Día 4. «Fiesta entre dos lagos» Qué ver en Suiza II (01/01/2019)

Continuamos con la guía, que, aunque queda mucho, intentaré ser más breve que en la entrada anterior, que se me va mazo la pinza y luego no sé recular. Necesito a alguien a mi lado que me vaya dando collejas cada vez que se me alarga un tema, pues siempre me parece poco lo que voy escribiendo y quiero detallar más y más, hasta que… ¡Ains! ¡Ya empezamos!

En la entrada anterior hablamos sobre Zúrich, Berna y Ginebra, la capital y las dos ciudades más grandotas. En esta entrada intentaré resumir casi todo lo demás:

Mapa que ver

LUSANA: Es la cuarta ciudad más poblada de Suiza y, a mi parecer, muy interesante lugar. Con vistas al lago de Ginebra, destaca la Catedral, el castillo de Ouchy, la Torre de I’Ale, el Palacio de Rumine (que alberga varios museos) y el Museo Olímpico, que a mí personalmente me encantó.

BASILEA: La tercera más poblada, dando paso al río Rin en la frontera con Francia y Alemania. Una vez más, la catedral (Basles Münster) es imprescindible. El ayuntamiento es otro edificio icónico. Steinenvorstadt (calle del cine) y el Marktplatz (sobre todo el mercadillo) son lugares imprescindibles.

LUCERNA: Otra joya suiza a 40 km al sur de Zúrich, a orillas del lago de los Cuatro Cantones. Está considerada como la ciudad más turística del país (y posiblemente sea la más bonita). Los más visitado y llamativo es el Kapellbrücke, el puente de madera más viejo de Europa, del año 1365. En el centro del puente está la Torre del Agua, vieja, pero hermosa. El casco antiguo es fabuloso, con sus calles medievales, sus fuentes, la plaza Weinmarkt, el Ayuntamiento, la Hofkirche (una iglesia), la muralla (a la que se puede subir) y el monumento al León Moribundo, una escultura que conmemora la muerte de 700 guardias suizos durante la Revolución Francesa.

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El puente, la torre y el casco viejo de Lucerna. Precioso todo.

OTRAS CIUDADES: Empezamos con Lugano, con su lago y sus cosas, muy italiana ella. Friburgo, ciudad medieval con una destacable catedral gótica. San Galo, ciudad al norte del país donde encontrarás la abadía de San Galo. Vevey me sorprendió mucho, no solo por el tenedor gigante pinchado en el lago, sino también porque ha sido residencia de mogollón de personalidades como Henryk Sienkiewicz, Olga Blacanova o Charles Chaplin. Interlaken, llamada así porque está entre lagos, tiene una famosa estación de esquí. Gruyéres, ciudad medieval con castillo y todo. Aarau, con su hermoso casco urbano. Bellinzona, la ciudad más italiana de Suiza posee tres castillos.

OTROS PUNTOS: Suiza está plagado de sorprendentes pueblos como Appencell o como Maienfeld, donde verás la casa del abuelo de Heidi. Las montañas viven en este país, así que si amas el esquí visita Klosters, Davos y Scuol entre otros. Tantas montañas y lagos dejan fantásticos paisajes como el de Leukerbad en sus preciosas termas, o en Neuhausen, con las cataratas más tochas de Europa Occidental, o en Veytaux, donde está el Castillo de Chillón a orillas del lago de Ginebra.

Los lugares citados son increíbles, pero no son los únicos. Como siempre, existen lugares, edificios, esculturas, objetos, restaurantes, museos, historias, personas y cosas que no se conocen tanto y que son iguales o superiores a las más famosas. Solo viajando se descubren.

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En Vevey pescan así

Espero que os haya gustado la guía exprés. Ahora un poquito de diario, que vamos a ver qué pasa ese primero de enero en Zúrich. Si te interesa poco y lo prefieres vete a la siguiente entrada, que hablo de lo guay que es conducir en el país helvético.


FIESTA ENTRE DOS LAGOS

Los malditos petardos seguían por la mañana, y ya no eran tan agradables ¡Maldita resaca! Desperté abrazado a Yisus, supongo que para coger calor, y miré rápidamente hacia todos lados para comprobar que nadie nos había visto, pues no quería que pensaran que la epidemia había llegado a nosotros, pero descubrí que estábamos en un callejón sin almas, salvo las nuestras.

Mi amigo seguía dormido y roncando bastante, así que di una vueltecita por la zona para ver cómo iba la fiesta de Año Nuevo… ¡Menudo susto me di al salir del callejón donde habíamos pernoctado! Los petardos no eran petardos, sino disparos del ejército suizo contra los abrazadores ¿Cómo habían pasado?

Rápidamente desperté a Yisus agitándolo fuertemente, un poco para joder, y este, lo primero que me dijo fue –¡Cabrón, menudo bofetón me soltaste ayer! –Nada, vio mis ojos y supo enseguida que había que huir de allí. Nos volvimos a asomar a la calle y desde nuestra parte se podía ver como los abrazadores habían conseguido destruir una parte del muro, tal vez aprovechando el auge de los fuegos artificiales. También vimos que uno de esos infectados era el Príncipe de Liechtenstein… Esa multitud del mini-Estado ya estaba en Zúrich.

Nos metimos en el alcantarillado en cuanto pudimos y allí había un atasco enorme de supervivientes asustados queriendo salir de la ciudad amurallada, que se había convertido en una trampa. Algún que otro infectado se había colado también e iba abrazando a quien se le ponía por delante.

Nosotros íbamos esquivando a todo aquel que iba con los brazos extendidos, y llegó un momento en el que era imposible estar ahí abajo, así que salimos con el corazón dando botes y varios abrazadores de esos fueron detrás nuestra ¡Qué miedo!

Habíamos salido a un barrio alejado del Centro, pues estábamos al pie de las montañas, y sin tener otro sitio donde escapar empezamos a subir por un camino pedregoso que nos llevaba a la cima de una de estas montañitas. El camino era muy empinado y nos empezó a llover un poco, sin contar con la resaca y con el pésimo estado de forma en la que nos encontrábamos, pero parece ser que los que nos perseguían eran igual de mataos, así que mantuvimos la escasa distancia hasta la cima.

Una vez arriba comenzamos a escalar la antena que había instalada sabiendo que una vez arriba no habría escapatoria, pero la fortuna nos sonrió de nuevo, ya que, lo primero que vimos al llegar arriba fue un tirachinas y un bote de canicas… No tuve piedad con los tres abrazadores.

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Disfrutando en la montaña del soleado día

Una vez eliminados nuestros perseguidores descendimos la montaña y buscamos nuestra furgoneta que, aunque nos costó encontrarla, pudimos comprobar que estaba intacta, pues al estar escondida entre unas ramas, nadie se había percatado de que estaba allí.

A la hora de elegir nuestro rumbo nos dimos cuenta de que estábamos atrapados. Ya no sabíamos dónde podríamos estar seguros, pues teníamos conocimiento de que la epidemia había llegado por todos los puntos cardinales. Sin saber que hacer nos pusimos en marcha hacia el sur, que es el punto cardinal que más nos gusta.

El caso es que llegamos a Lucerna, una preciosa ciudad donde aún viven en la Edad Media, y habían conseguido repeler la plaga rezando a Dios y con sus flechas incendiarias, y ahí estaban, resistiendo los constantes asaltos.

A regañadientes nos dejaron pasar a la ciudad medieval, pero nos condujeron con suma vigilancia hacia la Torre del Agua, donde se encontraba el autoproclamado rey de Lucerna. Este nos explicó que la ciudad no podía acogernos, pues las cosechas este año no habían sido como esperaban y la caza del gamo se había reducido del todo por culpa del apocalipsis de los abrazos, Ya que estos rondaban los bosques de alrededor.

Nosotros rogamos mil veces que nos dejaran quedarnos, que haríamos lo que fuera, y el Rey, al final, de tan pesaditos que nos pusimos, nos dijo que si hacíamos algo por la ciudad tal vez nos abrirían las puertas a la ciudadanía ¿Qué era lo que teníamos que hacer? Pues mira, nos dijo que tendríamos que ir a Interlaken, una ciudad que se encontraba a 70 km al sureste de allí, entre dos lagos, e intentar sabotear el festival de música que allí se celebraba cada 1 de enero. Por lo visto, las dos ciudades se odiaban a muerte, y nosotros, por un lugar en un sitio seguro, haríamos lo que fuera. Sabíamos que no estábamos siendo éticamente correctos, pero ¿Quién lo es en un apocalipsis? No hace falta que me contestes, es una pregunta retórica.

Cuando llegamos a Interlaken descubrimos que aquello estaba muy bien protegido, pues los dos lagos hacían de barrera natural contra los cariñosos zombis, que parecía que les daba repelús el agua. Y las carreteras estaban cortadas por altos muros de madera. Había cientos de abrazadores pegaditos al muro, esperando que algo fallase para entrar a abrazar… Nosotros no íbamos a poder entrar a la ciudad con el coche, así que lo dejamos en la cuneta y nos agenciamos una lancha que había en un pequeño muelle.

Los habitantes estaban dándolo todo en el concierto, que se oía a mucha distancia, así que cuando estuvimos dentro de la pequeña ciudad protegida nos acercaríamos a los muros de madera y los incendiaríamos, sabiendo que unas horas más tarde toda la muralla sería ceniza y los infectados entrarían con los brazos bien abiertos. Y cuando esto sucediera nosotros ya estaríamos de vuelta en la furgo, rumbo a Lucerna.

Todo ocurrió como dijimos, salvo el final. La liamos parda en Interlaken, pero cuando ya estábamos huyendo en la Camper Van hacia el norte, un multitudinario grupo de infectados nos cortó el paso de la carretera, obligándonos a retroceder unos kilómetros y desviarnos hacia el oeste… Nos perdimos por un camino de tierra que nos llevó a un castillo en ruinas, allí paramos, subiendo a la torre más alta para observar lo ocurrido… La ciudad entre lagos estaba siendo devastada por las llamas, y los que conseguían librarse del fuego caían en los brazos de la plaga. Habíamos convertido la fiesta en un infierno. Nos habíamos portado fatal.

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En Interlaken todos los edificios conviven… Ahí vemos un hotel de súper lujo y justo en frente un bonito iglú.

Volvimos al carro y seguimos hacia el este, pues tuvimos que renunciar a Lucerna. Ya de noche llegamos a Berna, que curiosamente estaba vacía… No se escuchaba absolutamente nada en la ciudad, y eso daba miedo. Aparcamos al lado de un bar que parecía que estaba abierto, y así era, pero dentro no había nadie. Nos bebimos unas cervezas y volvimos a la Camper, y allí seguimos bebiendo. Mi mente no recuerda mucho más, solo sé que antes de dormir Yisus acabó saliendo desnudo a bailar con un árbol que le había parecido muy atractivo.

Continuará…

Un comentario en “Día 4. «Fiesta entre dos lagos» Qué ver en Suiza II (01/01/2019)

  1. Pingback: Día 3. “Uvas calentitas” Qué ver en Suiza I (31/12/2018) – ¡Vaya Diario!

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