Día 2. MÁS LIVIANO QUE UN ENANO (30/04/2016)

En el capítulo siguiente haré un resumen del segundo día y al final del todo os pondré un croquis de lo que puedes y debes ver y hacer en Moscú en al menos dos días, que es lo que estuvimos nosotros, para que te pierdas lo mínimo (porque por muy rápido y bruto que seas nunca conseguirás ver todo lo interesante de Moscú en menos de cinco días).

El sol brillaba potente al otro lado de la ventana y pensé que se nos había hecho tarde, así que miré el reloj del móvil y ¡Cago en Dios! ¡Eran las cuatro y media de la madrugada! ¿Quién se inventó esas latitudes? Pues nada, me volví a sobar a la luz de la luna… Digo del sol.

A las nueve y poco ya estaba levantado y preparado para ducharme, la primera ducha del viaje y quién sabe si la última. Después le tocó a Yisus, que la lio cojonudamente, pues tuvo problemas con la alcachofa y lo llenó todo de agua el pringao. Lo secó todo con las toallas de Alicia y cuando salió cerró bien la puerta para que esta no lo viese, pues ella tenía su propio baño.

Poco rato más estuvimos por la casa de la inglesa moscovita. Después de hacer las camas y cruzar alguna que otra palabrota con Alicia decidimos irnos a seguir descubriendo aquella enorme ciudad. Lo último que hizo nuestra anfitriona fue guiarnos por el camino correcto hacia un microbús que parecía más una fragoneta llenita de malacatones, pero guay, con un conductor que llevaba la camiseta del Barça más falsa del planeta.

Nos dejó en una parada de metro, lejana al Center, así que aprovechamos para comprar en un súper el mejor desayuno que dos mochileros pueden meterse pal cuerpo, un zumo de una fruta inventada y unos bollitos enanos de chocolate, y listos, descansados y con fuerzas (en realidad seguíamos hechos polvo).

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Tal vez en ese instante tuvimos la mejor idea del mundo, que fue la de acercarnos a la estación de tren (donde tendríamos que ir esa noche) para averiguar dónde habría que pillar el tren y ya de paso dejábamos los macutos allí, pues por un módico precio te las guardan durante todo el día, y ese módico precio fue todo el dinero que teníamos en efectivo, así que nos quedamos sin pasta gansa, ahora solo podríamos pagar con tarjeta, pero no solo ese último día en Moscú, sino también al día siguiente en San Petersburgo ¡Menudo suplicio! Pero bueno, sin macutos y sin pasta nos sentíamos más livianos que un enano.

He de decir que nos costó que te cagas encontrar la estación de tren correspondiente, pues en ese mismo lugar se encuentran tres estaciones de tren diferentes… TRES JUNTAS, y dimos mogollón de vueltas hasta que decidimos preguntar a una buena muchacha para que nos colocase en el buen camino, pero bueno, al final todo salió bien.

Como teníamos mucho tiempo y nos habíamos librado del peso decidimos volver andando hasta el Centro de la ciudad que se encontraba como a 4 kilómetros, así descubríamos otros lugares moscovitas fuera del aura turística.

Nos perdimos varias veces, pero era normal, porque Moscú tiene un plano radial, como Madrid, y por eso es fácil perderse, aunque si tienes buen sentido de la orientación como nosotros (porque otra cosa no, pero sentido de la orientación…) siempre acabarás en la Plaza Roja, pues todos los caminos llevan a la dichosa plaza.

Y al contrario que Moscú, en San Petersburgo gozan de un plano ortogonal, como en Barcelona, y esta disposición reduce sobremanera las confusiones y pérdidas humanas en la ciudad, aunque a mí me aburre un poco tanto orden y tanta calle larga… Prefiero perderme.

El caso es que de camino paramos a descansar en varios parques, pues seguíamos con los pies doloridos del día anterior (somos unos blandengues, lo sé), pero estuvo guay porque así pudimos observar la vida que llevan los rusos cuando sale el sol: cantan, bailan, montan en pony, los skinhead rivales se abrazan y fornican… De todo.

Bueno, pues en uno de esos parques verdes y llenos de enamorados y de palomas cojas comimos de supermercado. Que por cierto, las palomas, y pájaros en general, tienen los huevos (no me refiero a los que empollan) muy gordetes, pues se te acercan demasiado, tanto que les puedes tocar y besar, si te lo propones.

Después de jalar conseguimos wifi y contactamos con una chica que estaba dispuesta a juntarse con nosotros ¡Qué osadía! Para dar un paseo durante una o dos horitas, así que nos encontramos en la boca de un metro que estaba bien cerca de la horripilante estatua del caballo, pues esta chica llamada Arvic quería mostrarnos el bonito parque Gorky, que ella misma comparaba con el Retiro madrileño, aunque también confesaba que el parque ruso era muchísimo más nuevo y más feo (a mi parecer tenía razón). Arvic había vivido en diferentes zonas de España durante muchos meses y nos dijo que amaba Madrid más que nosotros  (seguramente era cierto) y que tenía el corazón dividido entre los dos países. Noté mucho patriotismo en sus palabras y a veces daban un poco de miedo sus argumentos. Nos dijo que los rusos amaban a Putin y que no entendía por qué en Europa dicen que es un dictador que amaña las elecciones, pues allí es muy querido.

A pesar de todo esto Arvic era una muchacha muy maja y agradable (no, no me está apuntando con una AK-47) que nos mostró y nos enseñó mogollón de cosas en tan solo una hora y media, yo personalmente le estoy muy agradecido.

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Nos despedimos y marchamos al noreste, a unos 40 minutos en Metro y 10 kilómetro andando, pues en la parada de Metro de Partizanskaya se encuentra el famoso mercado de Izmailovsky, donde venden de todo a precios bastante asequibles ¿No me crees? Pues vete para allá y lo verás. Son puestos como en el Rastro donde venden muchísimas cosas para turistas principalmente, lo malo es que cuando fuimos ya estaban cerrando todas las tiendas. A demás, no teníamos dinero en metálico, solo podíamos pagar con tarjeta, así que Yisus hizo sus presentes en una de las tiendas de alrededor (no en un puesto), para poder pagar con tarjeta.

Al salir de aquel lugar estuvimos buscando el museo de Historia del Vodka que debía estar muy cerca de aquel lugar, pero nunca lo encontramos, así que decidimos volver a la estación para cenar y esperar tranquilos a nuestro tren.

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Eso fue lo que hicimos. Cenamos en un restaurante italiano de comida rápida (unos cachos de pizza) y luego entramos en la estación, donde cogimos los macutos y esperamos a que llegase nuestro tren.

Cuando llegó flipamos de lo largo que era y encima nos tocó casi en la cabeza y tuvimos que recorrer el andén enterito. El tren molaba, había seis literas por compartimento y por suerte a los dos nos tocó abajo, que si no es un coñazo. Yisus flipó un poco porque nunca había sobado en un tren y no sabía cómo era la historia, pues él pensaba que los compartimentos iban a estar cerrados al pasillo y lógicamente en tercera clase no era así, por lo tanto se ralló un poco al ver que mucha gente pasaba por el pasillo tocándole los pies, pero bueno, en seguida se acostumbró y acabó roncando para todo el tren. Yo tampoco tardé mucho en acostarme, aunque sí tardé en dormirme.

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Olé! ¡Qué rápido he sido en este capítulo en contar toda la mierda! Ahora, como os prometí, os dejo esta nueva sección de “qué ver” y/o “qué hacer” en Moscú:

  1. La Plaza Roja

Empecemos por lo más identificativo de Moscú. Esta plaza que como ya dije la evolución fonética cambió su significado cuando en realidad debería llamarse “Plaza Bonita”. Es alargada y muy tocha, y está bien acompañada no solo por las decenas de soldados que la protegen, sino también la catedral, el centro comercial y el Kremlin.

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  1. El Kremlin

Nosotros no pudimos entrar por varios motivos, entre ellos la falta de tiempo, pero si tenéis la oportunidad no dudéis en visitarlo. Se trata de un espacio amurallado donde se encuentran varias catedrales y edificios del estado como el palacio del senado.

En realidad hay más de un Kremlin en Rusia, pues se trata de una zona de la ciudad amurallada donde se encuentran los edificios más importantes, como los políticos o religiosos, pero claro está que el Kremlin de Moscú es el más conocido.

  1. La Catedral de San Basilio

Tal vez es el edificio más representativo de la ciudad. Se trata de una catedral ortodoxa construida entre 1555 y 1561 por el zar Iván el Terrible… Y tan terrible, pues cuenta la leyenda que le arrancó los ojos al arquitecto para que no pudiese construir nada más… Pero no te lo creas tanto, que es una leyenda un poco mentirosa.

  1. Mausoleo de Lenin

Puede que sea un poco macabro ir a ver a esta momia. A la gente que vive allí no les parece nada lógico esta visita, pues cierto es que no tiene mucho sentido, aun así Lenin es un atractivo turístico muy potente. Nosotros no pudimos verle porque los horarios son muy estrictos (de 10:00 a 13:00 los martes, miércoles, jueves y sábados) y no sabíamos de esto.

Advierto que no se puede meter ningún tipo de cámara, así que no podrás hacerte un macabro-selfie con el fiambre. La tumba se encuentra en la Plaza Roja.

  1. El Metro

¡Oh yeah! El museo del pueblo, lo llaman. Aunque seas un pijote y prefieras moverte en taxi, el metro es muy barato y tienes que verlo sí o sí. Sobre todo las estaciones (escaleras y andenes) de la línea MARRÓN (5), que es la circular, te dejarán con la boca abierta con sus lámparas, esculturas, grabados, mosaicos, altos techos… ¡Vas a flipar! Otra cosa digna de mención es que si pierdes un tren llegará otro en menos de un minuto ¡No tarda nada! Y es muy rápido en los trayectos.

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  1. El mercado Izmailovsky

Suvenires a precios populares en este espacio. Abren los fines de semana de 09:00 a 18:00 y si llegas temprano te entretendrás varias horas, porque encontrarás muchas cosas y muy curiosas. Aquí te podrás pillar unas matrioskas a buen precio (se puede regatear). Se encuentra bastante alejado del Centro, en el metro Partizanskaya (Línea azul oscuro, 3)

  1. Otros lugares de interés

En el propio mercado Izmailovsky se encuentra el “Muzey Istorii Vodki”, Museo del vodka en español ¡Atención! La visita al museo puede dejarte KO, pues dicen que te dan a probar varios chupitos de vodka… Ve preparado campeón.

La Colina del Gorrión es un mirador al suroeste del Centro y allí, además del mirador podrás encontrarte con un parque natural, el estadio Loujniki, una iglesia ortodoxa con un nombre muy largo y con tetas verdes y un hotel gigantesco con bonitos jardines. Todo esto lo verás si te bajas en el metro Vorobyovy Gory (Línea roja, 1)

La Catedral del Cristo Salvador, la estatua fea de Pedro el Grande, el Parque Iskusstv y el gran parque Gorky lo veremos bajándonos en los metros Park Kultury/Kropotkinskaya (Línea roja, 1).

El Teatro Bolshói, un edificio más que famoso en la ciudad por la importancia que tiene el ballet en el país. Nos la encontraremos muy cerquita de la Plaza Roja.

“El Arbat” es una calle muy popular en Moscú por su historia. Tiene un kilómetro de longitud y el metro más cercano es Arbatskaya (Línea azul oscuro, 3).

El museo de Historia y el Centro Comercial Gum, que se encuentran en la propia Plaza Roja y el parque Alexander, justo detrás del Kremlin.

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Muchas cosas, sí, y muchas cosas más que aún me faltarían por poner, pero lo verdaderamente interesante en esta ciudad es lo que vas a descubrir tú solo, no lo que te dicen que tienes que descubrir. Disfruta Moscú.

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