Día 5. LA MURALLA DE REVAL (03/05/2016)

En este capitulito encontrarás el resumen del día y por supuesto encontrarás al final una pequeña guía para saber que ver en esta espléndida ciudad llamada Tallin.

El despertador nos despedazó los sueños de dormir más de seis horas… pero bueno, era la primera vez en todo el viaje que dormíamos tanto, aunque en realidad fuese una chufa. Con sueño y cansados, pero menos que el día anterior, nos preparamos y salimos rapidito, pues íbamos muy justos. Teníamos que llegar al puerto en algo más de media hora para que nos dejasen entrar al Ferry, un poquito más tarde y nos dejarían en tierra, e íbamos muy, pero que muy pillados de tiempo.

Pues la suerte nos acompañó en este trámite ya que pillamos el tren nada más llegar a la estación de Metro y el tranvía nada más salir de la estación de Metro, por lo tanto llegamos justo a tiempo y pasamos los últimos al barco.

Este barquito era bien grandecito y tenía todas las comodidades que te puedas imaginar, y las que no. Varios bares donde tocaban música en directo y fue en estos lugares donde pasamos las dos horas y media de viaje, menos diez minutos que los pasamos en el exterior del Ferry, pero duramos poco porque a esas horas de la mañana el aire te congelaba las pestañas.

Aunque es cierto que cuando estábamos llegando a Estonia volvimos a salir para contemplar el esplendor de la capital, con sus torres, su muralla y un globo que custodiaba la ciudad.

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Ya habíamos llegado al ecuador del viaje y a partir de ahora se presentaban unas vacaciones más tranquilas y descansadas, y posiblemente más bonitas. Lo primero que hicimos fue buscar el albergue que estaba en pleno “Old Town” ¡Qué guay! Pero no tanto, pues no nos dejaron hacer el “check-in” ya que llegamos mucho antes de lo que dijimos, pero sí nos permitieron dejar los macutos en un zulo, por lo tanto nos libramos de la carga y más libre éramos.

Ahora queríamos ir a la estación de autobuses que estaba algo alejada, pero como tenemos unas piernas potentes, pues lo solventamos bien. De camino paramos a ver cositas como la Iglesia de San Olaf (Ya sabemos por qué este personaje de Disney es un muñeco de nieve), el Ayuntamiento y su plaza medieval, la farmacia más antigua de Europa (y posiblemente del mundo), lo que quedaba de la muralla este (y subimos al torreón) y la Puerta Viru, que estaba en obras, ¡Cómo no!

Además de visitar estos lugares mientras caminábamos hasta la estación de bus, también nos perdimos cuatro veces y en una de esas nos metimos en un Súper a comprar la comida que en la misma puerta devoramos, y después de solventar la hambruna reanudamos la marcha hasta encontrar por fin la estación y en ella nos compramos los billetes para marchar a Riga al día siguiente.

A la vuelta nos volvimos a perder por varios motivos: somos retarders y fuimos por otro camino, para conocer más sitios… y muchos que conocimos.

Tallin es tal vez algo más barato que Madrid, pero anda por ahí. Algunas cosas sí son más caras, pero claro, en la zona amurallada, que es donde están los turistas, no había nada barato y siempre que queríamos comer teníamos que salir de allí.

Fuimos directos al hostel para realizar el dichoso “check-in” y ya de paso conocer las instalaciones del albergue, que no estaban nada mal… compartiríamos dormitorio con cuatro personas más, pero les conoceríamos por la noche, porque de momento no estaban allí ¡Qué misterio!

El caso es que seguimos nuestras andanzas por la ciudad descubriendo la Catedral Alexander Nevsky, el Castillo de Toompea, la torre Kiek in the Kök y varios miradores alrededor de Toompea.

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En uno de estos miradores observamos llegar a lo lejos una horda de vikingos que no querían nada bueno, pues su misión era quemar la ciudad, matar a sus habitantes masculinos y violar a las mujeres, pero gracias a la rápida actuación del gobernador de Reval, que nos consiguió una armadura y armas para todos los que en ese momento residíamos en la vieja ciudad, conseguimos repeler el ataque. Muchos murieron, tanto de un bando como del otro, pero mi colega Yisus y yo logramos salir vivos y victoriosos del ataque vikingo, y eso era lo importante.

Cuando se normalizó la cosa seguimos con nuestro paseo, llevándonos esta vez a la parte costera. He de decir que perdí en un juego de cartas y como castigo debía meter los pies en el agua, al igual que en Eurolokos anteriores volví a ser yo la víctima. Es cierto que este castigo está pensado para que se te congele el pie y te joda todo el viaje, pero con el buen tiempo que estábamos disfrutando el castigo perdía parte de valor, aunque cuando vi la zona costera donde me tocaba introducir los pies casi me da algo… estaba todo lleno de mierda y no me extrañaría que los yonquis de la ciudad se reuniesen allí todas las noches para jugar al Twister…. El caso es que lo hice, de mala gana, pero lo hice y nos fuimos.

A la vuelta me importaba todo una mierda, así que arrastré a mi colega a un bareto de mala muerte y nos pimplamos una cerveza y tres chupitos que nos regalaron, para salir de allí más cegatos que Rompetechos.

Empezaba a hacerse tarde, así que lo último que hicimos antes de cenar fue ver la Cruz de Tallin, los Jardines del Rey Danés y alguna iglesia más. Ahora sí nos volvimos a perder buscando un restaurante kebab que habíamos visto unas horas antes. Lo conseguimos encontrar, aunque algo tarde.

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Habíamos andado mucho y el cansancio estaba presente. Tocaba volver al host, y muy extraño todo, pues de camino solo nos cruzábamos con grupos de viejos españoles que invadían las calles medievales como si de zombis se tratasen. Es curioso que en Rusia viésemos poquísimos españoles y justo pasando a Europa Occidental nos topásemos con la horda ibérica.

No hay mucho más que contar sobre este día, solo deciros que nuestros compañeros de habitación eran un poco peculiares. Iban todos por separados… había una japonesa (la más normal), un japonés que comía pizza en la cama, una muchacha de grandes dimensiones que llegó a las tantas y se fue prontísimo y otra chica que no sé de qué país sería, pero hablaba mucho y muy alterada… creo que quería fiesta, pero nadie la siguió el rollo. Fueron unas risas cuando Yisus se sobó (el primero, como no) y comenzó su concierto de ronquidos, pero esto no fue lo que perturbó nuestra noche, pues lo peor fue cuando unos vecinos en otra habitación llegaron borrachísimos y liándola parda… les costó callarse y a nosotros dormirnos.


Lo que vas a querer ver cuando te acerques a Tallin son estas y muchas más cositas que no te voy a poder poner porque ni yo las conozco:

  1. La plaza del Ayuntamiento

Con mucha vida esta plaza, siempre con gente, sobre todo turistas. Por las mañanas se monta un fabuloso mercadillo que no te puedes perder. Muchas terrazas a su alrededor que casi te obligan a sentarte para probar sus cervezas, y el personal de dichos bares suele ir vestido con ropajes del medievo, y también hay puestos de comida tradicional. La verdad es que mola el ambiente que tienen ahí montado. El ayuntamiento tampoco es para tanto, es de piedra y lo más llamativo son unos dragones que salen de la fachada y creo que hacen de cañerías, y también la torre, que es grandota.

  1. Raeapteek

Se trata de la que dicen que es la farmacia más antigua de Europa y posiblemente del mundo. Está en funcionamiento y aquí no solo encontrarás fármacos y medicamentos de la época en exposición, sino que también verás antigüedades varias de la Segunda Guerra Mundial.

  1. La Puerta Viru

Dos torres unidas a la muralla hacen de puerta que separa una vieja ciudad medieval de otra totalmente moderna, con edificios gigantes a pocos metros. Sobre todo por este motivo sorprende la puerta, el cambio que pega en tu cabeza al traspasarla. Una pena que cuando nosotros fuimos estaba en obras, la jodia.

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  1. Kiek in de Kök

Es una torre de artillería en medio de la ciudad. Su nombre significa algo así como “mirador de la cocina”, pues dicen que los guardias de antaño podían ver el interior de las casas tras las ventanas de la cocina. Es de 1475, tiene 38 m de altura y un grosor de pared considerable que aún alberga balas de cañón incrustadas en ella. Para mí no fue pa tanto, la verdad. Ahora mismo es un museo.

  1. Toompea

Es una colina no muy alta, pero con una extensión importante que se encuentra en pleno centro histórico. Desde ella encontrarás miradores en casi todas las direcciones y hoy en día es el Centro del Gobierno del país y alberga varios edificios políticos como el Castillo de Toompea que ahora es el Parlamento… bonito Parlamento con paredes y torres medievales. En lo alto de una de las torres se haya una gigantesca bandera de Estonia.

Además, en frente del castillo se encuentra la principal iglesia ortodoxa de la ciudad, la Catedral de Alexander Nevsky, muy bonita, heredada de los rusos.

  1. Otros lugares de interés

En los países bálticos te encontrarás iglesias a cada veinte pasos, así que te acabarán cansando, pero siempre están esas que por su fachada, esplendor y fuerza divina te acabarás parando a ANALizarla un poco más, como la Iglesia de San Olaf o la iglesia de San Nicolás, las dos en pleno centro.

Si lo tuyo no son las iglesias y vas por otros tiros te recomiendo que visites el Museo de la Ocupación, donde te contarán lo mal que lo pasaron los tallineses (y los estonios en general) cuando los nazis y los comunistas les invadieron (las tres capitales bálticas tienen este museo). También, muy cerca de la Iglesia de San Olaf podrás ver el Cuartel General de la KGB.

Pasear sin más, por la plaza, beberte unas birras, quedarte ciego y no poder ver el Pasaje de Catalina que da a una zona de la muralla donde puedes subir, o el Patio de los Maestros, o los Jardines del Rey Danés (Taani Kuninga Aed), o la Plaza de la Libertad, o el Toompark… Tallin mola, te lo recomiendo, pero no te pongas muy ciego.

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Muchas cosas, sí, y muchas cosas más que aún me faltarían por poner, pero lo verdaderamente interesante en esta ciudad es lo que vas a descubrir tú solo, no lo que te dicen que tienes que descubrir. Disfruta Tallin.

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