Día 6. «Fría esperanza» Cuatro mujeres suizas (03/01/2019)

Esta entrada iba a estar dedicada a las curiosidades helvéticas, pero haciendo la lista, en uno de los puntos, tenía pensado hablar sobre las personalidades históricas de Suiza, y como es de costumbre, el catálogo estaba encabezado y casi completado por hombres. Solo había una mujer histórica incluida en la lista (cuyo nombre aparecerá más abajo), así que me puse a buscar como loco mujeres suizas que hayan pasado a la historia. Abundan, por supuesto, pero por desgracia, la importancia que se las ha dado es menor, como en casi todos lados.

He elegido a cuatro mujeres suizas que han hecho historia por una cosa o por otra. He evitado escoger a mujeres actuales (actrices, cantantes, deportistas…) no porque considere de menor mérito estos oficios ¡Claro que no! Si no, porque se trata de recordar personalidades de las que ya casi no se hablan.

  1. Johanna Spyri:

Sin duda es la mujer más conocida de las cuatro que vamos a ver a continuación, convertida en un icono suizo… Bueno, más que ella, Heidi, su famoso personaje, que es como el Don Quijote español.

Johanna nació en 1827 en una aldea boscosa cercana a Zúrich, hecho importante, pues, aunque vivió gran parte de su vida en la ciudad, nunca olvidó su sangre campestre, cosa que plasmaría muy bien en sus cuentos infantiles.

Como muchas otras de la época, fue relativamente feliz hasta que se casó y se mudó a Zúrich. Su único hijo y la participación en un grupo literario con amigas, le hace salir del pozo poco a poco. A partir de 1970 comienza a crear sus cuentos infantiles, y en 1980 se publica Heidi.

Cuatro años después mueren su marido y su hijo, y una de sus sobrinas se va a vivir con ella para acompañarla. La nostalgia hace que Johanna siga escribiendo sobre personajes de la tierra, paisajes alpinos e infancias difíciles, haciéndose querer por los lectores y obteniendo gran fama, cosa que a ella no le agradaba tanto.

Su cuerpo murió en 1901, pero su alma sigue estando en el país helvético, siendo un auténtico orgullo y emblema suizo. Puedes encontrar un museo de Johanna Spyri en Hirzel, su aldea natal. Su tumba (para rendir culto a su polvo) se encuentra en el cementerio Friedhof Sihlfeld, en Zúrich. Y en Maienfeld (al sur de Liechtenstein) vas a toparte con el mundo de Heidi, pues fue el lugar donde Johanna veraneaba en su juventud y por lo tanto el escenario para crear a su personaje. Allí encontrarás hasta la casa del abuelito.

Johanna
Johanna Spyri
  1. Marthe Gosteli:

Esta mujer, nacida en 1917 en Ittigen (a 8 kilómetros de Berna) encabezó la lucha por el voto femenino en Suiza, porque, aunque parezca mentira, ese país con tan alto nivel de desarrollo, no permitió votar a las mujeres hasta 1971. Recordemos que, en España, la mujer pudo ejercer por primera vez su derecho al voto en 1933, en la Segunda República, aunque luego vino la dictadura franquista.

El padre de Gosteli murió y dejó una familia totalmente femenina encargada de la finca, así que su madre, hermanas y ella trabajaron duro para salir adelante, pero claro, la discriminación se hizo evidente y Gosteli, en 1940, comenzó a tener contacto con organizaciones feministas.

En trabajos posteriores dejó apartado el movimiento, hasta que en 1960 decidió meterse de lleno en la lucha, convirtiéndose en la presidenta de la Asociación del sufragio de mujeres de Berna. Escribió panfletos revolucionarios y visitó todas las casas posibles para ir acercando a las mujeres al voto y a la igualdad, siempre despacito y con lubricante, para evitar ser machacada por sus detractores.

En los años posteriores, Gosteli llegó a ser vicepresidenta de la Federación de Asociaciones de Mujeres Suizas, y dentro de la Federación, se convirtió en presidenta del grupo de trabajo de BSF para los derechos políticos femeninos. Un año después, en 1971, la lucha dio sus frutos, y el 66% de los votantes decidió darle voz al otro 50% de los habitantes del país.

Como es de imaginar, la lucha de Gosteli y la de tantas otras no terminó aquí. En 1982 creó un archivo para preservar la lucha de las mujeres del país, y tales eran sus ganas de proteger estas historias que se jubiló a los 96 años. Tres años después fallecería en Berna.

El Archivo Gosteli: https://www.gosteli-foundation.ch/de

Existe una película de comedia de la directora Petra Volpe sobre el sufragio femenino en Suiza, y está el doblaje en español: El orden divino.

Marthe Gosteli
Marthe Gosteli
  1. Annemarie Schwarzembach:

Curiosa mujer esta Annemarie, a mí me ha fascinado. Nació en Zúrich en 1908, miembro de una rica y prestigiosa familia, pero pronto empezó a reflejar una personalidad antifascista, incómoda con los lujos y muy lejos del carácter de su familia…, familia que acabó simpatizando con la ideología nazi. Por esto mismo, los lazos familiares estuvieron deteriorados durante toda su vida, aunque eso sí, sus padres nunca desaprobaron su actitud e imagen varonil.

Se esforzaba en las asignaturas que más le llenaban, como la historia y la música, pero descuidaba las demás. A los 23 obtuvo un doctorado en historia, aunque su pasión era convertirse en escritora, cosa que consiguió también al acabar sus estudios. Durante esta época se trasladó a Berlín, donde conoció a los escritores y hermanos Erika y Klaus Mann, con quienes mantuvo una estrecha relación. Comenzó aquí su estilo de vida bohemio, con noches largas y drogas de por medio.

Con el auge del nazismo su vida cambió. Ella se movía en un ambiente antifascista y su familia quería que saliera de ese círculo, cosa impensable para Annemarie, que incluso intentó quitarse la vida por la presión que estaba viviendo.

También, durante esta época, comenzó a viajar por todo el mundo: Italia, Francia, Escandinavia, España, Rusia, Irán… En este último lugar, en 1935, se casó con el diplomático francés Claude Clarac, un emparejamiento claramente de conveniencia, pues aparte de que se conocían de pocas semanas, los dos eran homosexuales.

Regresó a Suiza y alquiló una casa en Sils, un pequeño municipio en el sureste del país, y allí consiguió la tranquilidad necesaria para escribir su mayor éxito, titulado Lorenz Saladin: Ein Leben für die Berge, sobre la vida de Saladin, un alpinista suizo fallecido un par de años antes.

Sus fotografías de viaje también fueron de suma importancia, pues inmortalizó momentos históricos como el auge del fascismo en Europa o las vidas de los oprimidos en las regiones industriales de Pittsburgh, en Estados Unidos. También viajó al Congo Belga para ejercer de periodista.

En 1942, a los 34 años, Annemarie sufre un accidente en bicicleta que la dejó inconsciente varios días, y cuando despertó no recordaba muchas cosas, entre ellas a su madre. Este familiar, que era con quien más discrepancias había tenido, no dejó a muchas de las amigas de su hija visitarla cuando estaba en cama, y dos meses después, Annemarie moriría. Su madre destruyó muchas cartas y escritos de su hija, pues como ya hemos visto antes, los ideales políticos eran contrarios.

Digamos que Annemarie fue un culo inquieto, un alma revolucionaria, comprometida con las desigualdades sociales. Además de escritora fue fotógrafa, periodista, arqueóloga y viajera.

Annemarie Schwarzenbach
Annemarie Shwarzenbach
  1. Anna Göldin:

Esta mujer, probablemente, sea la más desconocida de las cuatro, pues no dejó un legado palpable, sino una historia personal de clara injusticia. Anna Göldin fue una de las últimas mujeres acusadas, torturadas y ejecutadas por brujería en Europa.

Nació en 1734 en Sennwald, pegadito a Liechtenstein, en el seno de una familia con pocos recursos, así que, cuando tuvo edad para trabajar, se ocupó de criar a niños de familias pudientes.

Su último trabajo fue ocuparse de las cinco hijas de la familia Tschudi, rica e influyente. El padre de familia acaba acusándola de brujería ante el tribunal, pues una de sus hijas comienza a enfermar y a desechar agujas de su boca. Agujas que encuentran también en cuencos y mendrugos de la pequeña.

Anna es torturada hasta que se ve obligada a decir que practicó brujería, por lo tanto, es condenada a muerte, una ejecución que se lleva a cabo rápidamente.

Ya en 2007, se llegó a la conclusión en una investigación, que Anna Göldin debió tener una relación sentimental con Johann Jacob Tschudi (el padre de familia), y este quiso borrarla del mapa, así que hoy en día está reconocido como un asesinato judicial.

Existen varias novelas y una película sobre la vida de Anna. En Enneda existe un museo que se inauguró en 2014. En la ciudad de Glarus también existe un monumento y una placa en su honor.

Anna Göldi
Anna Göldin

Lo dejamos ya, pero no porque no pueda seguir, pues material hay para no acabar nunca. De todos modos, si te interesa mucho ya sabes, toda la info está en un par de “clic”, pues tu información empieza donde acaba la mía. Ahora voy a darle un poquillo al diario, a ver qué pasa por Ginebra. Si lo prefieres puedes saltar a la entrada de “Presupuesto para Suiza”. Nos vemos.


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FRÍA ESPERANZA

Se me ha alargado el tema principal, así que voy a intentar ser breve con este diario, que además no sé qué más inventarme.

Nos habíamos quedado en que habíamos llegado a Ginebra porque en esta ciudad habían conseguido repeler a los abrazadores gracias a la creación de un perfume que se iba esparciendo constantemente en el ambiente, pero resulta que este olor era horroroso.

Nos levantamos un poco tarde y mareados, parece que el olor a alcantarilla dejaba un poco drogui a la gente. Una hora después habíamos quedado con una científica que había participado en la creación del escudo maloliente.

Se trataba de Pili, una colombiana residente en Suiza, siempre bien protegida por sus dos guardaespaldas, también colombianos, pero de los chungos. Dimos un paseo por el Centro de la ciudad y nos fue poniendo al tanto de todos los avances científicos que se estaban llevando a cabo:

El perfume era un batiburrillo de olores tristes, como el de cloaca o el de muerto. El de flatulencia no valía, porque los pedos suelen producir risa, y la risa no es triste. Los afectados en la pandemia estaban en un estado de felicidad clara, por eso quieren abrazar, por lo tanto, el olor a tristeza les anula y, no solo les repele, si no que los devuelve a su estado original de odio y pena… Vamos, a la normalidad. Por eso mismo, se estaba trabajando a toda máquina para recuperar el aeropuerto de Ginebra, que estaba tomado por los abrazadores, y así comenzar a verter líquidos y gases desde aviones y helicópteros, pero tristes y malolientes. En Ginebra se había utilizado el chorro ese del lago para esparcir el olor, y en pocos minutos, los afectados recobraron la normalidad.

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Arriba a la izquierda estoy yo con mis amigos los cactus. Arriba a la derecha vemos a Yisus filtreando con un pájaro. Abajo a la izquierda, la típica manada de leones que puedes ver en Ginebra. Abajo a la derecha, la típica manada de turistas que puedes encontrar en la sabana.

El día estaba frío y con viento, y para resguardarnos de esto nos metimos en el Jardín Botánico, que estaba a temperatura tropical. Allí nos explicaron que nos habían enviado hacia ellos porque necesitaban gente para tomar el aeropuerto. Nosotros accedimos, pues no teníamos mucho que hacer. Nos dieron unos flus-flus cargados de olor odioso y nos prepararon para la batalla. Estábamos muy emocionados.

Ni comimos de los nervios. A eso de las cinco nos juntamos cientos de personas y salimos del área segura de Ginebra, en dirección al aeropuerto internacional. A cada abrazador que venía hacia nosotros le enchufábamos con los sprais y le salvábamos de una felicidad eterna.

La batalla fue más fácil de lo que esperábamos, pues como ya estábamos impregnados de esa mierda de olor ningún enemigo quería acercarse a nosotros, y reconvertimos a todos los que se cruzaron con nosotros, tomando así el gran aeropuerto.

Todo listo. Volvimos a la parte segura de la ciudad y para celebrarlo nos metimos los cinco en el museo de Historia Natural, que es gratis, se está calentito y hay animalejos. Mientras tanto, los pilotos y bomberos harían su trabajo en el mundo… Pronto todo volvería a la horrible normalidad: a los enfados, a la violencia, al rencor, al odio, a la falsedad… Vamos ¡Como Dios manda! Nada de abrazos.

Según iban pasando las horas las noticias eran mejores: el mundo se estaba recuperando, y a nosotros se nos estaban acabando las vacaciones, así que, ya sin luz en el cielo, volvimos a arrancar nuestra Camper Van y de vuelta a Milán, pues teníamos un vuelo de vuelta a Madrid un par de días después.

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Disfrutando de la paz que proporciona el lago Lemán, en Ginebra

Ese día no llegamos a la ciudad italiana, pues estaba muy lejos, pero sí recorrimos gran parte del camino, pasando bajo el Mont Blanc y pagando el peaje ese de 60 euros, que casi nos da un infarto. Con el dinero no se juega, que los sustos estos son más peligrosos que cualquier pandemia mundial.

Dormimos en un área de descanso para camioneros borrachos, pero ni pizca de abrazos. Cierto es que los camioneros huelen mal y son bastante tristes, por lo tanto, allí estaríamos seguros. Buenas noches.

Continuará…

Un comentario en “Día 6. «Fría esperanza» Cuatro mujeres suizas (03/01/2019)

  1. Pingback: Día 5. “La capital fantasma” Al volante por Suiza (02/01/2019) – ¡Vaya Diario!

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