1. EL GORDO Y EL «TURISTA» (Cola de pez)

Día intenso con un final inesperado. Como la persiana de la habitación era transparente la luz abofeteaba nuestros caretos desde primera hora de la creación y por lo tanto madrugamos más de lo que teníamos pensado hacerlo, al menos Tenacitas y yo, porque a Rudolf no le molesta ningún rayo de luz y ningún ruido. Y hablando de ruidos nocturnos… nos acompañó durante algunos minutos de la noche los ronquidos de este amigo nuestro, que son estruendosos, pero se unió a él otro compañero de habitación que dormía justo debajo al que bautizaremos “Tony el Gordo”, y entre los dos nos interpretaron “Lakmé, el dúo de los ronquidos” de Delibes, pero bueno, eso es otro tema.

Antes de la ducha había que ir a desayunar, porque habíamos pagado una mañana de desayuno en el albergue y había que aprovecharlo, claro. Aquí nos percatamos de otra carencia del lugar donde nos hospedábamos. La comida que servían era pobre y no muy buena, y es algo que tienes a considerar si este servicio te cuesta alrededor de ocho euros, pero bueno, había que ponerse las botas a ver si así nos librábamos del almuerzo. Yo me hinche a mermelada y a crema de cacao, que es mi preocupante vicio.

Ahora sí, había que asearse por primera vez en tierra vikinga, así que volvimos a subir a las habitaciones y allí conocimos al resto de compañeros… ya presenté los ronquidos de Tony el Gordo, un hombre ancho y fuerte, con ojeras, de faz tostada y de pocas palabras. No sonreía nunca y no inspiraba mucha confianza. A su amigo, el que dormía bajo mi cama, le pondremos el título de “el Turista”, pues cuando le pregunté qué carajos hacían en la ciudad él y su colega se miraron, sonrieron y me dijo –somos turistas–, algo que no se creía nadie. Este personaje también era morenete de piel, delgaducho y hablaba español. Nos dijo que eran turcos y que Copenhague era un truño vacuno, aunque Chistiania estaba chulo, por eso de las drogas y tal. Los dos aparentaban unos 40 añazos y sus pintas no eran muy de turistas, la verdad, ni tampoco de viajeros que descansan en albergues de tal ambiente juvenil.

Teníamos otro compi de habitación, el que dormía bajo la cama de Tenacitas, al que llamaremos “El Inglés”, pues era un joven apuesto de esta nacionalidad que llevaba meses fuera de su hogar y prácticamente llevaba la casa encima. Este parecía más acorde con el contexto juvenil.

Después de la asquerosa ducha en aquellos asquerosos baños ya creíamos encontrarnos asquerosamente limpios como para salir a visitar esa bonita ciudad, nueva para nosotros. Haré un breve resumen de nuestro pateo por Copenhague, porque fue largo y cansado y tampoco hay que señalar mucho de ello.

Comenzamos por la Plaza del Ayuntamiento, que se encuentra muy cerca del albergue, y subimos la avenida de Christian Andersen (famoso escritor del cual hablaremos al final del capítulo) para adentrarnos en el primer parque “Ørstedsparken” y contemplar las muchas esculturas clásicas obscenas que en él se encuentran, además de un estanque con patos hambrientos, aun así es un lugar bonito, pero rápidamente ya estábamos fuera, siguiendo la calle Nørre Voldgade que nos llevaba al impresionante Jardín Botánico, que aunque no te gusten las plantitas, aquí te quedarás un rato, porque hay de todo. Y lo más molón es el invernadero principal, un edificio de cristal enorme que guarda plantas tropicales, en especial palmeras y aunque no durarás ni diez minutos dentro por la terrible humedad, sentirás que has viajado en un momento a la selva amazónica.

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En frente del Botánico está el Kongens Have, que en español sería “Jardines del Rey” y donde se encuentra el Castillo de Rosenborg, bonito edificio del siglo XVII, aunque pequeño. Claro está que lo de bonito lo digo por la fachada, porque no entramos, no porque estuviesen los reyes dentro (ahí no viven), sino porque no nos interesaba el museo que nos muestra las joyas de la corona de la época, así que lo recorrimos un poco por fuera y basta.

A la vera del castillo se encuentran los cuarteles de la Guardia Real del país y en los jardines bien cuidados nos podemos topar con una estatua de C. Andersen, por si queréis haceros un selfie con este tipo.

5 Salimos del jardín hacia el este porque queríamos visitar la Iglesia de Mármol, con una cúpula inmensa y el Palacio Amalienborg, respectivamente. Este último se trata de una plaza grandota rodeada de cuatro edificios del siglo XVIII que dan cobijo a los monarcas daneses, incluida la reina Margarita II de Dinamarca, que a la vez es la Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas Danesas ¡Toma vieja!

A pocos metros del palacio está el Puerto de Dinamarca y a sus orillas nos sentamos a llenar un poco el estómago, pero nada especial, así que enseguida estábamos ya en marcha, hacia el Kastellet (ciudadela) y el parque Langelinie, donde nos topamos con, posiblemente lo más famoso de la ciudad, la Sirenita. Sinceramente, poco duramos en este lugar, pues lo más interesante es ver como los turistas se resbalan en la roca mojada y pulida al intentar acercarse al monumento. Al igual que con C. Andersen, dedicaré al final del capítulo unas líneas a la Sirenita.

6 Tras esta visita decidimos volver al centro histórico por un lugar diferente, así que marchamos por el barrio residencial Nyboder donde se conservan las filas de pequeñas viviendas de un color amarillo y naranja, muy llamativas las casitas que en su día fueron el alojamiento de militares. Los residentes obtenían la casa gratuita si alistaban a sus hijos en la marina cuando cumpliesen los 16 años… una oferta que pocos podían rechazar. Pero bueno, andandito acabamos fuera de este barrio, topándonos con bonitas calles que nos llevaron a otro gran atractivo turístico, el Nyhavn (Puerto Nuevo), un canal construido por los presos de guerra suecos en el siglo XVII que se adentra en la tierra desde el mar y que servía para que los barcos descargasen en plena ciudad. A un lado del canal podemos ver unas casitas de colores muy bonitas y la mar de antiguas (petao de restaurantes) y al otro lado unas cuantas mansiones y comercios. En el canal se pueden observar mogollón de barcos antiguos que dan ganas de meterse en uno con una espada y una bandera pirata y desaparecer con él mientras les sacas el dedo corazón a todos.

Final del recorrido ¡Estábamos cansados, joder! Así que volvimos al albergue con la intención de relajarnos en el bar frente a unas birras danesas, pero no iba a ser tan fácil, pues al llegar al albergue nos encontramos al inglés de nuestra habitación desesperado porque los otros dos compañeros (Tony el Gordo y el “turista”) habían desaparecido con su enorme mochila (y con todo lo que había dentro, obviamente). Resultó gracioso hasta que descubrimos que nosotros también habíamos sido víctimas del hurto. Nuestra amiga Tenacitas se había quedado sin caja de maquillaje porque lo había dejado encima de la cama, Rudolf ya no tenía abrigo, pues también lo había dejado encima de la cama (ya que no hacía frío por el día) y tal vez a mí me había tocado la peor parte (sin contar al inglés), pues como no tenía candado me habían fangado dos de mis pantalones largos, dos forros polares y mi único abrigo, por lo tanto me quedaba lo que llevaba puesto, un único pantalón largo y una sudadera… perfecto, fantástico, ideal para estar en un país nórdico.

La verdad es que no me lo tomé mal, culpa mía por no haber metido mis cosas en el cajón de Rudolf que tenía candado aun sabiendo que estos dos personajes no tenían un aspecto amigable, pero no quise hacer caso a las apariencias y olvidarme de los prejuicios… y me han robado. Pero como digo, no me lo tomé mal, sin embargo mis dos compañeros parecían más afligidos y desesperados, por no hablar del inglés, que se tiraba de los pelos.

Pregonamos en recepción lo que nos había ocurrido y preguntamos qué es lo que podíamos hacer, pero la respuesta del personal del albergue fue algo así como –Me la pela colega, hubieseis tenido más cuidado– así que nada, pasamos de ellos y nos fuimos a comisaría para hacerle un favor al británico, pues era el único que quería denunciar y si lo hacíamos en conjunto tal vez la fuerza era mayor, pero su esperanza se desvaneció cuando llegamos a la comisaría y estaba cerrada. El inglés se despidió de nosotros con una lágrima asomándole en el ojo y desapareció. Nosotros volvimos al host y nos ahogamos en cervezas, pero de buen rollo, nada de penas, solo risas, ya lo habíamos asumido. Antes de sobar salimos a buscar algo de comer y finamente nos pillamos en un puesto de comida rápida un cartón con pasta y rollitos de primavera y nos lo jalamos en plan mendigo en un soportal… todo ok. Listos para dormir.

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COLA DE PEZ

Para el que no lo sepa, Hans Christian Andersen fue un poeta y escritor danés del siglo XIX bastante feo que llegó a la fama por escribir cuentos un tanto macabros, pero que Disney se encargó de suavizar sutilmente. A este personaje le debemos cuentos como “El Patito Feo”, “La Pequeña Cerillera”, “La Reina de las Nieves (Frozen, en Disney)” y la obra que más éxito le ha dado en la actualidad “La Sirenita”, y de ahí la popular estatua de la bahía de Copenhague.

Esta sirena de bronce que se apoya en las rocas fue puesta ahí por Carl Jacobsen, el hijo del creador de la cerveza Carlsberg y no es la única escultura que la cervecera ha colocado en la ciudad, además de otros monumentos como un termómetro gigante cerca de la Plaza del Ayuntamiento.

Creo que acertaré si afirmo que todo el que lea este blog ha visto alguna vez la película de Disney de La Sirenita, muy chula, sí, pero la de Andersen varía un poco, y no me refiero a la ausencia del cangrejo Sebastián. Es cierto que la historia lleva la misma línea: sirena bonica con voz increíble que salva la vida a un príncipe y se enamora de él y por consiguiente visita a la bruja del mar para conseguir unas piernas de modelo y así acercarse al apuesto principito y ligársele.

Resulta que la bruja le da los muslos a cambio de la voz, como en la peli, pero también le advierte de mazo cosas, como que sentirá dolorosos pinchazos cuando baile y que si no consigue casarse con el príncipe la palmará al día siguiente. En cambio, si se casa con él, obtendrá un alma y será feliz para siempre… ella acepta el trato.

El príncipe la acoge muy gustosamente y la hace bailar a menudo como si de un mono de feria se tratase, pero la protagonista está tan enamorada que aguanta los pinchazos. Todo parece que va bien hasta que el príncipe se casa con otra tía, así de risas. Parece que ya no hay nada que hacer, la va a espichar, pero la bruja le da otra oportunidad dándole un cuchillo para matar al apuesto cabrón, pero esta está tan enamorada que no puede hacerlo, así que muere… o mejor dicho, se convierte en espuma de afeitar ¡A tomar por culo!

Nada más. Nos vemos en el próximo episodio.

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