Antes de todo querría mandar ánimos a tod@s aquell@s que han perdido a algún ser querido en estos tiempos revueltos, y pido disculpas si mi vocabulario pudiera llegar a herir los sentimientos o interferir de mala manera en el duelo de alguien. En ningún caso sería mi intención. Pronto acabará esta larga pesadilla.
¿Os imagináis que morimos tod@s? Por el bicho este, quiero decir. Sé que es imposible, pero ¿Os lo podéis imaginar? Imaginemos que fuese mucho más silencioso, contagioso, y mortal, que afectase a todo tipo de humano. Aun así, siempre habría quien supiese esconderse con los suministros suficientes para salir airoso cuando el 99’9 por ciento de la población estuviese fiambre ya. Pero imaginaos que incluso los más astutos y adinerados acabasen en el hoyo también ¿Quién quedaría entonces? Pequeños grupos de humanos aislados irían asomando la cabeza alertados por el silencio que acecha a su alrededor:
LOS TAROMENANE (Alta Amazonía, Ecuador)

Nuestras generaciones pasadas contaron cuentos de seres de cuerpo tapado, de armas irrompibles y poder supremo, de pájaros gigantes y atronadores. Contaron leyendas de monstruos malvados que nos amenazaban continuamente, pero nosotros nunca vimos tales cosas. Nunca vimos seres como nosotros, tapados o sin tapar. Nunca vimos aves del tamaño de una casa, ni armas que lanzasen fuego. Creemos que nuestros antepasados usaron la mentira para evitar una desunión, pero ahora es necesario ir más allá de los ríos, y si es verdad que el peligro está ahí fuera tendremos que levantar la lanza.
LOS YUKAGUIROS (Noreste de Siberia, Rusia)

Meses sin dar señales de vida ¡Meses! Y los pulmones de mi pueblo necesita el humo. Si esto sigue así tendremos que salir del norte y adentrarnos en las aldeas infinitas de viviendas como montañas ¡Los hígados de mi pueblo necesita el líquido amargo de la locura! Habrá que esquivar a los renos de hierro e incluso montarlos para cargar al vicio… Pero, ¿Dónde están? ¿Por qué no aparecen? Los bolsillos de mi pueblo necesitan el metal circular para distinguirse. Nos iluminaron con sus progresos y ahora nos dejan en la miseria. Tendremos que ir a buscarlos entonces.
PIGMEOS (Selva de Ituri, Rep. Dem. Congo)

Cazar en nuestra casa, o lo que es lo mismo, cazar en su reserva, estaba mal, o eso nos enseñaron a base de golpes y otros castigos, como el asesinato. Aprendimos que comer era peligroso, aunque necesario, así que arriesgábamos nuestras vidas cada día para cazar sin ser cazados. Sabíamos que el okapi tenía alarma, que siempre que caía alguno en nuestras fauces venían los gigantes con sus palos de hierro y explosión para infligirnos algún dolor. Pero hace tiempo que las alarmas no les atraen y la selva se ha hecho más grande. Hemos ampliado nuestra zona de caza y nadie nos lo ha impedido ¿A caso somos libres al fin?
LOS FAYU (Cuenca del Mamberamo, Papua, Indonesia)

¡Impostores! Nos relataron su libro sagrado y nos lo tradujeron a nuestra lengua, mientras tanto nosotros escuchábamos con atención, absorbiendo lo que creímos en aquel momento que era la sabiduría. Retuvimos sus fantasías y las comparamos con las nuestras, dándonos cuenta de que al fin y al cabo no eran tan diferentes. Nos costó aún más practicar sus ritos y soldarlos a la rutina, pero lo hicimos, porque ellos eran los que sabían todo, nuestros nuevos profetas ¿Entonces? ¿Todas sus almas se han ido al cielo? ¿O tal vez se han quedado en lo más profundo de sus tierras grises? Un Dios acabó con ellos, pero no con nosotros, así que enterramos en el fuego ese libro que nos dieron, para que desaparezca de la misma manera.
LOS SENTINELESES (Isla Sentinel del Norte, Andamán, India)

Nadie sabe lo que hay más allá de la isla. Sí podemos divisar más palmeras a una distancia impensable, y eso es lo que necesitamos alcanzar ahora… Comer, queremos comer. Ni siquiera sé por qué nunca lo habíamos intentado. Nuestros abuelos hablaban de otras gentes de piel clara, más altos y con raras vestimentas, hablaban de canoas fuertes y veloces, e incluso de algunas que podían volar. Ya alcanzamos nuevas tierras, nuevas islas con mayores recursos, pero ¿Qué ven nuestros ojos? Suelo duro y liso, casas de piedra pulida, canoas de tierra… No hay nadie, seguimos solos, no entendemos nada.
LOS AWÁ (Selvas de Maranhao, Brasil)

Cuando dejamos de escuchar aquel ruido insoportable que hacía temblar nuestro pecho pensamos que sería algo pasajero, incluso pensamos que volvería con más fuerza y violencia que como lo había hecho hasta entonces, pero se acabó. Los árboles han dejado de caer, y donde cayeron ahora crecen nuevos. Las aves vuelven a cantar, o al menos ahora se las puede escuchar. Los animales se han adentrado en lo desconocido, y ese es el mejor indicador de que el ruido ya no va a volver. Nos han dejado, al fin. Ya no hay peligro. La nube negra ha desaparecido.
¿Os lo imagináis? Sería increíble verlo. Algunos pueblos crecerían, otros se extinguirían nada más entrar en un área radiactivo, afectado por algún accidente nuclear. Algunos animalejos florecerían también, aunque los mayores afectados serían los perros, que bajaría considerablemente su nivel de vida, eso sí, las gallinas son presa fácil. La hiedra le daría color a las ciudades, que se inundarían de venado y depredadores. El cielo volvería a ser azul.
Solamente habiendo desaparecido nosotros un par de semanas el planeta ya ha obtenido algún beneficio, y sí, es desesperante estar preso y va a tener muchas consecuencias negativas ¡La recuperación va a ser horrible! Pero es lo que hay, así que ¡Ánimo! ¡Qué vamos a aparecer en los libros de historia!
¡Saludos a todxs lxs que viajáis desde casa!
Todo se andará! Abrazos. ❤️
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Y se desandará. Muchas gracias ☺️
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