Expediente XXX

Querida familia, es fantástico que nos hayamos reunido todos para estas Navidades, después de tantos años intentándolo por fin llegó el momento en el que volvemos a coincidir en un mismo techo para comer polvorones y cantar villancicos, y por este momento tan especial he decidido contaros la Historia ¡Que no digo una historia, sino la Historia!… Algo que me pasó hace muchos años, antes de que la mayoría de los que estáis aquí vieseis la luz por primera vez. Es mi experiencia vivida por excelencia, y nunca lo he contado porque atenta contra mi dignidad, pero me quedarán pocos años de vida y he de contarlo, así que tomad asiento y escuchad con atención:

Todos aquí sabéis que yo trabajé en el periódico durante gran parte de mi vida, pero nadie sabe a qué me dediqué pocos años antes de contraer matrimonio. Es un misterio que resolveré ahora mismo. Yo fui detective, pero no uno cualquiera, yo no investigaba robos, peleas o casos de asesinato, o al menos no asesinatos normales, más bien mi trabajo consistía en la investigación de sucesos paranormales, como los poltergeist o la presencia de espíritus. Encontrar e interactuar con fantasmas era mi labor. Un trabajo que amaba, pues nunca les tuve miedo y siempre supe adaptarme a ellos, ya sea por la agresividad de algunos, la depresión de otros o la peculiaridad que les caracterizase… digamos que nunca en mi vida me he sentido en peligro en presencia de estos seres del más allá.

Resultó que en mi última etapa, a finales de los cincuenta, yo no tenía ningún caso abierto y poco trabajo me surgía, así que decidí viajar a Escocia, esa nación de los castillos encantados que tan enamorado me tenía con sus promesas.

Lo preparé todo para una visita intensa. Varios meses debería pasar si quería conocer a tan ilustres fantasmas como la Dama de las flores, la Criada de Dunstaffnage, el Gaitero de Duntrune…, A todos quería conocer. Pues bien, me adentré en la niebla más espesa de Escocia y con la calma fui conociendo a muchos de estos personajes errantes. Pocos eran fraudes, cosa que aquí es impensable, de tres casos de poltergeist dos son falsos. Pero allí no, en “Caledonia” se toman estas cosas muy enserio.

Pasó que, en uno de los trayectos entre castillo y castillo leí en el periódico escocés, el cual dedicaba una sección al tema esotérico, que un nuevo fantasma estaba haciéndose muy famoso en el castillo de Crathes, al este de Escocia, pues sodomizaba a quien pasaba la noche en sus habitaciones.

Decenas de curiosos estaban visitando el castillo con la esperanza de ver al ente violador y no pocos reservaban una noche en el castillo, ya que al igual que yo, sentían la necesidad de conocer a tan enigmático fantasma.

Sin pensarlo demasiado desvié mi ruta para presentarme en aquel lugar, y sé que parece de idiotas querer que te abran el ojal siendo yo de marca heterosexual y orgullo supremo, pero hay que entender que mi pasión era conocer todo lo relacionado con esos mundos, y si tenía que pasar ese mal trago para lograr aquella experiencia lo haría encantado mil veces. Es como la mujer que decide tener un bebé, sabe que parir es muy doloroso y que varios desconocidos verán su tesoro más oculto, pero el deseo de crear un niño es mucho más fuerte que la vergüenza o el dolor que debe pasar para conseguirlo.

El caso es que reservé una de las habitaciones para pocos días después, pues en el momento que llegué estaban todas ocupadas, por supuesto, pero claramente mereció la pena esperar, así que me alojé en una posada cercana y me dediqué a preguntar a los muchos que habían probado aquella locura por sus experiencias y todos ¡Absolutamente todos! Habían tenido contacto con el fantasma. Por lo visto, a media noche, cuando el hospedado dormía o se colocaba bocabajo, el ente se lanzaba sobre la persona y realizaba movimientos sexuales en su trasero. También señalaban que la sensación era nula, o sea, no había penetración física ninguna, y eso es algo que me alivió bastante, la verdad.

Al fin llegó mi noche y los nervios casi me mataban, pues tenía la intención de hablar con él y sonsacar algunas respuestas de su vida pasada. Tal vez sería yo el afortunado en esclarecer el misterioso vicio de aquel habitante de las tinieblas.

He de reconocer que fui bastante facilón, pues a pesar del fresquito que hacía en aquellos parajes me desnudé completamente y me coloqué bocabajo con un ojo cerrado y el otro abierto. Ahora solo quedaba esperar a que llegase… Y fue larga y fría la espera, pero a eso de las tres de la mañana apareció el fantasma atravesando la puerta muy lentamente. Yo, emocionado, sonreí nervioso y le dije que le estaba esperando, a lo que él contestó regalándome una escalofriante carcajada.

Vi como comenzaba a bajarse unos pantalones ficticios y aproveché para darme un poco la vuelta y así poder verle bien y hablar algo más con él, pero cuando este me miró cambió su rostro por completo y con gran nerviosismo empezó a decir en un tono muy alto que yo era lo más feo y asqueroso que había visto en su vida… y en su muerte. “Feo”, gritaba una y otra vez, “¡Vete a vivir a la selva, maldito orco!”, decía mientras retrocedía, y así hasta que desapareció de nuevo.

La humillación fue tal que me vi obligado a dejar a los muertos, pues no quería volver a pasar por aquello… ¡Qué vergüenza pasé! Volví a nuestro país y conseguí trabajo de columnista en el periódico oficial de la Organización Nacional de Ciegos, hoy en día la ONCE, donde conocí a vuestra madre y para otros, abuela.

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Un comentario en “Expediente XXX

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