quién me mandó a mí meterme en esta mierda?

Desde que tenía veinte años empecé las expediciones en busca del Yeti, juntándome con locos como yo en busca de algo irreal para el resto del mundo, pero necesitaba auto-convencerme para tener fe en lo que hacía, para creer que cualquier huella más grande de lo normal que me encontrara en la nieve fuese del monstruo que estaba buscando ¿Y por qué no iba a existir? La cordillera del Himalaya es totalmente desconocida, ahí puede haber cualquier cosa que no haya pasado antes por nuestros sentidos.

En las aldeas de este lugar, todos creían en dicha bestia, muchos lo habían visto alguna vez y un buen número habían tenido algún contacto cercano con el Migou, que es como allí lo llaman. Pero yo, que he pasado mogollón de noches sin dormir en una tienda de campaña, en lo alto de un árbol, nunca me topaba con él, pero quería pensar que tenía mala suerte, que el animal de las nieves me conocía y me evitaba ¿Por qué? Porque sí, porque existen pruebas de su existencia, no solo la gente, también las huellas, las muestras del pelo, aullidos extraños en mitad de la noche, árboles violentamente arañados… Ese o esos monstruos, debían de ser muy listos para escapar de las cámaras que estratégicamente colocábamos en la maleza.

Creía que lo tenía, y sin embargo estaba perdido, olvidando que me extrañaban dos niños en mi ciudad natal, que habían crecido sin un padre, una mujer que le daba vergüenza decir que estaba casada. Solo pensaba en mí mismo, y para nada. Mi idea era encontrar al Yeti cuanto antes y vivir con mi familia el resto de mi vida, sin tener que hacer nada más. Pero ahora eso es imposible, ya no puedo volver atrás.

Hoy cumplía mis cincuenta y tres años y quería celebrarlo, como casi todos los días de mi vida, buscando a la bestia. Me introduje en lo más profundo del bosque solo, algo que casi nunca suelo hacer. Cuando llevaba muchas horas caminando por una ladera muy empinada tropecé y caí por un barranco de gran altura, golpeándome varias veces contra las rocas heladas que sobresalían, pero afortunadamente salí vivo, sin ningún hueso roto.

Para mi sorpresa descubrí cerca del fondo del barranco la abertura de un cueva, una oportunidad que me abrió los ojos como platos. Agarré una vela y sin tomar más precaución entré.

No era demasiado profunda, rápidamente llegué al final, y aunque no vi a nadie, había pruebas de que la cueva era o había sido habitada, ya que en una esquinita se había fabricado un enorme lecho con ramas y vegetación de la zona. A parte había huesos de animales caprinos tirados por todos lados y por no hablar de la peste que me hizo salir de allí cuanto antes.
Mientras corría hacia la salida pensé en colocar una pequeña cámara en la entrada de la cueva, bien escondida… pero no hizo falta.

Aquí estoy, pensando en mi familia mientras el Abominable Hombre de las Nieves me machaca y me destripa. Que desgracia de vida, tanto tiempo buscándole y ahora que le encuentro… me mata.

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