En este capítulo tengo que resumir tanto el día 7 como la mañana del día 8 y final de viaje, así que intentaré ser lo más breve posible en las descripciones. Como siempre pondré al final una guía para que te puedas hacer una idea de lo que hay en Vilna.
Como de costumbre pasamos una noche turbia, tal vez la más turbia de todas. La cosa es que dormimos bien, pero ocurrieron cosas durante la noche que no eran muy normales. Compartíamos habitación con dos japonesas y con cuatro rusos que se fueron a las cuatro de la mañana haciendo el máximo ruido posible, pero ahí no acabó la cosa, pues no sé a qué hora (seguía siendo de noche, y hay que tener en cuenta que allí amanece a las 5) apareció el menda que había intentado jugar con nosotros al Chinchón, con dos policías a cada lado que le pedían el pasaporte. Al final no había pasaporte y se lo llevaron, y en ese momento empezó el verdadero descanso.
Por la mañana encontramos al meapilas este durmiendo en un sofá de la sala común, lo vimos mientras desayunábamos, así que cogimos un permanente y le pintamos mogollón de cosas por la cara y por el cuerpo, como una polla en la cara y una cara en la polla.
Después nos pusimos a tocar una guitarra que había por ahí para tocarle bien los huevos al colega, pero estaba ultra sumergido en el alcohol de esa noche, así que le dejamos ahí muerto y nos fuimos a dar nuestro último paseo.
Recorrimos la calle Pylimo por completo, cruzando el barrio judío y pasando por la Sinagoga Coral, la única sinagoga que está en funcionamiento en la ciudad, pero cuando pasamos estaba cerradita.
Así caminando muy tranquilamente llegamos al Museo de la KGB de Vilna o Museo de las Víctimas del Genocidio, llámalo como te plazca. Fue el edificio principal de la KGB y en el sótano hay una cárcel (convertida en museo) de presos políticos. El museo mola, y la parte de la cárcel es lo mejor… me quedé encerrado en una celda por culpa del Yisus, y tuvimos que llamar a los funcionarios para que me sacaran de allí. Por cierto, la entrada es gratuita, o al menos a nosotros no nos hicieron pagar, porque no había nadie vigilando la entrada.
Pasamos toda la mañana en el museo, no sé por qué me sentía aún más inculto que antes. El caso es que ya era la hora de comer algo, así que llegamos a la calle Gediminas y en un restaurante vegetariano que descubrimos nos metimos a llenar nuestras tripas, y así fue de veras, comimos tanto que luego apenas podíamos caminar, y con el calor que hacía (no tanto como pudo hacer en Parangaricutirimícuaro cuando fue sepultado por las llamas, pero para estar en el norte de Europa hacía calor del bueno) nos entró un sueño casi irresistible… ¡Ah! Y ganas de cagar. Eso significaba que tendríamos que volver al albergue.
Ocurrió que después de cagar, Yisus se tiró en su cama y se sobó el cabrón. Pactamos un cuarto de hora de relax, pero luego fue complicado hacerle espabilar, aunque lo consiguió a duras penas.
Volvimos a salir a la calle y directos al cementerio… no es que nos matasen, en este viaje todavía no, sino que queríamos visitar el cementerio de Rasos que es una preciosidad, un laberinto de tumbas donde nos dio por hacer una carrera entre los muertos. Para muestra una foto, pa que te la menees.
Creíamos haberlo visto casi todo, por lo tanto volvimos despacito y andandito al barrio Uzupis, que nos había molado. Algún mirador y alguna iglesia por el camino y nada más, ahora fuimos hacia la Plaza de la Catedral y vimos que se estaba liando parda por la zona, porque mogollón de jóvenes voluntarios estaban repartiendo comilona a todo el mundo. YisusCristo se pilló un plato de ese alimento, pero no le gusto una mierda, así que se escaqueó de ello de manera sutil.
En aquel lugar, en frente de la Catedral habíamos quedado con una muchacha lituana que cuando apareció flipamos con su altura, porque nos imaginamos que sería alta, como todos los lituanos, pero es que esta mujer era gigante. La llamaremos Jacinta.
Pues eso, con Jacinta a un lado y Yisus al otro me encontraba entre dos gigantes y tenía que tener cuidado de que no me pisaran, pero todo salió bien al final, lo siento por el spoiler. En un bar con buena cerveza regional acabamos. Bebiendo, hablando y bebiendo, hasta que nuestras vejigas dijeron ¡BASTA! Y cada uno se fue por su lado… Jacinta se pilló un taxi y nosotros tiramos hacia el albergue (pasando primero por un local de comida rápida porque a Yisus se le había antojado una hamburguesa de penes), bastante borrachos… muy borrachos, de hecho no me acuerdo del recorrido y tampoco si hicimos algo en el host antes de meternos en la cama. Fue un buen final de viaje.
Al día siguiente desperté con resaca leve y fue bastante molesto durante todo el día, sobre todo en el avión.
Desayunamos rapidito, recogimos todas nuestras cosas y otra vez con los macutos en la espalda nos dirigimos a la parada de autobús, con dirección al aeropuerto. Se me hizo corta la espera de la salida del avión, pero no fue así con el viaje, pues pareció interminable. No dormí y encima ahora me tocaba a mí en medio y lo sufrí.
Cuatro horas después pisábamos suelo madrileño y mañana nos tocaba currar. Fin del viaje, fin de otro maldito Eurolocos ¿Cuándo el próximo? ¿Y a dónde? Alguna idea me hago.
Termino con la guía de Vilna ¡Un abrazo a todas, mamahuevos!
- Puerta de la Aurora
Una puerta que se conserva de la antigua muralla de la ciudad y no solo es una puerta, sino que también, en la parte de arriba hay una pequeña capilla que es la más famosa del lugar, pues atrae a los más devotas y también a los ateos, por supuesto, son una jodida plaga los malditos ateos ¡Cago en Dios! ¡Cómo me joden los ateos!
- Plaza de la Catedral
Impresiona, es tocha la placita. Es una encrucijada de las buenas y de ella nacen las calles más importantes de la ciudad, como la Calle Pilies o la de Gediminas. En la plaza está la Catedral, la torre de la Catedral, un parque verde (porque si es de otro color no sería muy parque) y una estatua de Gediminas.
- Colina de Gediminas
Está justo detrás de la plaza. Es eso mismo, una colina tal y como te la imaginas, muy verde y fácil de subir. Antiguamente había un castillo en lo alto, pero ahora está en ruinas y solo queda en pie una atalaya (restaurada), una torre que hoy es el símbolo de la ciudad.
- Colina de las Tres Cruces
Va de colinas esta ciudad. Es menos conocida y a mí personalmente me gusta más, tanto la situación como las vistas.
- Barrio Uzupis
No podía faltar esta recomendación. La República Independiente de Uzupis, llena de bohemios alocados y alcohólicos que te sorprenderán seguro con sus innovaciones. En el barrio está el monumento del ángel y las placas de los artículos de la constitución en muchos idiomas, incluido en español.
- Museo de la KGB
Curioso edificio dedicado a las víctimas del genocidio (Aukų g. 2). Creo que son tres plantas incluido el sótano, donde está la cárcel, y es algo que merece mucho la pena ver, my brother.
- Otros lugares de interés
Pasear por cualquier calle de la Ciudad Vieja es muy interesante. Es un país muy religioso y te encontrarás mogollón de iglesias y catedrales, como la iglesia de Santa Ana, que custodia el parque Bernardino. Otro santuario, pero no cristiano, es el de la Sinagoga Coral en el barrio judío.
Los cementerios son lugares que me fascinan, por eso recomiendo totalmente el de Rasos, que fue el que visitamos y también el cementerio Bernardino, en el barrio Uzupis, pues dicen que es muy chulo (nosotros no fuimos).
Poco más, mencionar la plaza del ayuntamiento y el propio ayuntamiento en la calle Didzioji, que es la misma calle que te llevará hasta la Puerta de la Aurora y que por el otro lado se fusiona con la Calle Pilies. Dos calles con mucha vida donde te tomarás algo seguro.
Muchas cosas, sí, y muchas cosas más que aún me faltarían por poner, pero lo verdaderamente interesante en esta ciudad es lo que vas a descubrir tú solo, no lo que te dicen que tienes que descubrir. Disfruta Vilna.