¿Y de cuánto estaríamos hablando? Un viaje de ocho días por Lombardía, Suiza y Liechtenstein en una Camper Van alquilada… El precio parece que va a depender de muchas cosas, porque cada una tiene su manera de viajar y de disfrutarlo: ruta (peajes, gasolina…), alimentación (restaurantes, supermercados, cantidad…), visitas (museos, transporte público…), compras (regalos, recuerdos…), dormir (hoteles, hostales, Couchsurfing…), etcétera.
Nosotros, para apuntar los gastos e ir pagando a medias todo lo que surgía sin equivocación y complicación, nos descargamos una aplicación para el móvil llamada Splid, está muy chula y cumple su función, que no es otro que el de ir calculando y ajustar las cuentas entre los miembros del viaje. Y ahora que he vuelto a abrir la aplicación para poner aquí la información, veo que Yisus me debe todavía 22 céntimos de euro ¡Moroso!
En nuestro caso, el presupuesto de ocho días para dos personas os lo he preparado a continuación
8 días por Suiza
- Vuelos (Madrid-Milán) ida y vuelta: 87 €
- Camper Van (6 días): 462 €
- Transporte en ciudad: 43 €
- Peajes: 119 € (en Suiza no hay peajes, pero de Ginebra a Milán hay dos que suman 100 pavos)
- Gasolina (la Camper consume como el diablo): 215 €
- Supermercados (cocinábamos en la Camper): 133 €
- Restaurantes: 44 €
- Museos: 24 €
- Varios: 30 €
Total: 1.158 € (579 € por persona)
¿Te ha parecido mucho? ¿Poco? No sé, tal vez solo con la Camper Van se abulte mucho el presupuesto, pero gracias a ella no tenemos gastos en alojamiento, que suele ser lo más costoso. Y también ahorramos mucha plata en transportes, porque hacerse todo ese trayecto en autobuses interurbanos, aviones o trenes, tiene que salir carete. A parte de la comodidad que conlleva viajar en un coche que manejas tú mismo ¡Qué no te quiero vender nada! Solo intento justificar mis gastos haciéndome creer a mí mismo que el alquiler de la furgoneta fue la mejor idea que he tenido nunca.

Fuera como fuese, este viaje consiguió ser una nueva experiencia única para mí y volví contento por ello, aunque triste de que terminase. Y para despedirme le voy a dar una vez más al diario, para recordar en tiempos futuros como acabamos este bonito viaje por los Alpes ¡Un besote!
UNA FIESTA SIN ABRAZOS
Titiritando despertamos esa mañana. No sé si cada vez hacía más frío o es que nuestro cuerpo estaba diciendo ¡Basta! El caso es que nos metimos cuatro galletas como remedio y tiramos para Milán para recorrer los pocos kilómetros que nos faltaban, que nos los hicimos bien rapidín.
Llegamos a un lugar donde había mucha gente concentrada y decidimos parar para ver que estaba pasando por ahí. Se trataba del Cementerio Monumental, un camposanto que parece un museo con aquellas lápidas esculpidas. Estaba a reventar, pues parece ser que la pandemia había dejado muchos fiambres, y ahora era el momento de sepultarlos.

Nos fuimos de allí horrorizados y nos metimos en una cervecería a beber birra italiana, y aprovechamos para llamar a nuestras familias… Estaban bien, o eso parecía. Nos dijeron que habían entrado en un estado de felicidad absoluto y que lo único que querían era transferirlo a los demás por medio de los abrazos, pero la peste del odio les había hecho regresar a la mísera realidad.
Salimos de la cervecería algo chispados, y la verdad es que fue una chispa que no se nos quitó en todo el día, porque fuimos comprando cervezas a lo largo del día para que así fuera.
Dimos una vuelta grande por la ciudad atravesando el Parque Sempione y el Castillo Sforzesco, luego recorrimos la Vía Dante hasta llegar a la inmensa Catedral de Milán. Para entonces ya nos habíamos tomado varios litros de cerveza y caminábamos como las serpientes.
Para ves si se nos pasaba un poco, decidimos meternos en el museo de Leonardo Da Vinci, que tenía buena pinta, la verdad, y así a lo tonto pasamos varias horas jugando a ser ese personaje, construyendo inventos y haciendo fotos de extranjis (pues no se podía). Y cuando ya parecía que nuestro cerebro recuperaba casi todo el control de nuestro cuerpo, salimos de allí.

Volvimos a recorrer los cientos de kilómetros que nos llevaban a la furgo, que la habíamos dejado muy lejos porque en plena ciudad es imposible encontrar hueco. Así que cuando llegamos nos tocó descansar.
Ahí estábamos descansando cuando recibimos un Whatsapp de Martina, ese personaje que nos interrogó el primer día de viaje: “Qué dónde estábamos, qué si seguíamos viviendo y qué si queríamos asistir a una cena esa noche en su casa para celebrar la recuperación de la humanidad”. Nosotros, por supuesto, aceptamos.
En aquella cena estaba Martina, su novio oso, y dos ucranianas jugadoras de póker. Nosotros habíamos comprado más cervezas para ofrecer como regalo, y así pasó, que durante gran parte de la noche nos metieron una turra al póker que casi perdemos hasta los calzoncillos, pero por suerte se decidió que había que irse a la cama antes de que esto ocurriese, así que, muy educadamente nos despedimos (sin abrazos, por supuesto) y nos marchamos a nuestros aposentos… en la Camper Van, que estaba aparcada abajo.

Tal vez la mezcla de las cervezas y el risotto hizo que el estómago de Yisus le despertase temprano para indicarle que había que soltar equipaje corporal, dando paso a una de las escenas más cómicas del viaje. Yo dormía con mi resaca en la parte de arriba cuando escuché el ruido del motor y posteriormente el vehículo salió zumbando. Yo comencé a dar vueltas involuntarias por la cama y pregunté educadamente a mi compañero, si se había vuelto loco.
–¡Me cago vivo! –Me gritó–. ¿¡Dónde hay una gasolinera!?
Yo no dije nada e intenté dormirme otra vez, pero fue imposible porque por dentro me estaba descojonando mientras escuchaba sus pedos. A los tres minutos, Yisus paró en seco, puso el freno de mano y en plena calle bajó y soltó todo lo malo que tenía por dentro, habiendo manchado parte de su ropa interior ¡Fue tan gracioso…!
Una hora después, ya más tranquilos, paramos en un Centro Comercial y ahí los dos nos recuperamos de nuestro malestar intestinal, aunque seguíamos con resaca, por supuesto.
Con mucha pena devolvimos el carro alquilado. Habíamos maquinado robarlo, pero al final nos echamos atrás con lágrimas en los ojos. Sin ganas de hacer nada más cruzamos el barrio chino de Milán hasta la estación principal y allí el autobús nos dejó en el aeropuerto.
Resulta que en aquel aeropuerto había un futbolín, así que estuvimos jugando todas las horas posibles hasta que aparecieron de repente las dos ucranianas del póker, pues también volaban sobre esa hora, aunque a otro destino, claro. Un poco de futbolín, otro poco de póker y para despedirnos nos dimos un fuerte abrazo ¡Oh, no! Todo el mundo se nos había quedad mirando… No lo habíamos tenido en cuenta, se nos olvidó… Así que nos fuimos sin decir nada.
Para terminar, os dejo un vídeo de nuestras andanzas por los Alpes. Un abrazo… ¡O mejor no!
Fin de la cita.
Pingback: Día 6. “Fría esperanza” Cuatro mujeres suizas (03/01/2019) – ¡Vaya Diario!