¿Atenas toma su nombre de la Diosa Atenea o es la Diosa la que adopta el nombre de la ciudad? No se sabe, aunque se cree con mayor certeza que es la segunda, pues Atenas era llamada antiguamente como “Athenai”, que es una forma plural, por lo tanto, seguramente, se refería a “las Atenas” o “las Ateneas”, y Atenea solo hay una. Por lo tanto, puede que este nombre se refiriese al conjunto de una serie de pueblos que acabaron uniéndose creando esta gloriosa ciudad.
No sé, tal vez la Diosa ya era la patrona y protectora de estos pueblos antes de la unión, aunque el mito deja claro que la disputa entre dioses fue por una ciudad y no un territorio sin unificar. Además, según este mito, antes de la contienda entre Atenea y Poseidón, la ciudad tenía el nombre de Cecropia, por su rey Cécrope (hombretón con cola de serpiente), y fue en este periodo cuando ocurrió todo. Menudo lío ¿Verdad? Pues así es toda la mitología griega: diferentes mitos que se contradicen, fechas que se entrecruzan, leyendas similares… Un jodido lío.
El Mito de la disputa por la ciudad de Atenas cuenta, que cuando la ciudad ya estaba fundada y buscaba a su Dios protector, Poseidón y Atenea se interesaron mucho por ella y acabaron en pelea familiar (muy típico en las mitologías), pero Zeus se interpuso entre las bofetadas y propuso un concurso para ver quien se ganaba a sus ciudadanos. Los dioses implicados decidieron darles algo a los habitantes para que tomaran al fin la difícil decisión (sobornarles, vaya).
Poseidón, Dios de las aguas, de los terremotos y de los caballitos, golpeó con su tridente mágico una roca en el Acrópolis para que naciese de ella una fuente con agua salada y también un caballo maravilloso. Lo del équido vale, seguramente se lo quedaría el rey de cola de serpiente ese, pero lo del agua salada… Como que dejó mal sabor de boca a los atenienses (nunca mejor dicho), porque teniendo el mar a pocos kilómetros y encima no pudiendo bebérsela, pues como que no caló muy hondo. Entonces, la Diosa de la sabiduría (Atenea), que no lo tenía muy complicado la chica, tampoco se lo curró mucho, pues ya sabía que lo iba a superar, e hizo crecer un olivo con sus aceitunas y todo, simbolizando también la paz y la prosperidad.
El Dios de los mares, furioso por la derrota, empezó a inundar todo con sus lágrimas en plan pataleta, hasta que su hermano Zeus, le dijo: “¡Eh tío, que la estás liando mazo! No te comportes como un bebé y píllate otra ciudad, que somos Dioses y podemos hacerlo”. Poseidón, como tenía un poco de miedo a su hermano, reculó, pero maldijo a las mujeres de la ciudad (dime tú por qué) sin poder votar. Aunque claro ¿Quién votaba en esta época si era una monarquía? (¿ves como los mitos se contradicen?).
La democracia se empezó a fraguar cuando el último rey del Ática llamado Codro, se inmoló por su pueblo para no ser derrotados por los dorios, pues según el Oráculo de Delfos, esta tribu no debía matar al rey ateniense si quería ganar la guerra, y enterándose el rey ateniense de esto, se disfrazó de enemigo vulgar (o sea, no de rey) y fue a que lo matasen para que su pueblo no saliese derrotado ¡Todo un héroe! Los atenienses, admirados por el patriotismo de su difunto líder, decidieron que a partir de entonces no habría más reyes en Atenas. Aunque en realidad la democracia llegó más tarde y a los líderes posteriores a Codro les llamaron “arcontes”, que se traduciría como “dominantes” o “gobernantes”. De todos modos, el significado de este título fue variando a lo largo de los siglos en la Antigua Atenas.
Bueno, a continuación, tenemos un poco de nuestro diario viajero. Hablaré de nuestra larga escala en Múnich y de nuestro primer día en Atenas. Si no te interesa puedes ir directamente al siguiente capítulo donde haré un resumen de lo que ver y hacer en la capital griega. PINCHA.
α. Entre bávaros y helenos
Pues así estaban las cosas. Fosfo y yo volvíamos a viajar juntas. Esta vez nos marchábamos diez días, a un país mediterráneo que ninguna había visitado con anterioridad y ATENCIÓN… ¡En pleno verano! Pero como a las dos nos fraguaron en el infierno, decidimos retar a Hades esta vez. Un 15 de agosto despegó nuestro Pegaso de Lufthansa con destino Atenas, aunque con una larguísima escala en Múnich (capital de Baviera, Alemania) que aprovechamos, por supuesto.
Salimos de madrugada y llegamos a capital bávara sobre las ocho de la mañana hora española… o alemana, da igual porque es la misma, salvo en las Islas Canarias, que es una horita menos, pero eso no nos trastoca la historia. A las ocho A. EME. Estábamos pillando el metro alemán traicionero (porque es fácil colarse, pero como te pillen la has cagao) directas a Marienplatz (Plaza de Santa María). Yo aquí sí que había estado una vez en mi vida, pero a mi compi se le salieron los ojos del asombro al salir del Metro, porque sinceramente, impresiona.
Después de fotos varias recorrimos la plaza en busca de información turística y, entre unas cosas y otras, nos topamos con el Free Tour en español que empezaba ya ¿Casualidad? No lo creo, diría Iker Jiménez. El tour, como casi siempre, no nos dejó indiferentes y aprendimos muchas cosas que no te voy a contar porque eso sería quitarle el trabajo al valenciano que con mucho ímpetu iba saltando por las calles muniquesas, así que os contaré solo algunas.
Marienplatz es la plaza por excelencia de la ciudad, un símbolo. En su centro verás la Columna de Santa María de 1638. La virgen de la ciudad está rodeada por cuatro ángeles guerreros que luchan y vencen al hambre, a la guerra, a la peste y a la herejía, cuatro males que fastidió mucho a esta ciudad en el pasado (¿y a quién no?).
El Nuevo Ayuntamiento es la edificación más característicos tanto de la plaza como de la ciudad en general. Se empezó a construir en el siglo XIX y se terminó a principios del XX. En su frente descansan diferentes esculturas de reyes bávaros antiguos, alguna otra gárgola y a lo largo de su torre, el famoso Carillón: tres veces al día (11:00, 12:00 y 17:00) al finalizar las campanadas, empieza a sonar una melodía que si vives cerca tiene que llegar a ser tediosa, y unos muñecos comienzan a bailar para celebrar el final de la peste de 1517. Al final, hay una justa a caballo entre un bávaro y un francés ¿Quién gana? Te lo puedes imaginar, pero aun así todos los espectadores aplauden la victoria, como si no ocurriese tres veces cada día.
Seguimos dando un paseo por la ciudad con el grupo de hispanohablantes, tarareando la demoniaca cancioncita del carillón y escuchando de fondo al guía. Fue gracioso cuando paramos en la Catedral de Nuestra Señora de Múnich, porque quiso enseñárnosla por dentro cuando había una misa, pues el 15 de agosto se celebra en la ciudad una fiesta religiosa (da igual el tipo de fiesta, pero el 15 de agosto es festivo en casi todo el mundo). El guardia del templo nos intentó echar muy amablemente, pero nuestro guía no se iba, hasta que el guardia cambió el tono y, como era de imaginar, a un alemán enfadado siempre es mejor hacerle caso.
Un centro comercial, un escaparate con ropa tradicional y una calle con tiendas y coches de lujo fueron otras paradas, pero como no, la más interesante de todas fue cuando paramos en la Cervecería Hofbräuhaus, la más famosa del mundo gracias a los discursitos de Hitler, eso sí, es unos 350 años más antigua que el führer. Allí terminó el tour, y aunque yo tenía muchísima sed de cebada, en aquella cervecería había mucha gente, así que salimos de allí y buscamos otra cervecería y algo para comer. Pillamos unos bocatas en un puesto de comida rápida y terminamos nuestra visita a Múnich sentados en unas mesas que rodeaban un quiosco donde despachaban jarras de cervezas a toda velocidad. Yo me pimplé una, pero Fosfo solo probó de la mía porque ella, con esto de la edad, ya no bebe tanto.
Regresamos al aeropuerto, faltaba poco para que concluyera nuestra larga escala y como apenas habíamos dormido nos encontrábamos algo morimuertos, así que, teniendo en cuenta que aún nos quedaba algo más de una hora para la salida del vuelo, nos tumbamos en las hamacas que tenía el aeropuerto, porque oiga usted, madre mía el aeropuerto que se gastan estos alemanes, había hasta duchas. Fue casi un error lo de las hamacas, y digo “casi” porque casi perdemos el vuelo… Se nos piró la olla y acabamos entrando las últimas a tres segundos y medio de que cerraran las compuertas. Como hubiese cambiado todo si ese avión se hubiera ido sin nosotras. No quiero ni pensarlo (dramatizo un poco, pero en realidad no le di muchas vueltas).
Los viajes con Lufthansa están chulis porque te dan de comer. Solo quería comentarlo.
A las once de la noche llegamos a Atenas muertas de sueño y aún nos quedaba la ODISEA de llegar al albergue. Tomamos un bus que tardó algo menos de una hora en dejarnos en el Centro (Plaza Syntagma) y tras perdernos unos instantes un buen hombre nos puso en situación: “O pilláis el Metro ya, que lo van a chapar, u os va a tocar andar muchos kilómetros hasta vuestro jodido albergue”. Reaccionamos rápido y creo que cogimos el último tren… Menos mal. Llegamos al hostel, un lugar en obras, paredes ruidosas, personal vago, compañeros de habitación bordes… Pero no teníamos muchas energías para quejarnos, así que cada una se fue a su cama y pasando de poner despertador.
Así nos ocurrió, que nos despertamos a unas horas bastante alejadas del alba. Sobre todo, Fosfo, que cuando abrió los ojos yo ya estaba duchado y actualizado en cuanto a las noticias del día en Atenas. Mientras desayunábamos (o almorzábamos, según se mire) negociamos qué hacer aquella primera tarde en la capital griega, y habiendo probado ya los ardientes rayos de Helios creímos que la mejor opción debía ser visitar un museo, pues allí nos podríamos beneficiar de algún aire acondicionado. Así pues, nos presentamos ante el gran edificio del Museo Arqueológico de Atenas, el primero de unos cuantos que veríamos en Grecia, pero creo no equivocarme al decir, que este fue el mejor. No entraré en detalles porque esa es la función de la siguiente entrada, pero vamos, que a nosotras nos moló bastante y por ello estuvimos varias horas vagando en su interior.
Al salir se nos había ido casi toda la tarde ya, así que visitas a sitios con entrada ya nada, que todo cerraba sobre las ocho ¿Entonces qué? Pues a pasear por el Centro. Un recorrido por las tiendecitas incrustadas a cada lado de las callejuelas de Monastiraki, donde podrás encontrar baratijas de todo tipo, telas, bisutería, figuritas de tu Dios griego favorito, aceitunas envasadas… Fue cansado y complicado sacar a Fosfo de aquella zona. Ya a oscuras dimos una vuelta por el barrio de Gazi, donde se dice que se montan unas buenas fiestas, aunque en esta ocasión estaba todo demasiado tranquilo, así que, como andábamos cansados, nos introdujimos en el metro y de vuelta al hostel.
Yo diría que nada más. Así había sido nuestro segundo día de viaje y primero en Grecia. Nos duchamos y esas cosas y en un plis plas ya estábamos durmiendo la mona, porque al día siguiente había que mendrugar.
En el siguiente capítulo hablaremos sobre lo que una puede ver y hacer en la magnífica ciudad de Atenas ¡¡¡Nos vemos!!!