Creo que tendremos que comenzar por un señor llamado Ascanio. Este hombre huyó de la destrucción de Troya junto con su padre (el héroe Eneas) hacia la Península Itálica. Una vez allí, tras disputas variadas en la región del Lacio, Ascanio fundó una nueva ciudad llamada Alba Longa (en los Montes Albanos). Pasaron los siglos, los Dioses y los reyes en Alba Longa, hasta llegar al rey Numitor. Este tenía un hermano pequeño muy cabezón y envidioso, Amulio, que se moría por dentro solo de pensar que era el segundón de la familia, así que decidió liarla un poco gorda y destronó a su hermano Numitor (supongo que con ayuda de un ejército o algo así), desterrándolo de un puntapié. No contento con ello se cargó a todos sus sobrinos varones para cortar cualquier descendencia que su hermano pudiera tener, pero decidió dejar viva a su única sobrina, Rea Silvia, eso sí, la obligó a convertirse en una Virgen Vestal, adoradora de la Diosa Vesta y por lo tanto no podría perder la virginidad si no quería ser enterrada viva.
Mucha presión tal vez para esta muchacha que había visto morir a todos sus hermanos y cómo el cerdo de su tío destronaba a su padre. Tal vez por la presión, Rea Silvia tuvo un desliz… Dice que en un sueño el dios Marte la visitó y la violó… Violada o no, Marte o no, da igual, el caso es que de su vientre salieron dos bebotes llamados Rómulo y Remo ¿Te suenan? Pues como no, Amulio se enteró y enfureció, así que como era de esperar mandó que les matasen.
Ahora bien, no se sabe si el verdugo o la verdugo tuvo compasión y simplemente les dejó metiditos en una cesta para que la corriente del río Tíber se ocupase de ellos, o fue más bien cosa de Dioses, pero la movida es que no murieron ese día. La cesta encalló en unas ramas y una “loba” los encontró. Pongo loba entre comillas porque hay quien dice que en realidad fue una prostituta, pues la palabra loba en latín quiere decir también prostituta. Fuera lo que fuese, este ser femenino amamantó a los pequeños y les ayudó a crecer y a ponerse fuertes.
Al poco tiempo, el pastor Fáustulo iba caminando por el campo con sus ovejas (o lo que sea que se pastoreara en aquella época) y se encontró a los pequeños dándole a la teta de la “loba”. No sé entonces si los robó o los tomó prestados, pero el caso es que se los llevó a su casa junto con su esposa Aca Larentia. Entre los dos criaron a Rómulo y Remo hasta la edad adulta.
Ya estaban creciditos y los consideraban personajes de acción cuando descubrieron de alguna manera que desconozco, que sus orígenes estaban en Alba Longa y de la historia de su miserable tío, así que marcharon enfurecidos hasta la ciudad con la idea de fiambrar al familiar… Y así fue, se cargaron al tío Amulio, y Numitor, el abuelo de los hermanos, volvió a subirse al trono. Ahora sí, como a ellos les molaba mucho el tema de la Monarquía y las coronas, tuvieron la genialidad de fundar una nueva, pero no tuvieron la genialidad de ponerse de acuerdo en la elección del lugar. Remo quería en la Colina Aventino y Rómulo en el Monte Palatino.
¿Quién de los dos ganaría esta disputa? Decidieron hacer una típica competición de avistamiento de buitres: quien divisase más carroñeros sobrevolando cada colina elegida, sería el primer mandamás de la nueva ciudad. Remo vio seis buitres, mientras que Rómulo vio doce.
Como vencedor, el joven Rómulo trazó los límites de su ciudad a la que llamaría Roma, y decretó que dichos límites no podrían ser traspasados durante la ceremonia de inauguración, pero claro, Remo estaba un poquito enfadado, así que desafió las palabras de su hermano pasando la línea ficticia. Lo que posteriormente pudo ser una disputa fraternal con tres bofetadas bien dadas, se convirtió en un asesinato, el de Rómulo a Remo. Y ya está, otra ciudad más, con su monarquía y su senado. Lleno de fugitivos, perseguidos, exiliados, pastores y campesinos, pero eso sí, con una mayoría masculina pronunciada, así que tenían un grave problema si querían que aquella ciudad tuviera algún futuro. Y lo tuvo, gracias a uno de los capítulos patriarcales más impactantes de la historia semi-mítica, y un ejemplo de cosificación de la mujer en toda regla, titulado “El Rapto de las Sabinas”, pero no voy a profundizar más en el origen de Roma… Digamos que en unos juegos creados por Rómulo en Roma, donde participaban distintas ciudades de alrededor, los romanos secuestraron a gran parte de las mujeres jóvenes.
Aquí lo dejo. Si a alguien le interesa profundizar más, que se las apañe.
I
Érase una vez, hace muchísimo tiempo (concretamente el día 27 de marzo del 2018), dos jóvenes apuestos… Bueno, en realidad rozaban la treintena y no eran tan apuestos. De hecho, no eran ni del montón, más bien tiraban a feucos, siempre y cuando tengamos en cuenta los cánones de belleza establecidos por la época, los medios y la sociedad heteropatriarcal. Pues eso, dos -no tan- jóvenes llamados David y Fosforito, decidieron montarse en un avión con el propósito de viajar en el tiempo y retroceder más de 2000 años, pero como alguien les dijo que eso no podía ser de ninguna manera, porque para viajar en el tiempo tienes que leerte otro cuento, lo que hicieron al fin fue tomar ese avión que les llevaría a Roma, capital de la historia de sus antepasados.
En dos horas y media ya estaban con los pies en aquellas tierras, a unos 1500 kilómetros, más o menos, de su ciudad natal. Enseguida encontraron el camino hacia un hostal, gracias a las miguitas de pan que el GPS del Smartphone había ido tirando. Este hostal llamado “Amico Hotel” se encontraba en un barrio al Este del Centro, a unos 15 minutos en tranvía. La verdad es que dicho barrio daba cierto respeto, sobre todo en horas de luz de farolas. Se podían encontrar varios lobos feroces, aunque todo el mundo sabe que los lobos feroces de nuestra época no son tan peligrosos.
El hostal estaba en la séptima planta de un edificio más viejo que Roma, con su ascensor tirado por robustas amazonas y pasillos de Italy Horror Story, un laberinto donde, por suerte, no llegaron a encontrarse con ningún minotauro. La habitación estaba claramente habitada por el Fantasma de Canterville, pero a los jóvenes madrileños no les importaba mucho esto, siempre y cuando el colchón estuviera mullidito.
Ya era tarde y tenían que aprovechar esas pocas horas de lucidez cerebral, antes de que el malvado sueño agarrase sus corazones, así que escaparon en tranvía hacia un lugar al otro lado del río Tíber. Les esperaba el Trastevere, un barrio con calles medievales y casas de chocolate, muy transitadas las callejuelas por culpa de todo el plan de ocio que ofertaba. Restaurantes, bares, pubs, discotecas… Era de esperar que nuestros dos viajeros cayesen en la trampa de la bruja, que lo único que deseaba era que comiesen pizza, ñoquis y una patata asada para engordarlos y luego… Bueno, todas aquí nos sabemos el final del cuento, así que salieron del restaurante con la tripa llena y felices de andar por aquel suelo adoquinado a la luz de la oscuridad, mientras una bruja ardía en el horno a fuego medio-alto.
Caminando de puente en puente y volviendo a tirar el dado, porque les llevaba la corriente, se toparon con una casilla inesperada, la de una fuente que podríamos ver en el Parque Europa cayéndose a cachos. Se trata de la Fontana de Trevi, que cambia la Oca por los hipocampos, los tritones y sobre todo lo demás, el inconfundible dios Neptuno.
Eran bajas horas de la noche, pero “noche” al fin y al cabo, así que qué mejor que buscar descanso inseguro en una habitación parecida al del hermano mayor de los tres cerditos. Tomaron uno de los últimos autobuses que surcarían aquellas calzadas romanas en ese final de día y se refugiaron en la cama de paja. Pensaron que el día siguiente sería duro, así que soñaron un plan para hacerse con las espinacas de Popeye.