Las anécdotas, curiosidades y cotilleos siempre son divertidos. Ya escribí varias entradas dedicadas a las curiosidades de Finlandia, Dinamarca y Suecia, pues ahora toca curiosear sobre Rumanía. Como algunas son un poco largas y mi deseo es que estas entradas sean más livianas, voy a dividir las curiosidades en dos partes.
- Bandera y escudo: La última vez que hablé de una bandera fue de la colombiana, que curiosamente comparte los mismos colores que la bandera rumana, aunque la disposición es distinta y el sentido de sus franjas también. Azul, amarillo y rojo, en este orden y con franjas verticales. El azul hace alusión al cielo, el amarillo a los cultivos de trigo y el rojo simboliza la sangre, pero más recientemente se le añade el significado de libertad (azul), justicia (amarillo) y fraternidad (rojo). Moldavia comparte la misma bandera, solo que esta tiene dibujado su escudo, e igual pasa con Andorra, aunque con esta última no existe una relación histórica y cultural que haya intervenido en la creación de la bandera. Totalmente idéntica es la bandera de Chad con la de Rumanía (tal vez la diferencia esté en el tono azul), es pura casualidad.
Desde 1992 verás en el escudo un águila de oro que sostiene con el pico una cruz ortodoxa y con las garras una espada y un cetro.
El pecho del ave sostiene un escudo dividido en cinco trozos que representan las regiones del país: en el primero tenemos el águila de Valaquia, en el segundo el toro de Moldavia, el tercer trozo (abajo a la izquierda) está el león y el puente romano que cruza el Danubio, que representan las regiones de Banato y Oltenia. La cuarta franja (abajo a la derecha) tenemos otra águila y siete torres que representan a Transilvania, Maramures y Crisana. Por último, en la parte más baja del escudo vemos dos delfines en representación de la región de Dobruja, en la costa.
- La lengua más antigua de Europa, o eso dicen algunos. El rumano o dacorrumano fue la primera lengua que se liberó del latín, tal vez por eso es el único idioma romance que se declina. Su vocabulario posee mayor descendencia del eslavo que del germano, a diferencia de las demás lenguas latinas en Europa.
Y, si proviene del latín y tiene influencias eslavas ¿Por qué hay quien considera esta lengua la más antigua de Europa? Porque se han encontrado inscripciones en la zona del Danubio muy antiguas… 8500 años, para ser exactos. No he encontrado mucha información sobre esto y eso me hace dudar del todo, porque si yo escribo en un buscador de Internet “lengua más antigua de Europa” me salen muchos artículos sobre el vasco y casi nada sobre el rumano, por lo tanto seguiré pensando que es un mito malo.
- Otra curiosidad relacionada con los idiomas. Gran cantidad de rumanos y rumanas aprenden malamente español viendo las telenovelas latinoamericanas que llegaron al país a principios de los noventa, con subtítulos en rumano. No es una broma y tampoco hay pocos casos, por ejemplo, la cantante Inna es rumana y tiene muchos temas en español… Según ella aprendió este idioma viendo dichos programas televisivos.
- El leu (lei en plural) es la moneda que circula en el país, y significa “león”, porque en la antigua moneda (el tálero) aparecía dibujado un león y así es como llamaban vulgarmente al dinero en Rumanía. Hoy en día un leu son 22 céntimos de euro aproximadamente. Existen 7 billetes de 1, 5, 10, 50, 100, 200 y 500 lei, y 4 monedas de 1, 5, 10 y 50 bani, que son como céntimos. Esta moneda no es posible cambiarla fuera del territorio rumano, así que más te vale gastarte todos los lei que tengas o cambiarlos antes de salir, porque si no te los vas a comer con la ensalada, colega.
- La Real Academia de la Lengua permite escribir y pronunciar tanto Rumanía como Rumania. En España es más utilizada la primera (con acento) y en Latinoamérica la segunda, pero ninguno yerra en ello. Cierto es que los rumanos pronuncian Rumanía con acento en la “i”, pero lo escriben sin tilde, pues este símbolo no existe en el idioma. Yo he elegido Rumanía para daros el coñazo en este blog, más que nada porque lo pronuncio así.
Hasta aquí la primera parte de las curiosidades rumanas. Para la segunda parte pincha aquí, en “caraculo”, porque lo que viene a continuación es el diario.
Sábado 18, recorrido tocho
Después de una semana de curro madrugando que te cagas y el cansancio que da preparar hasta el más corto viaje, era de esperar que estuviéramos molidos, pero tal vez la emoción de despertarnos en un lugar que aún no conocíamos podría haber amortiguado nuestro sueño… O al menos el mío, porque Fosforito se quedó un rato más en la cama mientras yo me duchaba.
El bueno de Miron nos había preparado un té a cada uno y nos ofreció también un bollo que su abuela hacía para que los inquilinos de su nieto la nombrasen en sus blogs. Después del pequeño desayuno llegaba la hora de partir de nuevo al Centro, con la intención de conocer una ciudad pixelada. El tiempo nos respetaba al igual que nosotros le respetábamos a él, y nos tuteábamos cuidadosamente, sabiendo que teníamos las de perder, pero de momento nos daba unos doce graditos y pocas nubes.
Caminamos los tres por la larga Avenida de la Victoria (Calea Victoriei), la más famosa de la ciudad, llamada así tras la victoria rumana en la Guerra de la Independencia. Recorriéndola desde el Bulevar Regina Elisabeta hacia el norte, pudimos destacar la visión del Museo de Arte, La Universidad, la Plaza de la Revolución y la Iglesia Kretzulescu, terminando su recorrido en la Plaza de la Victoria, que no tiene nada de especial, es una rotonda gigante. Si hay algo que llama la atención es el contraste arquitectónico, con edificios la mar de viejos casi en ruinas y carteles publicitarios enormes de multinacionales, rodeando a estos gigantes supervivientes. Tal vez no sea una ciudad bonita, pero impresiona bastante. Otra cosa de la que nos fijamos fue de la cantidad de pequeños mercadillos que aparecían en cada esquina, alegrando la vida a Fosforito, enamorada por completo de estos baratillos.
Volvimos hacia la Plaza de la Universidad por el Bulevar Magheru, que en 2006 fue la 30ª calle más cara del mundo, y nos fotografiamos con las cuatro estatuas (Miguel el Valiente, Ion Heliade Radulescu, Gheorghe Lazar y Spiru Haret) antes de comer en un restaurante de típica comida rumana. Con prisas en la mesa, pues queríamos asistir a un Free Tour que supuestamente estaba a punto de comenzar, y así fue, llegamos algo tarde, pero encontramos al grupo.
El guía turístico daba sus explicaciones en inglés, detalle que me chafó la fiesta, pues no me enteraba de nada (y Fosforito tampoco mucho), pero descubrimos que el setenta por ciento de los asistentes eran españoles y si nos poníamos cerca de alguno con orejas inglesas podíamos escuchar explicaciones traducidas, y gracias a eso pudimos enterarnos de que una vez, Michael Jackson confundió Bucarest con Budapest en un concierto en la capital rumana, cosa que debe de pasar a menudo.
El tour nos llevó por las empedradas calles del Casco Viejo comenzando por la plaza Sfantul Anton, donde encontramos la Iglesia de la Corte Principesca, el histórico restaurante Hanul Manuc y el conjunto arqueológico “Curtea Veche”, donde se encontraba la corte real de la ciudad hasta que fue quemada en un incendio en el siglo XVIII y veinte años después destruida de nuevo por un terremoto. Aquí podrás conocer el busto de Vlad Tepes con su elegante mostacho.
Seguimos paseando hasta llegar a un pequeño diamante entre los edificios cascados del Centro, el monasterio de Stavropoleos (Ciudad de la Cruz, nombre de origen griego), apunto de desparecer a finales del siglo XIX, pero al final optaron por la bendita restauración. Es un templo enano que alberga un tesoro en sus paredes talladas, en su patio, en su interior… Fosforito flipó con esta joya.
A cincuenta metro de esta iglesia está el Palatul CEC, que es la sede del banco nacional, pero es grande, con cúpulas, bonito… y por eso lo nombro. Se encuentra en la Avenida de la Victoria, enfrente del Museo de Historia, que a su entrada hay una extraña estatua de un señor cogiendo a una perra fea que resultó ser Trajano con la Loba Capitolina. Y fue aquí donde decidimos abandonar el tour porque no nos estábamos enterando de nada y parecíamos tontacos siguiendo a un tío que nos explicaba cosas en un idioma que no entendíamos. Para escaparnos nos metimos en una galería entre edificios que estaba llena de restaurantes y lujos varios, dando a parar de nuevo a la Plaza de la Universidad.
Decidimos volver a andar hacia la Plaza de la Victoria, pero nos desviamos en la Plaza Romana para conocer nuevos caminos y parando en algún bar para saciar la sed y para vaciar cloaca, aunque esto último no lo pude hacer porque el baño de chicos solo tenía un minguitorio, y el de chicas estaba falto de alguna de las tres “P’s” (pestillo, percha y papel), y por lo tanto era impracticable la descarga.
Después seguimos nuestro camino hacia la Plaza de la Victoria, lugar al que llegamos después de un rodeo sinsentido, pero con amor, siempre con amor. Allí vimos por fuera el Palacio de la Victoria, que es el edificio del gobierno. El Museo de Historia Natural con una jirafa vigilando su puerta, y el Museo de Arqueología y Geología, pero en este lugar, quien vigila la entrada es la cabeza de un triceratops.
Estábamos cansados y la ciudad se encontraba a oscuras, pero aún nos quedaban un par de horas hasta reunirnos de nuevo con Miron, así que decidimos probar el Metro bucaristino a una parada cualquiera, pero no muy lejos. Nos bajamos en la estación Tineretului, un par de paradas al sur de la Plaza de la Universidad, y al ladito de un parque enorme con el mismo nombre que la estación. Por desgracia no pudimos recorrer estos jardines ni divisar sus lagos porque comenzó a llover con muy mala leche (leche no, agua… Es una manera de hablar), por lo tanto retrocedimos y por los tejadillos de los bloques soviéticos fuimos andando hasta el Centro, llegando después de una larga caminata al Parque de la Unión y poco después al Casco Viejo, donde nos metimos en un restaurante italiano a trincarnos una lasaña y una pizza… Una cosa cada uno, no te vayas a pensar que comemos como cocodrilos.
Otra vez en la Universidad y de nuevo para encontrarnos con Miron, que llegó justo después de que Fosforito hubiese estado discutiendo con un borracho en un inglés mediocre por un motivo que no merece ser nombrado, pero casi se pegan y todo. Y hablando de borrachos… Nuestro amigo rumano llegó bien chispado y contentillo, se le notaba en el color de su media sonrisa. Decidió que lo mejor para llegar a su casa era tomar un taxi y nosotros no íbamos a contradecirle.
Ya en su casa nos ofreció un chupito de tuica, que es una bebida alcohólica artesanal y nacional, hecha con ciruelas (gran productor europeo de esta fruta), azúcar, levadura y mogollón de alcohol… Tanto que me dejó tolai durante unos minutos, y luego me fui a la cama enfadado porque Fosforito se negó a probarlo y me había dejado solo con aquella locura. Menudo final para ese día tan matador.