8. ¡SOLO MIRAR!

Qué gente más maja, a todos les interesa tu careto, todos quieren ser tus amigos, todos tienen algo que decirte, algo que enseñarte, algo que ofrecerte, todos quieren estrechar tu mano, piropearte, mucho de qué hablar, un té que tomar… pero en mogollón de casos hay un interés escondidito que poco a poco irá saliendo. Si tienes en cuenta esto no habrá ningún problema a la hora de interactuar, pero como la inocencia y la confianza desborde de tu boca el indio que sea timador, estafador, pícaro y/u oportunista se dará cuenta de que le ha tocado un premio. No digo que tengas que ir con total desconfianza, en ese caso ni siquiera hables con nadie… no viajes mejor. Pero siempre ten presente que muchos quieren obtener beneficio de ti, da igual de qué tipo, pero intentarán sacarte algo de forma “ingeniosa”, y como respuesta tú deberías mantenerte firme y sin ninguna vergüenza a decir “NO”.
De todas forma y para que quede claro, volver a casa después de un viaje por un país así y que no te hayan timado o engañado con algo es 100% imposible, nadie puede escaparse de alguna, pero lo que sí hay que evitar son las estafas gordas o la acumulación de timos pequeños, que poco a poco te van dejando seco sin darte cuenta.

Voy a hacer una lista con algunos timos, engaños o simplemente peripecias que nos hicieron o intentaron hacer durante nuestro viajecito bonito. En el momento te enfadas, es inevitable, pero cuando pasa un tiempo te ríes de ello… cabrones.

– Bueno, podemos empezar con los engaños de los rickshaws o taxis, tan comunes en tantas partes del mundo. Cuando un taxista no pone el taxímetro o un conductor de tuk-tuk tiene mucha prisa para que montes y empezar la carrera sin apenas haber acordado nada… date por jodido, ya te ha timado. Si el taxista no quiere poner el taxímetro no te lo pienses, vete a otro, y en el tuk-tuk negocia el precio antes de subir, porque si preguntas por el precio del viaje cuando ya está circulando el vehículo, aunque solo hayas avanzado cinco metros, te la va a clavar igual que lo suele hacer Nacho Vidal.
No solo negocia el precio, también deja claro dónde quieres ir, da una dirección exacta si puedes, porque si no te va a llevar donde a él/ella le convenga, seguramente donde reciba una comisión por llevarte, y eso significa que tendrás que pagar más en el lugar que te haya llevado. A veces te dirán que el lugar que buscas ya no existe o simplemente que no saben dónde está, así crearán en ti una fisura en el cerebro y le pedirás ayuda, por lo tanto estarás a merced de su malicia y codicia.

– Las agencias y sus secuaces, expertos timadores. Nosotros caímos como la lluvia cae en ese país… se nos acercó un indio joven que hablaba muy bien nuestro idioma mientras nos dirigíamos a la estación de tren para comprar los billetes. Este personajo nos dijo que en las estaciones de tren no se pueden comprar los billetes, pues solo se “puede” por internet y a través de una agencia, así que siete minutos después estábamos sentados en una oficina frente a un hombre que nos proponía varios pack de planes de viaje “muy económicos”. Por supuesto picamos en la trampa.
Sus itinerarios siempre son llamativos y planes perfectos, y te dirán que sin duda es la mejor opción… todo te lo pintan bien y la vida es un arcoíris, cuando la realidad puede ser muy diferente.

– Los vendedores de los pequeños comercios son actores de los buenos, pueden mostrarte la mejor cara y cambiar a modo enfadadísimo en un segundo. En realidad su estado emocional es el mismo, pero para hacer sentir culpable al comprador hay que saber jugar con las emociones. Por ejemplo, si vas a comprar una camisa y el vendedor te la mete en la bolsa doblada, tú la sacas y la estiras para ver si está en buen estado… el vendedor se hará el ofendido y te dará una charla sobre la confianza bla, bla, bla. Como digo, es todo un papel que hará que te sientas culpable y entonces le comprarás algo para compensar tu “mal comportamiento” o yo qué sé.
Siempre es igual, entras a una tienda y te reciben con mucha amabilidad y cuando decides que no vas a comprar nada se cabrean, y si te pones a regatear por un producto el vendedor amable y sonriente se convierte en una persona muy seria, algo molesta por tener que negociar, y si al final decides no comprar hará como que se enfada muchísimo (incluso te dice que te vayas de su tienda). Pero si al final si compras el producto el vendedor vuelve a su estado sonriente, amable y bailarín.
Si quieres algo de la tienda lo mejor es hacer como que no te interesa demasiado y cuando empiezas a regatear hacer el amago de irte varias veces, incluso salir de la tienda y caminar varios metros… en ocasiones el vendedor saldrá en tu búsqueda con una oferta mejor.
Está guay que les digas que esos productos los has visto más baratos en otros sitios u otras ciudades. Ellos te dirán que lo suyo es de mejor calidad y lo demás es todo falso… esto sí que es falso.

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– La comida es muy barata, sobre todo la de los puestos callejeros. Los restaurantes son una lotería, te puedes meter en un restaurante to mierdoso y puede ser que produzca la mejor comida de la ciudad, y al contrario.
Los restaurantes más lujosos (o que lo parecen) en las grandes ciudades suelen mostrar sus precios en la carta sin añadir las tasas, que pueden ser un alto porcentaje. Hay que mirar bien en la carta, pues lo suele poner en pequeñito, y si no pues preguntáis al camarero.
Las tasas son las propinas, a sea, que en estos restaurantes que meten las tasas por la parte de atrás no debes dejar propina, que ya está incluida en el precio final.
En ocasiones, también en las ciudades más tochas, si haces el amago de irte después de ver la carta, pueden ofrecerte un descuento entre el 10 y el 20 por ciento. Esto es algo a tener muy en cuenta, pues nosotros ya, los últimos días, siempre preguntábamos si nos hacían alguna rebajita.

– En los hoteles, hostales, albergues… es todo igual, aunque parezca un hotel lujoso y te digan que los precios son innegociables siempre puedes rebajar algo. Diles que te enseñen la habitación más barata (si es lo que quieres) y empieza a restar ¿Tiene aire acondicionado? ¿Está el baño muy sucio? ¿Hay cucarachas? ¿Huele a caca? ¿Hay algo roto? ¿Hay un fantasma? ¿No hay señal wifi? ¿Hay un cadáver bajo la cama? Lo que sea, busca fallos y que te rebaje el precio de la estancia.

– En los museos, templos, palacios y otros lugares visitables. En la venta de entrada te encontrarás con varios precios, la tarifa para el indio y la de turista. Esto es algo que ocurre en todas o en casi todas partes del mundo, pero en la India la diferencia es abismal pues te pueden llegar a cobrar unas diez veces más que a una persona nacida en la India. Esto da mucha rabia y dan ganas de no entrar, pero aun así siempre puedes conseguir alguna rebaja… enseña un carnet cualquiera y di que es el de estudiantes, aunque tengas setenta años, a veces ni te miran a la cara. También puedes hacerte el loco e intentar pasar de gratis haciendo como que no te enteras de na… te suelen pillar y además, en algunos sitios te piden el ticket varias veces, pero si te pillan tampoco pasa nada.
En muchos templos tendrás que dejar tu calzado en unos cajones donde te lo cuidan y luego te pedirán unas rupias a cambio… fíjate en la cantidad que paga cualquier indio por ello y no des más que ellos, aunque el guarda-zapatos te ponga mala cara.

– Al igual que en muchos países, la India tiene esa estúpida costumbre de las propinas, algo de lo cual un español no puede entender… porque no tiene ningún sentido. Y si quieres dar un regalito económico al trabajador pues lo haces de forma voluntaria y nunca obligatoria, pero nada, es un timo permitido que te va dejando sin calderilla ¿Una persona generosa cuánto dinero se puede dejar en un viaje así en propinas? Un mogollón, eso seguro. Nosotros huíamos de las propinas, pero entendemos que si el chófer, el taxista, el camarero… ha hecho un trozo de tu viaje más agradable pues se le puede premiar con un pequeño porcentaje del precio acordado, siempre y cuando te lo puedas permitir.

– Y por la calle… te intentarán sacar algo siempre y de todas las formas posibles (menos utilizando la violencia). Muchos (sobre todo niños) fueron los que nos pedían cambiarles una moneda de uno o dos euros (que habían conseguido de algún otro turista) por rupias.
Otros se ofrecen a ser tu guía, aunque no tengan ni idea de nada o no hablen tu idioma, te seguirán y te enseñaran cosas como si fuesen to profesionales, y aunque pases de ellos o les mandes a tomar por mulo nunca perderán la esperanza y te harán ese gesto con cara de pena para que les des “argo pa comé”.
Hay mogollón de estrategias… alguno se intentará hacer amigo tuyo y al tiempo descubrirás que el jodío te ha metido en su tienda y ahora estás negociando por una pashmina que realmente no quieres para nada. Luego te vendrá otro con los dientes rotos para contarte un súper negocio, y te lo cuenta porque le caes bien… se trata de lo siguiente: él te vende unas piedras de mierda pintadas y te dice que son genialosas y que en tu país podrás venderlas por un precio mucho mayor ¿Cómo no vas a querer? Y cuando ya tienes tu nueva pashmina y tus piedras de mierda en el bolsillo te viene uno corriendo para decirte que tienes mazo de cera en los oídos y que quiere mirarte… solo mirar, nada de quitar, para no cobrarte, pero claro, se le va un poco la mano y te acaba quitando tres kilos de cera y cobrándote. En ese momento tú ya estás un poco mosca, pero sigues tu camino con tus botas de montaña, algo sucias y con algún rasguño porque tienen muchos años, pero aún le quedan… o eso creías, porque te viene un jambo y te dice que ese calzado no te va a durar ni un día más, a no ser que se lo dejes reparar, y claro, no te quieres arriesgar, así que…. Ahora te viene un crío que te hace gestos porque está mudo. Antes le has visto hablar desde lejos con otros niños, pero no sé, a lo mejor se ha vuelto mudo de repente, pobrecito, habrá que darle una monedita….
Lo cuento y parece que me estoy cagando en toda la población india, pero la realidad es que estos recuerdos solo me traen sonrisas y momentos graciosos. Tal vez son muy pesados, todo el rato intentando sacarte money, y en ocasiones te sacarán de quicio, pues no te dejan ni respirar, pero hay que tomarlo con calma y cuando se pueda pues entras en el juego y les vacilas tú a ellos un poco también.

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H. ENTRE MOSCAS Y TETAS

¡Qué noche más espléndida! Lo poco que sobé fue arropado con dos mantas gordas. La primera hecha de un tejido que raspa y pica; y la segunda hecha con cucarachas… ¡Asco de cucarachas! ¡Asco de tren! Pero no pasa nada… hay que superar las fobias.
Una vez llegó la luz las cucas desaparecieron y ya en pie le contamos todo sobre la plaga al Moños y a Pamela, que no se habían enterado de nada, y eso que las habían tenido en la cara… no se lo querían creer, pero las fotos fueron la prueba irrefutable.

Pensábamos que este trauma nos acompañaría toda la vida y que imposible iba a ser olvidar todo aquello hasta que ocurrió algo tan horroroso que pudimos cambiar de trauma como quien cambia de bragas… resulta que en una de las estaciones nuestro tren se había quedado mucho rato parado y los pasajeros salían al andén, así que nosotros también decidimos salir, para ver que carajos pasaba ¿Qué ocurría? Pues que un hombre se había quedado sin pierna. Se encontraba tirado en el andén con un rastro de sangre que conducía hasta el carril del tren. Alrededor estaba todo el mundo, que habían salido del tren para contemplar como a ese hombre se le iba apagando la luz de la vida. Ya habían llamado a una ambulancia, pero como estábamos en un pueblo alejado de la mano de Brahama a saber cuándo llegaría. La versión que nos contó nuestro compañero de compartimento es que este hombre estaba mamado cuando ocurrió la desgracia y, no fue nuestro tren el que ejecutó su pierna, sino un tren de “alta velocidad”. Así que este personajo mutilado llevaba ahí varias horas… estaba despierto y consciente, pidiendo agua todo el rato.
No sé si es porque me estaba acostumbrando a ver calamidades o qué, pero la verdad es que no me impactó mucho, al menos en ese momento. Ahora lo pienso y creo que es algo terrible, pues sonó la sirena del tren y nos metimos todos para seguir nuestro viaje, dejando al lisiado a merced de los pueblerinos… en fin, cosas que pasan en la India.

Poco después llegamos a Khajuraho, al noreste de Madhya Pradesh, la localidad del “Kama Sutra” que alberga más de veinte templos eróticos repartidos por toda la ciudad, y todos en buen estado, pues desaparecieron entre la maleza cuando los mongoles musulmanes se dedicaban a destruir los templos hinduistas.

En la estación de tren (a veinte kilómetros de la zona urbana) ya se escuchaban las moscas y unas cuantas de estas nos atosigaron casi con locura… -¡Ven a mi hotel! ¡No, al mío! ¡Yo os llevo por 100 rupias! ¡Yo por 80!- Al final conseguimos que nos llevasen al pueblo por 30 rupias, todo un éxito, pero claro, íbamos mazo gente en el tuc-tuc.
Como era de esperar nos llevaron directamente al hotel que les convenía y, aunque este no estaba mal decidimos ver también otros, así que empezamos a movernos de hotel en hotel (todos estaban juntos, por lo tanto no había problema) preguntando precios, y siempre con una mosca al lado que quería llevarse comisión, pero claro, nosotros le decíamos a los recepcionistas que era una simple mosca pegajosa y nosotros no la seguíamos, sino que era la mosca la que nos seguía a nosotros… hasta que por fin se fue.
Finalmente nos quedamos con un hotel que parecía ofrecernos las tres “G’s” de las que siempre hablan: güeno, gonito y garato. Tenía un patio interior con mesas, mecedoras y mosquitos, y la habitación era muy completa, con cuatro camas (todas las demás veces que dormimos los cuatro en la misma habitación tuvimos que dormir dos en una cama o añadir un colchón), baño aceptable, wifi, dos clavos absurdos en los que pudimos colgar nuestra cuerda de tender… y ese tipo de cosas que hacen que te sientas cómodo.

Ese día se me pasó rápido más que nada porque me tumbé en la cama y comencé a soñar. La noche anterior había dormido más que mal y necesitaba sobar, así que yo y mi colega Andersen nos echamos nuestra siesta del pastor particular mientras Pamela y el Moños analizaban las calles de Khajuraho.

La verdad es que este lugar mola. Si quitamos a las moscas del primer día (luego se tranquilizan) resulta un lugar muy tranquilo y acogedor. No hace excesivo calor aquí, es una localidad relativamente pequeña, bastantes cosas que ver, conocer y hacer, mucha naturaleza alrededor, la gente es amable y cercana y la comida es buena. Lo malo es lo que ya he dicho… sin duda fue el lugar donde las moscas estaban más pesadas, insistían y te acosaban desde que pisamos Khajuraho, y aunque al segundo día ya te dejaban un poco en paz la insistencia de algunas moscas podía ser horrorosa.

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Cuando Andersen y yo recargamos un poco nuestras pilas salimos a buscar a los otros dos y poco tiempo necesitamos, pues nos topamos con ellos casi al salir. Estaban con un hombre que decía ser un amigo de Pilota, el personajillo que nos clavó el itinerario con chófer de la agencia. También hablaba español, aunque algo peor, y su nombre era RAÚL ¿Os acordáis del prota del segundo capítulo (Historieta)? Pues este es el mismo hombre.
Mientras Pamela y el Moños se iban a cagar, Anderson y yo nos fuimos con Raúl para que nos llevase a un local de alquiler de motocicletas, pues habíamos decidido alquilar dos para desplazarnos por este lugar y sus alrededores, pues como ya he dicho es un lugar muy tranquilete, sin mucho tráfico… es como un pueblo.

Los precios de este primer lugar no nos convencieron, así que preguntamos en otro donde nos lo dejaban mucho más barato y quedamos para alquilarlas al día siguiente, porque antes de adquirirlas queríamos conocer los templos más famosos y principales de Khajuraho: los templos occidentales, encercados en un terreno enorme, por lo tanto hay que pagar para visitarlos, pero merece la pena, es barato y mola. Te encontrarás unos ocho templos en perfecto estado, enteramente tallados y de manera escrupulosa, con todo detalle de los penes, las tetas y las caras de lujuria, tanto por fuera como por dentro de cada templo. Cada uno dedicado a una o varias divinidades ¡Qué erótico todo, por favor!

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Después de esta visita sexual nos fuimos a comer. Ya era tarde y el hambre llamaba a golpes, como solía hacerlo, sobre todo con Andersen. Y ya finiquitado el ritual diario de la comida empezamos a recorrer la calle más turística e introducirnos en sus tiendas, donde vendían de todo, como en todas partes, pero sobre todo explotaban la cultura erótica que allí se daba… figuritas guarreras, sacacorchos en forma de nabo, llaveros fornicadores, imanes porno, libros y cuadernos del Kama Sutra, y un sinfín de gilipolleces de este estilo.
Así pasamos el tiempo, de tienda en tienda hasta que nos metimos en la de Raúl, muy cara, pero muy amables, y lo mejor es que no insistían mucho (de momento). Y antes de que se hiciese de noche Raúl nos llevó a ver una ceremonia en un templo cercano donde la gente adoraba a algo que no pude saber que era, pero alguna estatua de algún Dios debía ser ¿No?

Para terminar la jornada, ya con todo oscuro, el Moños pilló su guitalele y una de sus flautas y nos metimos en un bar donde se supone que presenciaríamos una “Jam Session”. Esto fue muy diver, pues acabamos tocando todos o haciendo ruido sin más, poco armónico, solo golpes, silbidos, ruidos, palmas… así un largo rato unas quince personas, incluidos nosotros y dos catalanes (únicos clientes). Entre una y dos horas estuvimos ahí metidos hasta que comprendimos que estábamos cansados y nos hacía falta descansar, así que na, pal “host” y pa la cama.

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Nos costó levantarnos al día siguiente, ya se notaba el cansancio que arrastrábamos, pues era nuestro día número veinte en la India y la verdad es que Khajuraho era el lugar perfecto para descansar, parecido a Rishikesh en ese sentido… buen lugar para terminar nuestro viaje.
La ilusión de adquirir las motos nos hizo levantarnos al fin y desayunar a lo grande, tostadas y tortilla en un puesto fritangoso, como todos, en el que tardaban una hora en servirte, como todos… ya estábamos acostumbrados a estas cosas, no nos sorprendía, no hablábamos de ello, no nos quejábamos, sino todo lo contrario, nos adaptábamos tirándonos pedos en público, bromeando sobre la suciedad.

Alquilar las motos fue algo más complicado de lo que parecía al principio, pues el menda nos intentó subir el precio del alquiler así de repente, pero nos negamos, por supuesto, y al final conseguimos los vehículos por el precio acordado el día anterior.
Dos scooter algo cascadas, sin espejo retrovisor y con intermitentes rotos, pero nos valía, allí eso pasa la ITV y el control policial. Ya estábamos contentos a pesar de que prácticamente ninguno sabía conducir una de esas… de hecho era la primera vez que manejaba una moto, pero enseguida nos hicimos con ellas, son muy facilonas.
Lo primero a echar gasolina y después directos a una famosa reserva natural donde nos prometían un bello paisaje con unas cascadas, a quince o veinte kilómetros de Khajuraho por un camino rural donde íbamos encontrando pastores, niños y búfalos por el camino. Una vez en la puerta de la reserva tuvimos que pagar 110 rupias por cabeza para poder entrar con las motos. De la puerta a las cascadas era un camino más salvaje, estrecho, con mucha vegetación y aterrador, pero solo si pensabas que algún tigre aparecería entre los árboles para tirarte de la moto y comerte las tripas mientras tus amigos desaparecen a todo motor… no ocurrió.

Estas cascadas llamadas Raneh Falls estaban algo sequitas, pues aunque estábamos en la época del monzón los paisanos nos comentaban que estaba siendo un año muy seco en aquel lugar, y las aguas del río aún no habían despertado, así que vimos los acantilados hermosísimos con unos chorretes de agua cayendo… la verdad es que con mucho agua aquello tiene que dejar al personal con la boca más abierta que la careta de Scream.

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La vuelta la disfrutamos como la ida, haciéndonos los chulos con nuestras scooter mierdoseras y piropeando a las aldeanas. El Moños y Pamela se ocupaban de una de las motos y Andersen y yo de la otra, a veces echábamos carreras y nos dábamos collejones cuando nos adelantábamos, pues el que iba detrás no llevaba casco… no nos lo habían proporcionado.
Ya en Khajuraho aparcamos las motocicletas en una especie de plaza llena de estos vehículos para ir a jalar, ¡Qué había hambre, joder! La verdad es que no recuerdo que nos metimos pal cuerpo, pero seguro que estaba todo muy rico.

Aún nos quedaban cosas por ver, habíamos visto los templos del oeste, ahora nos tocaban los del sur. También un recinto cerrado, pero estos, menos espectaculares que los del día anterior, eran de acceso gratuito, aunque no faltaban las moscas a la entrada que intentaban venderte mogollón de accesorios del “chiki-chiki”, como lo llamaban ellos al sexo.
Eran más pequeños, menos pornográficos y estaban en peor estado que los templos del oeste, pero igual de sorprendentes en cuanto a la talla de la piedra y su detalle. Muy bonitos.
Terminada esta visita se podría decir que habíamos visto ya todo lo turístico de la localidad, no nos quedaba nada por ver así en plan turístico, pero aún nos quedaba mucho tiempo en el lugar, así que decidimos hacerle una visita a una iglesia católica, para ver como se lo montaban.
La iglesia era pequeña, con un diminuto jardín, sillas en vez de bancos y unos cuantos ventiladores colgando del techo. Las monjas indias vestían de blanco y nos miraban atentamente como nos descalzábamos para entrar, como en cualquier templo religioso en la India.

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Después de todo esto volvimos al restaurante “Rock ‘n’ Roll” (el de la Jam de la noche anterior) a tomarnos un refresco y ya de noche cenamos unos espaguetis de unos puestos callejeros… estaban requetebuenos y eran muy baratos, pero claro, te arriesgas a contraer el tifus, algo que a nosotros ya nos la sudaba. Terminada la cena nos piramos pal hotel, pero aún no se acababa el día, aún quedaba una cosa, pues le habíamos prometido al masajista de la Guest House que asistiríamos a una sesión, y así fue.
De dos en dos, primero Andersen y yo. A mi compi le había tocado el masajista viejo y con experiencia, a mí me tocó el del hotel, uno joven y sin dientes. Pues bueno, no vuelvo a pagar por un masaje en mi vida, menuda paliza me dio el cabronazo, me separó los brazos, me golpeó, me abofeteó, me ruló sus dedos por mi ojete… mientras tanto miraba a Andersen y el cabrón estaba disfrutando de un buen masaje, tranquilo y suave, como debe ser. Yo salí molido de allí y casi no tuve fuerzas para ducharme y quitarme la mierda esa del aceite.
Cuando Pamela y el Moños volvieron de su masaje yo ya estaba en la cama y me consoló ver que el Moños venía igual de jodido que yo, le habían caneado como a mí, no fui el único pringao.

Pues nada más, después de recolocarnos en el colchón de la cama cerramos los ojos y no recuerdo nada más. Amén.

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