SOLDADO MEDEIROS
María Quitéria, encubierta por un disfraz de soldado y un nombre masculino, llevaba semanas combatiendo en el Batallón Periquitos contra las tropas portuguesas en Cachoeira, que había sido medio atacado por un cañón luso. Los soldados brasileños se habían lanzado a las aguas del río Paraguazú y luchado cuerpo a cuerpo contra el enemigo en un banco de arena, creando una burbuja bélica templada entre el frío del agua y el calor de la batalla.
Quitéria, conocida allí como “soldado Medeiros”, había salido sana y salva de la batalla, con gran reconocimiento por parte de sus compañeros y el Mayor Silva Castro. Ahora descansaba mientras recordaba el momento en el que su padre descubrió su desobediencia. Días atrás él la sorprendió con el uniforme, aun prohibiendo la participación de esta en el conflicto. No solo había desobedecido a su padre, sino también al ejército para el que luchaba, pues no aceptaban a las mujeres en la batalla.
Cuando el Mayor Silva Castro supo la verdadera identidad de Quitéria se quedó perplejo, pero no la mandó a casa. Por el contrario, la animó a que siguiese en sus filas, pues había demostrado tener una disciplina ejemplar y una destreza con las armas superior a la de muchos de sus compañeros. Fue la primera soldado brasileña, y animó a otras mujeres a formar parte del ejército.
VIDA DE QUITÉRIA
Esta mujer nació en 1792 en la granja de sus padres, cerca de lo que hoy sería la ciudad de Feira de Santana, en la provincia de Bahía (Brasil). Su padre Gonçalo era un agricultor y ganadero que había llegado años atrás desde el Reino de Portugal en busca de una vida más próspera. En Bahía encontró a Quitéria María de Jesús, madre de nuestra protagonista, con ella tuvo varios hijos, y María Quitéria fue la primera.
Su madre murió de una grave enfermedad cuando ella tenía 10 años, y esto supuso, además de una fuerte depresión para ella, que se tuviese que poner a cargo de sus hermanos pequeños. Pronto, su padre se volvió a casar, y a los meses volvió a enviudar. Repitió el acto por tercera vez, pero esta nueva madrastra no tuvo una buena relación con Quitéria, que ya empezaba a asomar su espíritu libre… Y así transcurrió su adolescencia, entre obligaciones familiares y rebeldías. En los años posteriores su padre se enriqueció y aumentaron las tierras, animales y posesiones de la familia, además de adquirir esclavos y sirvientes, por lo tanto, por aquella época, Quitéria tuvo tiempo de aprender a montar a caballo, a usar armas y a cazar, algo que le vino muy bien para su futuro bélico. Por el contrario, nunca fue a la escuela, por lo que era analfabeta.
Cuando comenzaron las revueltas en Bahía en 1822, ella estaba a punto de casarse, pero cuando llegaron los emisarios buscando voluntarios para engrosar el ejército revolucionario, María, con fuerte sentimiento patriota, decidió adherirse a este. Su padre, que pudo escaquearse al estar viudo y tener varios hijos a su cargo, prohibió a su hija alistarse en el ejército brasileño. Ella se escapó y, con ayuda de su hermana y su cuñado, se cortó el pelo, adquirió un uniforme masculino y cogió prestado el nombre de José Cordeiro de Medeiros (su cuñado). Después viajó a Cachoeira y se alistó en el Regimiento de Artillería.
Pocas semanas después, en aquel lugar, fue descubierta por su padre, pero este, más orgulloso que enfadado, no insistió mucho en hacerla regresar, aunque el miedo a perderla sí hizo que lo intentara. El Mayor Silva Castro tampoco la mandó a casa, sino todo lo contrario… Aplaudió sus actos de mérito como soldado que hasta ahora había demostrado y la dejó quedarse en el batallón. Ella, aunque la seguían llamando “soldado Medeiros”, se cosió una falda escocesa para añadirla a su uniforme.
Entre 1822 y 1823 María Quitéria luchó en diferentes batallas, como en la defensa de la isla Mare, la de la desembocadura del río Iguazú o la de Pituba. En esta última se presentó en una trinchera enemiga e hizo prisioneros a varios portugueses. Por esto y más fue ascendida a cabo y considerada como una heroína de la independencia brasileña. En agosto de 1823 se encuentra con el Emperador Pedro I, quien la condecora con la Orden Imperial de Cruzeiro, nombrándola Caballero. Además, por petición de ella, el Emperador manda una carta al padre de Quitéria para pedir el perdón por su desobediencia… Perdón que consigue.
Ya en su hogar se casa con aquel novio al que dejó tirado por el ejército, y juntos tienen una hija. Unos diez años después muere su padre y además se queda viuda, e intenta conseguir una pensión, pero nunca la obtendrá. Junto con su hija se muda a Salvador de Bahía donde finalmente muere en 1853, a los 61 años, ciega, pobre y olvidada por todos.
LEGADO
María Quitéria está enterrada en la ciudad de Salvador de Bahía, en la iglesia del Santísimo Sacramento de Santa Ana, en el barrio de Nazaré, por si quieres ir a chupar sus restos.
En su ciudad natal, Feira de Santana, hay un distrito que tiene su nombre. Dos calles recuerdan a María Quiteria, una en Campo Grande, al sur de Brasil, y la otra en Rio de Janeiro. Una preciosa estatua de esta mujer te enseña el sable frente a la iglesia Nossa Senhora do Soledade (Avenida do Soledade), en Salvador de Bahía. Y en el Panteón de la Patria y Libertad, en Brasilia, existe un libro de héroes y heroínas donde se encuentra escrito el nombre de esta guerrera.
Su retrato más famoso fue pintado mucho después de su muerte por el italiano Domenico Failutti en 1920, basándose en algunos grabados de la época.
Y otra más. Como veis, de momento ninguna historia sobre estas heroínas ha acabado en felicidad… Siempre pobres y olvidadas, cosa que, con el género contrario no solía ocurrir. Muchos homenajes post mórtem, pero en vida, que es cuando de verdad importa, se tiende a ignorar los méritos de aquellas que se rebelaron contra los cánones de la época. No debía de compensar. En el próximo capítulo de estas Guerreras Latinoamericanas visitamos Uruguay, a ver qué hay por ahí. Espero que os haya gustado.
¡Un abrazo, y hasta pronto!
Vaya esta vez esperaba que terminase bien, con su pensión, reconocimiento, pero ciega pobre y olvidada, que destino cruel¡¡ Bueno más vale post mortem que sepultada en el más absoluto olvido, algo es algo. A ver si en Urugay hay más suerte y termina la historia mejor. Cuídate mucho David 😘😘
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Un cruel destino después de haberse librado de los mordiscos de la guerra. Busco y no encuentro finales felices. Gracias, Bea, y mucho ánimo!
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