En este capítulo os muestro el resumen del día con la llegada a Riga, como siempre, y luego un poco de historia sobre las ocupaciones que sufrieron los países bálticos en el siglo XX.
¿Alguna vez os habéis ido a la cama creyendo que esa sería tu última noche, que si te duermes jamás despertarás? Pues yo no, y me importa una mierda si vosotros habéis tenido tal estúpido pensamiento. Pero bueno, yo seguiré con mi resumen bonico….
La noche fue tensa por los motivos que ya expliqué al final del anterior capítulo y el amanecer se hizo largo, porque como ya dije en alguna ocasión la luz del sol asoma a las cinco de la mañana y claro, allí no existen las persianas. Y a parte los compañeros de habitación madrugaron demasiado e hicieron mucho ruido mientras recogían sus cosas. Todo esto afectó a mi sueño, pero no al de Yisus que duerme como cinco perezosos y aunque se durmió el primero también se despertó el último… bien por él.
Al bajar ya para hacer el check-out y pirarnos descubrimos que el desayuno estaba incluido y nos pusimos las botas con la crema de chocolate, los cereales, la mermelada… y si no preguntar a mi compi que se metió cuatro tazones de cereales pa él solico.
Ahora sí, nos despedimos del hostal y caminamos hacia la estación de autobuses con los cuerpos descansados y alimentados. Solo paramos una vez en el supermercado para comprar algo de jalar para el viaje, pues llegaríamos a Riga a las tres y media de la tarde y mejor llegar comidos.
El autobús no era tan guay como el anterior que pillamos, pero tampoco tenía mucho que envidiar, pues tenía todo lo suficiente para pasar un viaje cómodo. Aprovechamos para dormir un poquito más y luego cantar canciones estúpidas como “Vamos a contar mentiras”, “Para ser conductor de primera” o “En el auto de papá”… la gente no entendía lo que cantábamos, pero se hacía una idea de nuestro retraso mentaloide.
Nos habían hablado muy bien de Riga, por lo que tenía altas expectativas y lo único que quería era desfasar y matar a alguien, pero luego se me pasó.
Anduvimos hasta el nuevo albergue y ¡OJO! Flipamos en mil colores con este lugar que pienso presentároslo con todo detalle: Era en la planta más alta de un edificio y se entraba al portal pasando por el interior de un McTrolas. El albergue estaba lleno de inmigrantes polacos, bielorrusos, rusos o de a saber dónde, pero todos eran hombres rudos y vivían allí, esos no eran turistas… nuestra habitación era de diez camas (cinco literas) y al menos cinco de ellas estaban ocupadas por esta gente, que me parecía muy bien, pero era raro de cojones, sobre todo porque en una de estas camas había uno de ellos muerto, tirao ahí con la pata tiesa y no lo quisimos denunciar porque supusimos que aquello era algo normal para ellos, así que ahí se quedó.
La cocina, que estaba en otra planta, tenía una plaga de cucarratones, por lo tanto solo subimos una vez y nunca más. El desayuno, que estaba incluido, te lo daban en una bolsa de plástico y contenía un plátano, una manzana y unas galletas (todo de una calidad pésima)… y nada más, el ambiente era muy peculiar. Os dejo este enlace de Tripadvisor para que leáis los comentarios sobre el host: https://www.tripadvisor.es/Hotel_Review-g274967-d4714893-Reviews-Big_Bed_Hostel-Riga_Riga_Region.html
Dejamos el macuto y nos fuimos a descubrir Riga, otra ciudad con un Centro Histórico pequeño y con mucha historia, pero muy diferente a Tallin. El sol brillaba y nos regalaba unos 20 grados de temperatura, además, estaban en fiestas (Declaración del Día de la Independencia) y se había formado un pifostio en la ciudad que lo flipas en colores… el Monumento a la Libertad estaba poco liberado, pues habían puesto un escenario justo detrás y estaban dando un concierto y eso provocó que el Bastion Hill Park estuviese petado de ciudadanos fiesteros. También la calle Krišjāņa Valdemāra estaba de concierto tecno-clásico y habían puesto unos sillones puff de colores en medio de un parque y la gente se pegaba por tenerlos, entre ellos Yisus. Después de hacer unas cuantas fotos a la zona vimos la Academia de Arte, la Catedral ortodoxa de la Natividad de Cristo, la calle Alberta y su estilo arquitectónico Art Nouveau, y bueno, vimos muchas cosas más que no puedo decirte porque me da vergüenza.
Tan emocionados estábamos que acabamos en un extraño local llamado Bufete 9, una cervecería que te hace retroceder a los tiempos soviéticos, muy barata, la jarra de cerveza cuesta un euro y hay varios licores que pueden matarte. Además, por 50 céntimos puedes comprarte una rebanada de pan con queso o atún. Es un buen sitio para comenzar la borrachera.
Nosotros la comenzamos ahí, pero no la quisimos terminar… después nos fuimos al albergue a pillar el abriguete, pues empezaba a refrescar y ya de paso saludamos al muerto. Salimos un rato por la Ciudad Vieja y nos encantó el ambiente que allí se formaba… muchos bares llenos, pero a esas alturas de viaje nosotros estábamos para morirnos ya, así que cenamos en un kebab pakistaní que tenía unas hamburguesas vegetarianas ricas y baratas y luego no pudimos hacer otra cosa que volver al host para hacerle la competencia a nuestro amigo el muerto.
Fue un día corto porque pasamos la mitad de él en un autobús, pero intenso, como todos los días del viaje.
Aquí algo sobre la ocupación de los estados bálticos:
Son tres países que lo han pasado verdaderamente mal, pues han jugado con ellos como si fueran pelotas de tenis y además machacándolas entre set y set. Sufrieron tres ocupaciones durante el siglo XX, dos por parte de los soviéticos y una por los nazis.
En 1939, tras un tratado, la Unión Soviética y la Alemania Nazi se dividieron parte de Europa del Este como si fuera una tarta de chocolate (con vodka) y estos tres países quedaron en el lado comunista. Y después de varios sucesos poco diplomáticos como la violación de pactos, en 1940 los soviéticos entraron con su arsenal militar en los países bálticos para partir el bacalao en la zona, y así fue, pues hubo hostias como panes y gulag para los enemigos del comunismo. Y así pasó que, en tan solo un año les cogieron una manía a los rojos que pa qué hablar.
La cosa es que justo al año siguiente, en plena guerra (II Guerra Mundial) los señores nazis, que se lo tenían muy subidito, entraron en los tres países armados hasta los dientes y echaron a los soviéticos. Esto trastornó a los paisanos del lugar que vieron a los nazis como los salvadores, e incluso colaboraron con ellos, pero poco a poco se les vio el plumero a estos alemanes… pronto empezaron a limpiar las ciudades de judíos y a echar de una patada a gran parte de la población, así que otra vez les habían jodido.
Así fue la cosa hasta que en 1944, de nuevo los soviéticos se metieron en el Báltico en una operación ofensiva que expulsaba a los nazis ¡Vaya tela! Otra vez con las duras medidas para los anticomunistas ¡Al gulag!
Los estados Bálticos recuperaron su autonomía en 1991 tras las protestas continuas a finales de los años 80, conocida como la “Revolución Cantada”. Se dice que en el periodo de las ocupaciones un diez por ciento de la población Báltica fue deportada o enviada a los campos de concentración o gulags, según quien estuviese al mando.