¡Claro que sí, guapi! Volvemos a la carga. Esta vez nos propusimos tachar esos dos países que formaban una nube opaca en nuestro mapa europeo. Habíamos visitado todos los países de alrededor, pero Suiza y Liechtenstein aún quedaban por conquistar, algo inadmisible en nuestro “Age of Empire”. Ya nos habíamos quedado cerca en aquel Eurolokos del 2011 cuando llegamos en coche desde Múnich (Alemania) hasta Bregenz (Austria), pero por motivos de reloj decidimos no cruzar la frontera hacia Suiza.
Pues hablando de relojes suizos, ya era hora de pisar esos frescos suelos, de visualizar lagos al pie de las montañas, de gastarse el sueldo de un año en chocolates, de desnudarse sobre la nieve… De todo eso y mucho más. Ya era hora.
Suiza ¿Qué me puedes contar de Suiza? Si eres europeo seguro que sabes donde se encuentra y todo eso ¿Verdad? Voy a exponer un pequeño resumen informativo del país y así vamos conociendo más esta hermosa tierra ondulada.

La Confederación Suiza se ubica en Europa Central, sin salida al mar, rodeada de cinco hermosos países (Austria y Liechtenstein al Este, Alemania al Norte, Francia al Oeste e Italia al Sur. Es una república federada y está fraccionada en 26 cantones. Cada cantón tiene sus leyes y sus movidas, por ejemplo, en cada cantón hay una lengua oficial (o lenguas oficiales): las cuatro lenguas oficiales del país son el romanche (se habla en el cantón de los Grisones, al este), el italiano (al sureste), el francés (en la parte más occidental) y sobre todo el alemán.
Suiza tiene una extensión de 41.277 km cuadrados, o sea, un 8,15 % del territorio español (505.370 km2) y un 2,10 % del territorio mexicano (1.964.375 km2). Pequeño, pero matón. El censo del país es de 8.500.000 habitantes, 202 personitas por kilómetro cuadrado en 2018, una pequeña barbaridad si lo comparamos con los dos países hispanohablantes: en España hay una densidad de población de 92 hab/km2 y en México 57 hab/km2.
El pico Dufour es el punto más alto del país, encontrándose este en la cordillera de los Alpes del Valais, en la provincia de Zermatt, muy cerquita de la frontera con Italia. El pico mide 4.634 metros sobre el nivel del mar, es el segundo más grande de Europa Occidental (detrás del Mont Blanc, de 4.810 msnm). Se trata del país más alto de Europa (en porcentaje respecto a su tamaño), pues eso de que no esté cerca del mar y que dos cordilleras la atraviesen por todos lados (Alpes y Jura) ayuda mucho a conseguir esta primera posición. Los lagos Ginebra, Constanza y Neuchatel son la gran reserva de agua dulce del país. El río Rin es el jefe de la zona, pero también se aprovechan gotas de las cuencas del Ródano, Danubio y Po, entre otras.
El Franco Suizo es la moneda oficial (también de Liechtenstein), con el código ISO “CHF”, por si quieres ir mirando cómo está la conversión a tu moneda favorita. Su economía es de las más poderosas del mundo, así que no te metas con ellos que te embargan la cara. Da igual de donde vengas, pues los precios de las cosas te van a dar una buena patada en el culo… Todo era caro para mí, pero claro, los sueldos de allí lo permiten.
El cristianismo es lo que triunfa en el país con su 80%, aunque divididos por la mitad entre católicos y protestantes. El islam y el ateísmo casi cierran el porcentaje.

¡Y nada más! Para más datos mírate una página muy chula que han creado ahora que se llama Wikipedia, ahí te viene de todo sobre cualquier tema. Ahora os dejo con el diario, por si os aburrís y queréis leer tonterías. En esta ocasión una peculiar epidemia ha llegado a Madrid y nuestros protas tienen que huir cuanto antes de allí. Si lo que prefieres es seguir culturizándote, te propongo la siguiente entrada, sobre Liechtenstein, ese micro-estado que pocos conocen.
APOCALIPSIS CARIÑOSO
No sabemos ni como ocurrió. Estábamos tomándonos unas cervezas en el aeropuerto de Madrid, mientras esperábamos un vuelo nocturno a Milán, cuando vimos por la tele que la gente de la ciudad corría por todas partes. Al principio pensamos en un atentado o algo así, nadie sabía qué estaba pasando, pero no nos enteramos de la verdad en ese momento, pues la alarma del móvil nos recordó que salía el avión. Casi olvidándonos de todo, pillamos el vuelo y sobre las once de la noche llegamos a la ciudad italiana de Bérgamo. Al parecer era el último vuelo que llegaría al aeropuerto esa noche, pues se habían cancelado todos los posteriores. Nos hicieron un control absurdo y exagerado al salir… No comprendíamos nada.
Un autobús nos llevó a Milán. Ya en la gran ciudad observamos que estaba muy vacía para ser viernes, pero tampoco le dimos mucha importancia. Caminamos hacia el metro y justo cuando íbamos a entrar apareció una chica en un coche, y nos invitó a subir. Yisus y yo siempre hemos sido unos descuidados, así que nos miramos un poco sorprendidos y después subimos al coche.
Nos dijo que nos llevaba hasta su casa, donde pasaríamos la noche. Nos había seguido desde el aeropuerto y, sabiendo que éramos españoles, quería interrogarnos. Se llamaba Martina, una científica secreta que trabajaba por cuenta propia. Quería resolver algo, aunque claro, esta información la supimos muchísimo después.
–¿De qué parte de España? –Nos dijo en un español mediocre.
–De Madrid –Dije.
–¿Por qué habéis venido?
–Para pasar unas merecidas vacaciones –Dijo Yisus.
–¿Sabéis lo de la epidemia?
–No –Dijimos los dos–. ¿Qué epidemia?
–En la zona del centro de vuestro país ha surgido una extraña epidemia en la que todo el mundo se abraza, como si se quisieran mucho –Dijo la chica–. Y cuando te abrazan te transmiten la “enfermedad” y te conviertes en uno de ellos.
Flipando nos quedamos. Al principio no nos lo creíamos e incluso nos reíamos en su jeta, pero cuando llegamos a su casa nos puso la noticia, que estaba en todos los canales. Parece ser que Yisus y yo nos habíamos librado por los pelos, y eso nos alegró, a pesar de que nuestros seres querido estarían por ahí dándose abracitos.
Después de varias preguntas entrelazadas, Yisus se tronchó de sueño y no quedó más remedio que irnos a sobar. Esa noche dormimos muy bien en la cama de los gatos de nuestra huésped. No teníamos remordimientos… De hecho, nunca hemos tenido de eso.

Al día siguiente Martina nos despertó muy pronto para seguir preguntándonos cosas absurdas sobre la plaga española. Nos sacó sangre, saliva y otros flujos corporales que quería analizar, y cuando comprendió que ya no podía sonsacarnos nada más nos echó de su casa.
Pasamos la mañana dando vueltas por la ciudad, esperando a una hora concreta para recoger un vehículo de alquiler que haría de casa en nuestras vacaciones. Una Camper Van con camas, cocina, agua y frigorífico, todo un lujo. Pero antes de adquirirla pudimos comprobar el miedo de la gente en las calles: toda la gente que se podía ver (que era poca) evitaba el contacto físico, nadie hablaba, ni siquiera miraban a los ojos. Era muy triste y siniestro, sobre todo esta mano que nos mandaba a la mierda sin haberla hecho nada:

Pero vamos, que eso no evitó que nos metiéramos en un antro para comernos unas buenas pizzas caras, cosa que nos sirvió para enterarnos de las nuevas noticias… La epidemia de abrazos se había extendido por toda la Península Ibérica y había llegado a Marruecos y al sur de Francia. El susto lo teníamos en el cuerpo, pues solo pensar en los abrazos nos daba un escalofrío muy desagradable.
Ahora sí, conseguimos la furgocasa y sin pensarlo más de once veces tiramos para el norte, hacia Suiza, que sabiendo como son allí, va a costar que la gente se ponga a abrazar y a dar cariño. Parecía un sitio seguro, la verdad.
Aunque fuimos unos ingenuos pensando que nos iban a dejar pasar la frontera tan fácilmente. Dos guardias fronterizos (una mujer y un hombre) nos apuntaron con sus fusiles y nos pidieron todos los datos posibles que se pueden pedir. Los nervios nos afloraron y ellos lo notaron. La mujer, que aún tenía cocaína pegada al labio superior, empezó a cargar su fusil con una sonrisita, entonces, cuando parecía que estaba todo perdido, el chico policía convulsionó durante unos segundos y luego se lanzó hacia su compañera, propinándole un abrazo demasiado cariñoso como para ser natural. Nosotros aceleramos la furgo sin pensárnoslo mucho, dejando el sonido de la metralla a nuestras espaldas… Parece ser que la epidemia se estaba convirtiendo en pandemia.
Ya en Suiza, en la hermosa ciudad de Lugano, paramos para descansar del susto. Las calles estaban totalmente vacías y a oscuras, pues ya eran las ocho de la tarde. Entramos a mear en un casino y allí todo el mundo estaba pendiente de la televisión. Al parecer la policía fronteriza había logrado parar el avance de los abrazos, por lo tanto, esa noche estaríamos seguros en Lugano. Allí preparamos las camas de la furgoneta y nos echamos a dormir.
Continuará…
