Toulouse, como cualquier ciudad o, mejor dicho, como cualquier lugar del mundo, tiene sus propias curiosidades, algunas más conocidas y otras menos, pero así es la vida, pasan cosas en los lugares y yo aquí recojo algunas conocidas (porque otras ni siquiera habrán pasado a la historia) y las enumero, para que puedas saber algo más sobre esta ciudad del sur de Francia. La verdad es que yo no tenía ni idea hasta que fui:
- Restos de un filósofo
¿Os acordáis de nuestro amigo Santo Tomás de Aquino? Creo que era el tercer filósofo que había que empollarse, justo después de Platón y de Aristóteles. Pues este menda pensante tiene la mayor parte de sus restos en el Convento de los Jacobinos, después de haberse movido varias veces de aquí para allá. Y digo parte de sus restos porque en Nápoles hay un hueso y en Roma hay otro, y así le tienen al fiambre, como para resucitar está.
- Astroturismo
Bueno, bueno, bueno… A pocos kilómetros del Centro tenemos un parque temático muy original: La Ciudad del Espacio, donde existen réplicas de cohetes, naves, satélites… Vamos, todo lo relacionado con el espacio, y a escala real, colega. Hay juegos, exposiciones, simuladores y mucho más. Y voy a dejar de hablar de la Ciudad del Espacio porque está empezando a parecer que me han pagado para publicitarlo… Ni siquiera te voy a decir lo que te puede costar una visita al parque, que no es poco, pero tampoco es mucho.
- Una ciudad medio española
Ya hemos hablado de por qué Toulouse contiene tantos nietos de españoles. Apellidos catalanes y castellanos completan los nombres de sus habitantes y no solo es por la cercanía. El exilio republicano que tuvo lugar sobre todo desde 1944 acogió a unos 100.000 españoles y hoy en día el 10 por ciento de la población tolosana tiene origen español, siendo este un idioma hablado por unas 25 mil personas, detrás del francés y del occitano (por cierto, muchas cosas, como el nombre de las calles, están escritas en ambos idiomas, francés y occitano). Al poco rato de pasear por las calles te percatarás de la influencia española y catalana.
- Pescadores de arena
Resulta que hay una especie de cafetería en el parque La Daurade, pegado a la orilla norte del Garena. Está como incrustado en el muro que da forma semicircular al parque. Cuando hace buen tiempo ponen terraza e incluso se han hecho conciertos. Este establecimiento se llama “Pecheurs de Sable”, y su significado es “Pescadores de arena”, muy propio a lo que pudo ser antaño, porque lo que hoy es una agradable cafetería, en su día fue un garito que recogía los cadáveres del río Garena y los exponían para que los familiares los reconociesen, porque no debían ser pocos los muertos que surcaban el río. Así que ya sabes, si pasas por ahí y decides tomarte una cerveza, que sepas que antes fue una antigua morgue.
- El Escudo de Armas
Y por último os desgloso el Escudo de Armas de la ciudad. En el año 1211 aparece por primera vez este escudo en el sello de una carta. Una oveja o cordero es lo primero que entra por nuestros ojos, pues se encuentra centrado en la parte inferior. Este animal representa la fuerza (ya me dirás tú que fuerza puede tener un corderito) y porta la cruz occitana. Se cree que el cordero fue el primer símbolo añadido y que viene de la época romana, donde se representaba a Júpiter con un carnero, y más tarde le colocaron un aura en la cabeza para santificarle. La cruz de Occitania que porta la oveja te la encuentras por todas partes en la ciudad. Es una cruz de la cual salen tres esquinas de cada brazo, teniendo en total 12 picos (en medio de la plaza del Capitolio, en el suelo, hay una cruz enorme y en cada punta está representado un signo del zodiaco). A la izquierda de la cruz veremos el Chateau Narbonnais, un antiguo castillo del que hoy solo quedan unas cuantas piedras bajo el parlamento. Y a la derecha está la Basílica de San Sernis. Todo esto en la parte media e inferior del escudo, sobre un fondo rojo. Y en la parte superior del escudo y con un fondo azul, encontrarás la flor de lis varias veces repetidas.
Llegaba el momento de la verdad: La defensa del TFM. A Fosforito le tocaba dar el careto ante unos desconocidos al otro lado de la pantalla, pero lo primero es lo primero… Un cafelito calentito, que si no ella no puede afrontar ni los obstáculos más leves que la vida nos regala.
En esta ocasión los gnomos se habían comportado, porque les debió caer una buena bronca la mañana anterior. Cruzábamos los dedos para que no se les cruzase el cable durante la exposición del trabajo y no se cruzasen de un sitio a otro, porque como los profesores viesen algún cruce de alguien o algo que no fuese Fosforito seguramente le cruzarían la prueba con un suspenso.
Después de varios repasos, recolocación del entorno y asegurarnos de que nadie intentaría entrar a la habitación, comenzó la defensa. Este extraño examen por videoconferencia duró unos veinte minutos y el resultado fue de victoria. En el momento no se lo dijeron, pero a día de hoy sabemos que le pusieron un diez, así que genial, todo el estrés se fue de un puntapié. Ya solamente nos quedaba medio día largo para recorrer lo que nos faltaba de Toulouse.
Por desgracia para mí, mi compañera quería volver a visitar el Convento de los Jacobinos porque había una zona a la que no habíamos entrado, al patio interior, lugar por el cual cobraban entrada, pero contratacamos con nuestros carnés jóvenes, rozando el límite de edad ya, pero válido aún, así que entramos gratis, sonriendo ella y dolorido yo por el peso de la mochila.
Después de dieciocho horas metidos en aquel patio interior (quizá fue algo menos), que, por cierto, poca cosa me interesó; nos fuimos a buscar un sitio donde almorzar, y siendo un domingo de esos que se ríen de los turistas porque casi no se abre ningún local, nos tocó recorrer gran parte de la ciudad con esas mochilas destroza espaldas. Finalmente encontramos un lujoso restaurante de comida rápida y nos metimos pal cuerpo un durum y un crep de chocolate, para coger fuerzas.
Ahora, con las pilas recargadas, nos adentramos en el barrio musulmán primero, el barrio visigodo después y por último el barrio de los unicornios, pues cruzándolos encontraríamos el Jardín Japonés, que está dentro del Jardín Compans Caffarelli, y no sabemos si este, a su vez, se encontraba dentro de algún otro jardín. Y quien sabe si el Jardín Japonés albergaría a algún jardincito más… No sé, podría ser. El Japanese Garden contenía una energía mágica del maldito amor romántico, porque fue entrar y empezar a bailar con Fosfo el vals de la Bella Durmiente mientras dábamos vueltas por el jardín. Y no éramos los únicos, todas las personitas que entraban en este jardín oriental comenzaban a bailar, besarse, recitarse… Niños, ancianos, pájaros… Los únicos que parecían al margen de este hechizo eran los peces naranjas gigantescos que nos observaban desde los canales. Tal vez tenían algo que ver, como el dragón chino que vigilaba entre unos arbustos, que yo le vi, aunque él no lo sepa.
Extraña magia esta que se acabó en cuanto salimos, frente a una estatua de Picasso que observaba como cambiaba nuestro estado amoroso en cuestión de segundos. De repente empezamos a gritarnos y a enfadarnos como niños pequeños… Ni siquiera recuerdo por qué, solo sé que cogimos el metro más cercano y acabamos comiendo más creps en un pequeño local próximo a la Plaza del Capitolio.
Se acababan las vacaciones. Tal vez por eso el mal humor que nos rodeaba por instantes. Apenados tomamos el metro y posteriormente el tranvía que nos llevaba al aeropuerto. Solo quedaba resignarse y agachar la cabeza para que la vida nos acribille a collejas de vieja.
Por ahora no tengo nada más que contar, así que vete por dónde has venido y vuelve cuando el fin del mundo esté cerca.
Te quiero mucho. Un besito.
Muy buena entrada, me gustan las curiosidades como estas. Son cosas que no siempre encuentras en las guías a la hora de visitar las ciudades. Me encantó. Muchas gracias
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Muchas gracias a ti por hacerme una visita!
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