10. Viajando solo

Sabía que en algún momento llegaría la hora en la que tendría que tomar la dura decisión de si viajar solo o no, pero me equivoqué, porque en realidad no fue tan dura: tenía deseos incandescentes de presentarme en Colombia, pero ninguna amistad podía compaginar su libertad con la mía, así que no me lo pensé mucho y compré un billete. Sabía que a mediados de viaje me encontraría con mi hermano, pero mientras tanto estuve diez días andando solo (y al final fueron más).

Claro que sentí tembleque y algo de preocupación antes del viaje por este tema, pero en el momento que me senté en el asiento del avión se esfumó ese miedo, y la verdad es que no sé por qué. Incluso tenía ganas de la experiencia, que a esas alturas ya había escuchado tantos pros como contras. Finalmente saqué una sensación muy positiva y llegué a echar de menos la soledad cuando me junté con mis amigos.

Creo que hasta que no realizas tu primer viaje sin compañía no te liberas del todo, dependiente de la disponibilidad de ajenos. Una vez vuelas y obtienes un resultado agradable ya no habrá nada que te impida viajar en tus pocos huecos libres de tu agenda maldita.

Está claro que viajar solo no es todo ventajas, incluso no creo que sea mejor que viajar acompañado, aunque puede que tampoco peor… La báscula está muy nivelada. Por supuesto también depende del tipo de personalidad que tenga el viajero, porque se pone mi madre a viajar sola, con lo que le da al palique ella, y seguro que no sale más de su patria querida. Pero si eres de los que disfruta de los momentos silenciosos, de los que le gusta aprender de todo y de los que se ponen retos personales, puede que viajar en solitario sea una muy buena idea.

Algunas ventajas que tiene esta modalidad es la libertad absoluta en la elaboración  y realización del itinerario, sin tener que entrar a ese museo de hojas otoñales porque tu amigo jardinero os ha medio obligado a visitar. Lo que quieres hacer lo haces y lo que no, no ¡Faltaba más! Tampoco vas a acabar arto de nadie, como mucho de ti mismo. Y tampoco tendrás que pedir explicaciones, o sea, si no te duchas porque no te sale de la punta de la nariz no tienes que inventarte excusas, o si vas guiando al grupo porque quieres que confíen en tu instinto y te metes por un camino que luego resulta estar repleto de osos no tienes que pedir perdón a nadie, y eso siempre es bueno. Las comidas que te compres serán solamente para ti, nadie te robará patatas. Tendrás mogollón de tiempo para pensar en tus cosas, solucionar problemas, inventar canciones, alucinar en colores, leer y demás entretenimientos solitarios. Pero la mayor ventaja es la de conocer gente nueva… El tener que hacer todo tú y la necesidad de hablar y compartir buenos momentos te lleva a convertirte en una persona mucho más sociable de lo que podías esperar, sacando a relucir tus habilidades sociales más agradables.

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Desventajas hay muchas también: La economía baja deprisa, no hay oferta por grupo y la habitación privada sale más cara, al igual que el alquiler de un coche y el correspondiente combustible. Muchas veces te aburres, sobre todo en esperas largas. No puedes compartir esos momentos que solo se viven una vez. Tú eres todo, el que da y recibe, habla con la gente, lleva la bolsa de basura, busca hostels, sigue el mapa, hace fotos… ¿Quién te va a hacer las fotos más chulis? ¡Menuda faena! ¿A quién le vas a echar la culpa si algo sale mal? ¿A quién le vas a decir que te guarde el macuto mientras cagas en el aeropuerto? Además, cuando surge un problema siempre es más solucionable con varias cabezas pensantes.

Sin duda, viajar solo no es lo mejor del mundo, pero tiene cosas buenas que solo te lo da esta manera de viajar y creo que es una experiencia que hay que hacer al menos una vez en la vida (porque en la muerte siempre viajamos solos). Sé que la dependencia, la inseguridad, el miedo a lo desconocido y los idiomas alimentan las cadenas que te amarran en casa, pero si consigues eliminar estos temores ya no habrá nada que te sujete y tal vez encuentres tu manera ideal de viajar. Para mí fue una grata experiencia y pienso volver a hacerlo.

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Con esto termino el tema y me voy derechito al diario… El final del viaje y el principio de nuevos conocimientos y amistades. Gracias por leerme.

X. El susto final

Alguien gritó mi nombre a las nueve de la mañana y yo me levanté corriendo pensando que me llamaban, pero no fue así, porque cuando salí de la habitación descubrí que era el único ser despierto en aquella misteriosa casa. Como no sabía que hacer me puse a leer mientras esperaba a que alguien más de levantase.

Poco a poco fue ocupándose el salón y después de desayunar salimos a dar una vueltecita por aquellas tierras. Estábamos los tres, Verde, el hermano de Verde y uno de los perros asesinos que nos amenazaba con la mirada de vez en cuando. Visitamos a algunos familiares de los hermanos y poco más. Volvimos y estuvimos tomándonos la botella de whisky con el padre de familia hasta que este se puso rojo y hubo que llamar a la ambulancia, pero no os preocupéis, nos dijeron que esto era lo normal.

Después de almorzarnos unos tamales recogimos nuestras cosas y regresamos a Bogotá en el coche de la mamá del Verde, yendo seis en el interior, toda una locura. Una horita de trayecto hasta la casa de la familia de la novia del Verde… Familia de hippies. Allí volvimos a almorzar unas fajitas y tacos picantes y cantamos al ritmo de la guitarra y de las palmas ¡Olé, olé!

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Con el día bastante oscuro nos volvimos a mover, esta vez a casa de Verde, siete en un coche, para superar nuestro anterior record, y encima metiéndonos por el carril del Transmilenio, para aumentar las posibilidades de una parada policial, pero al final todo salió bien y llegamos a nuestro destino a salvo. Ahora nos teníamos que preparar para una fiesta anual que celebraba el Verde en su casa con una veintena o treintena de amigos por Navidad.

Poco a poco se fue llenando la casa de jóvenes desconocidos, algunos ya llegaban borrachos y otros con ganas de empezar a estarlo. Yo me fui añadiendo a la fiesta hablando y conociendo a algunos miembros y así, entre palabras y chupitos fui cayendo en los mareos.

Pamela y el Moños ya estaban durmiendo de hace tiempo y yo, sobre las cuatro de la mañana, creo, decidí acostarme también, pues al día siguiente saldría mi vuelo y mezclarlo con fuertes resacas no es buena idea. Me fijé que en la casa ya no había mucha gente y que algunos estaban durmiendo en el suelo… ¿Puede que esta gente haga fiestas muy intensas, pero de poca duración?

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Fue raro, pero a la mañana siguiente me desperté temprano y estaba como una rosa. Conseguí que mis compañeros también madrugaran un poquito, porque aún tenía una mañana en Colombia y algo quería hacer. Nos recorrimos la Carrera 10, donde entramos en varios comercios de artesanía para que Pamela comprase diversos regalos que luego tendría que cargar yo hasta Madrid. Luego atravesamos la Plaza de Simón Bolívar para llegar a un restaurante de ricas empanadas vegetales, donde tardaron muchísimo en atendernos y yo me puse muy nervioso porque tenía que salir rápido hacia el aeropuerto.

Comimos mientras volvíamos a casa de Verde, casi corriendo. Allí me despedí y agradecí a mis nuevos amigos su hospitalidad. Me eché el macuto a la espalda y deprisa al Transmilenio. Al contrario de lo que podía esperar llegué enseguida al aeropuerto, pero ocurrió lo inesperado, el último susto… El vuelo se había cancelado.

Por una parte me alegré, porque mis vacaciones se alargaban, pero me sentía cansado. El tener asimilado que pronto estaría en casa me hizo entrar en un estado de nostalgia, pero me tentó quedarme un día más, ya que me dieron la posibilidad… Después de dos horas de cola. Si decía que no me rentaba viajar en el vuelo que me proporcionaban (en 5 horas, con escala en Londres), me hubiesen pagado una noche de hotel más comidas, y como tenía seguro de viaje hubiese podido reclamar un reembolso por cancelación, pero al día siguiente me tocaba trabajar y me pudo el deber, así que acepte el vuelo con escala en Londres con un vale para comer en un restaurante del aeropuerto donde vendían caca.

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Tan cansado estaba que conseguí dormir gran parte del vuelo, cosa sorprendente en mí. Creo que solo vi una película. Al llegar a Londres tenía que facturar mi billete a Madrid y fue tarea complicada cambiar de terminal, porque de idiomas está la cosa muy mal, aun así pregunté varias veces y me enteraba más o menos. Peor estaba un gaditano que le habían enviado allí a currar sin entender ni papa de inglés, seguro que llevaba cinco días dando vueltas por el aeropuerto buscando a un hispanohablante. Cuando me encontró no se despegó de mí, y eso me hizo sentir bien… Sé más inglés que alguien.

Y así acabó mi viaje, tronco. Este último vuelo también se me pasó rápido y llegué con ganas de pasar un día entero en la cama, pero no podía ser porque en pocas horas había que trabajar. Nada más. Un besote a todos. Próximo viaje… ¿Quién sabe?

2 comentarios en “10. Viajando solo

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