Día 5. «La capital fantasma» Al volante por Suiza (02/01/2019)

Si te gusta conducir y estás capacitado para ello, llevarte el coche de viaje o alquilar en tu destino, es una opción maravillosa, creo yo, sobre todo si sois más de uno, que si no sale muy caro y sin compañía es un rollo conducir. Nosotros lo vamos haciendo desde largo tiempo atrás… Es cómodo, rápido y te puede salir más económico (depende de muchas cosas, claro).

En Suiza no fue menos, alquilamos una Camper Van en Milán y recorrimos todo el país helvético con la casa a cuestas. Consumía mucha gasolina, sí, pero dormíamos en ella, cocinábamos en ella y bailábamos en ella, así que acabó saliéndonos rentable. Lo peor era el tiempo que perdíamos buscando aparcamiento y el cansancio de conducir (aunque tengo que reconocer que el conductor era mi colega Yisus).

Las normas de circulación en aquel país son las típicas:

  • Tener carnet de conducir, hehe ¡Y que no esté caducado!
  • 120 km/h en autopista a no ser que se indique lo contrario. 50 km/h en ciudad.
  • Conducimos por la derecha, como Dios manda.
  • Ponte el cinturón, que es obligatorio. Y casco para motos… ¿Qué os voy a contar?
  • Luces siempre encendidas… Así no se te olvidará encenderlas en los túneles.
  • En invierno tienes que ponerte las cadenas, bro.

Las carreteras en el país son bastante buenas, pues estamos hablando de un país con una economía importante, y al sobrarle el dinero invierte en cosas que otros países más míseros no se pueden permitir, ejem… Las autopistas que van de ciudad en ciudad son rapiditas, aunque cuidado en época de heladas. Las secundarias son bastante lentas, porque amiga, estamos hablando del país más montañoso de Europa Occidental, y estas carreteras pasan por puertos y pequeños pueblos en altas colinas.

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Nuestra querida Camper Van

¡IMPORTANTE! En Suiza (y en varios países europeos) no existen los peajes tal y como los conocemos. Allí es necesario adquirir una pegatina para poder circular por autopistas llamada “Viñeta” (vignette), que se compra por unos 40 euros más o menos en las gasolineras del país. Esta viñeta te vale para todo el año, pero no desde que la compras, sino desde el 1 de enero hasta el 31 de diciembre, así que, a nosotros, por las fechas en las que íbamos (cambio de año), nos hacían toda la puñeta.

El precio me parece bastante barato, pero claro, si vas a estar solo dos o tres días es una liada muy gorda en tu presupuesto. Si alquilas el carro en Suiza lo va a tener, pero si lo alquilas por los alrededores, como nosotros en Milán, fíjate que la lleve.

Las autopistas (y carreteras en general) tienen controles para todo, así que ya sabes, no intentes hacer trampa y lleva la viñeta… Y ahora es cuando os reconozco que nosotros hicimos trampa, pues no nos compramos la viñeta de 2019, ya que, para tres días preferimos jugárnosla, y tuvimos la suerte de salir ilesos (o al menos eso parece, porque aún no nos ha llegado regalo).

De los radares sí que no nos libramos. No te pases del límite ni un poquito, porque allí no se andan con tonterías. Creo que en total nos saltó el flash tres veces, y en ninguna de ellas llevábamos el carro a una velocidad excesiva. Aun así, las multas no han llegado, no sabemos si es que la agencia de alquiler pasa de reenviárnosla o que no les ha llegado ni a ellos.

Y hablando de multas, son caras y muy estrictos con todo (no solo con las normas de circulación), así que no intentes negociar que sales perdiendo ¡Que no te la claven, que ya son demasiado ricos!

El tema de los aparcamientos es otra movida. Las grandes ciudades tienen muchos parkings y en toda la urbe hay que pagar para aparcar. Existen tres zonas bien diferenciadas:

  • Zona amarilla. No se puede aparcar, es para residentes o para personas que hayan alquilado la plaza.
  • Zona blanca. De pago, aunque suele ser con límite de tiempo variable. En el parquímetro te dice cuánto.
  • Zona azul. Este es el más económico (a mi parecer). Tienes que adquirir en las gasolineras o en la oficina de turismo (esto varía según la ciudad) un disco azul que te cuesta unos 3 euros más o menos. El disco es un reloj donde tú pones la hora a la que aparcas y tienes “una hora” de aparcamiento, y lo pongo entre comillas porque puedes jugar con los cuartos para conseguir una hora y media (la trampa nos la dijeron los propios suizos). Al finalizar la hora puedes volver y cambiar la aguja, menos por la noche y los días festivos, que es gratis y no hace falta que te molestes.
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A la derecha de la imagen podéis ver el disco azul, y tras él está «Gin-Tonic», nuestro perro guardián

Muchas de las gasolineras son de autoservicio y no habrá nadie para echarte un cable. Y también hay gasofas de pago revertido, es decir, pagas con tu tarjeta una cantidad (bastante alta) y cuando finaliza el repostaje te devuelven la diferencia. Es un método de pago que solo he visto una vez en España y que no me gusta nada… Espero que no se extienda.

No sé, yo creo que he tocado todos los temas de interés viajero en la carretera. Espero haber sido claro y conciso. Ahora vamos con el diario, donde nuestros protas habían llegado a Berna, encontrándose en la más completa soledad. Si lo prefieres pincha aquí y te llevo directo a la siguiente entrada, donde verás una lista con algunas mujeres suizas que han hecho historia. Agur.


LA CAPITAL FANTASMA

La noche volvió a ser fría y silenciosa… Más silenciosa que nunca, hasta que ocurrió algo horrible muy temprano. Estábamos con el dedo gordo en la boca, soñando con los abrazos de nuestra madre, hasta que la furgoneta comenzó a agitarse violentamente. Nos dimos todos los golpes posibles ¡Algo nos decía que los abrazadores nos habían encontrado!

Yisus consiguió llegar al asiento del piloto y a meter la llave de contacto, pero por culpa del frío tardó unos segundos eternos en arrancar. No podíamos ver quien agitaba el carro, pues las cortinas estaban echadas, pero aquello era obra de una multitud… Eso o nos habíamos caído por un barranco.

Al fin se arrancó el coche y mi amigo pisó fuerte marcha atrás, pues teniendo en cuenta donde habíamos aparcado, delante teníamos el acantilado que daba al río. Luego volvió a parar para situarse y le dije que pusiera las luces para ver quién o qué nos estaba destrozando la furgo. Alucinamos… Era un enorme oso pardo que venía hacia nosotros, y la nevada que estaba cayendo lo hacía todo más terrorífico.

No nos quedamos mucho tiempo a verlo, mi amigo volvió a acelerar y desaparecimos del lugar para aparcar al otro lado de la ciudad, junto a unos edificios. Allí asimilamos el susto y ya de paso desayunamos ¿Qué hacía un oso en la capital suiza? Cuando paró de nevar salimos del carro (no sin mi tirachinas) y empezamos a investigar la ciudad, que seguía totalmente vacía, salvo por el oso ese que nos quería comer. Recorrimos la calle principal, llegamos a la gran plaza, entramos en unos supermercados supuestamente abandonados para pillar provisiones, bailamos en una pista de hielo infantil y, al tiempo de estar haciendo el tonto, me pareció ver a alguien tras una esquinita. Me acerqué con cautela para ver que era mientras Yisus seguía practicando sus mejores pasos en la pista de hielo. Cuando estuve a escasos metros de la esquina aparecieron un puñado de niños que venían llorando con los brazos abiertos hacia mí.

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Berna, la capital fantasma

No me paré a analizar si aquellos críos estaban infectados o en realidad lo que necesitaban era a un adulto que les ayudara a sobrevivir. No estaban las cosas como para arriesgarse, así que salí corriendo y Yisus lo intentó también, pero le fue complicado salir de la pista. Lo último que vi antes de desaparecer de aquel lugar fue a mi colega intentando saltar la valla de la pista mientras los críos estaban a punto de alcanzarle ¡Maldita sea!

Llegué al coche, pero yo no tenía la llave, así que me subí arriba de la furgo y me tumbé desesperado mientras mis huesos se morían de frío. Allí estuve varios minutos y ya parecía que todo estaba perdido, pero de repente se abrió el coche. Miré a mi alrededor y vi a Yisus a lo lejos corriendo como loco hacia el vehículo. Bajé del coche, abrí la puerta grande y le animé a correr más rápido, aunque él me hizo un gesto de silencio… Era mejor no llamar la atención.

Nos metimos en el auto y esperé a que mi colega recuperara el aliento. Cuando esto ocurrió me dijo que los peques le habían pillado, pero no estaban infectados, solo eran unos críos que no sabían volver a casa. Yisus les propuso venir con nosotros, pero a medio camino apareció el oso y tuvieron que correr… Los niños cayeron en las fauces de la fiera y, gracias a ello, Yisus escapó.

Estuvimos un rato descansando y entrando en calor, y cuando estábamos a punto de arrancar para irnos de la ciudad del oso, se abrió una persiana del edificio de enfrente y apareció una chica tras la ventana apuntándonos con una escopeta. Obedeciendo sus órdenes tuvimos que salir del coche y responder a varias preguntas que nos hizo. Una vez comprobado que no estábamos infectados nos dejó pasar a su casa.

Se trataba de Simonella, y nos explicó todo lo que estaba ocurriendo en Berna. Todo el mundo en la ciudad estaba metido en sus casas, pues si no había nadie por la calle no vendrían los abrazadores, por eso parecía una ciudad fantasma. En cuanto al oso, no era uno, sino varios, y se trataba de una medida de seguridad, aunque nosotros no lo veíamos muy seguro, la verdad. La ciudad había soltado a tres plantígrados para que se ocupasen de los infectados solitarios que iban llegando a Berna, sin pensar que, no todos los que llegaban a Berna eran infectados.

Después de aclarar esto nos puso al día. Los medios de comunicación ya no funcionaban, la pandemia se había extendido por toda Europa, África del norte y parte de Asia… En las grandes ciudades las personas se abrazaban en masa y buscaban supervivientes para abrazar (cosa que ya sabíamos), pero en Ginebra existía una resistencia segura. Habían conseguido crear un olor anti abrazos que cubría toda la ciudad, por lo tanto, no tenían la necesidad de construir muros y se podía pasar sin ningún control, aunque era difícil llegar hasta allí.

Sin duda nos propusimos llegar hasta Ginebra, así que Simonella nos cargó la furgo de víveres y gasolina, y nos deseó mucha suerte. También nos dio una dirección y un contacto para cuando llegásemos a la ciudad del lago. Subimos al carro y marchamos hacia el sur.

El camino hacia Ginebra empezó bien, hasta llegar a la ciudad de Friburgo. Este lugar estaba infestado de abrazadores y empezaron a acorralarnos por las pequeñas calles. Atropellamos a decenas de ellos, pero llegó un momento que era insostenible, así que, en un último esfuerzo, Yisus pisó a fondo atravesando una barandilla protectora en un puente urbano, haciéndonos caer varios metros. Suerte la nuestra al ver que la Camper cayó de pie y que seguía circulando por la carretera que estaba abajo. Dejamos a los infectados atrás mientras cogíamos de nuevo la autopista del sur.

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Aquí vemos a Chaplin, consumiéndose junto al sol en Vevey

Pocas horas después llegamos a Vevey y a Lusana, ciudades que también habían sucumbido a los abrazos, así que pasamos de largo. Y ya de noche llegamos a Ginebra. Cierto era que en esta gran ciudad parecía que todo estaba en orden: gente caminando por la calle tranquilamente, comprando, en los bares, con sus coches… Como si nada estuviera pasando ¿Cómo lo habían conseguido? Simonella nos dijo que se trataba de un olor que repelía la plaga…

Cuando salimos de la furgoneta vomitamos los dos durante diez minutos ¡Qué olor tan desagradable! Aquello era inhumano, así que nos volvimos a meter en la Camper Van y cerramos la puerta. Aun así, el olor seguía, pero no era tan intenso. Decidimos entonces beber cervezas hasta que nos entrara el sueño, y fue ahí cuando Yisus encontró el momento para vengarse por la bofetada que le propiné dos días atrás ¡Plas! Me dejó sin cara y no recuerdo nada más de ese día.

Continuará…

3 comentarios en “Día 5. «La capital fantasma» Al volante por Suiza (02/01/2019)

  1. Pingback: Día 4. “Fiesta entre dos lagos” Qué ver en Suiza II (01/01/2019) – ¡Vaya Diario!

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