INFORMACIÓN
Las Islas Cook es un país en libre asociación con Nueva Zelanda que se encuentra en lo más profundo del Pacífico sur, ocupando un espacio de Zona Económica Exclusiva de casi dos millones de kilómetros cuadrados, de los cuales, solamente 236 km2 están en la superficie, y se dividen en 15 islas y atolones principales… El atolón Sumarrow está entre ellos.
Islas Cook se divide también en dos cadenas de islas, las del sur, donde se encuentra la capital Rarotonga (isla más grande y poblada) y las del norte, donde está el atolón protagonista. El perímetro de su laguna es de 43 km, y el área del atolón es de unos 142 km2, en los cuales se encuentran sus más de veinte islotes, todos ellos muy reducidos (todos suman 0,4 km2) y casi a ras del nivel del mar. Solo una, la isla Anchorage, tiene una población que no son más que dos personas que hacen de guardianes, puestas ahí por el gobierno de las Islas Cook y que se alternan con otras dos cada ciertos meses.
La vida marina y la avifauna parece ser espectacular, por lo que Sumarrow es hoy un espacio natural protegido… Sí, por dos guardias, pero protegido. Su clima es tropical y entre marzo y diciembre recibe la visita de furiosos ciclones que amenazan toda infraestructura, e inundan todo metro cuadrado de tierra, teniendo en cuenta su baja altura respecto al nivel del mar.
HISTORIA
Cuando el barco ruso-estadounidense Suvorov encontró el atolón en septiembre de 1814, este se encontraba deshabitado, aunque existían evidencias de haber sido visitado por los marineros polinesios en varias ocasiones. El atolón recibió el nombre del barco, que, a su vez, este lo había tomado del general ruso Alexander Suvorov.
A mediados del siglo XIX encalló un ballenero estadounidense en su arrecife. Un barco de Taití fue a rescatarles y una vez allí pisaron arena, y con algo de suerte, diría yo, encontraron bajo tierra un cofre del tesoro con mucho oro.

En octubre de 1867, la Compañía Comercial de las Islas del Pacífico contratan al capitán Handley Bathurst Sterndale para que monte en el atolón una estación de producción de perlas, y este señor, junto con su mujer y otros trabajadores chinos construyeron en Anchorage un refugio, un muelle para carga y descarga y un pozo para almacenar agua de la lluvia. Al cabo de varios años, H. B. Sterndale estaba tan fascinado con sus buenas prácticas de liderazgo que empezó a creerse que era el jefazo de la empresa, y eso no gustó en la Compañía, por lo que quisieron despedirlo en 1876, pero este se negó y se atrincheró en el refugio, provocando así una especie de escaramuza donde hubo tiros y todo.
Atención ahora a la mini historia de película en esta historia que también es de peli… Pasaba por ahí un bergantín con un hombre a bordo llamado Henry Mair que era amigo cercano de Sterndale, pero el capitán de este barco le había prohibido abandonarlo. Mair, queriendo ayudar a su amigo, se escapó del barco por la noche, en ropa interior, nadando entre tiburones hasta la isla principal del atolón. Una vez en tierra se deslizó por la arena y escuchó ruidos a su vera, pues resulta que una tortuga estaba escarbando un nido, pero el sonido que hacía era metálico. Mair, al mirar más a fondo descubrió que el nido contenía un tesoro donde había collares, oro y reales de a 8, algo bastante extraño y que aún no se ha podido aclarar de donde pudo salir, aunque seguramente fue de algún naufragio español.
Mair no tenía donde guardarlo, así que lo volvió a esconder con la intención de recuperarlo algún día, pero mientras tanto siguió con su cometido de ayudar a su amigo, llegando hasta el refugio e intentando convencerle para que se rindiera, cosa que Sterndale no quiso hacer, pero tuvo que acceder cuando ahumaron la casa con él y su esposa dentro. En cuanto al tesoro, se sabía de él por alguna carta que escribió Mair, pero este murió asesinado antes de que lo pudiese recuperar, así que hoy día sigue encontrándose en paradero desconocido.

En 1889 los británicos proclamaron su soberanía sobre el atolón y lo arrendaron a la empresa Lever Brothers para que explotaran el guano, las perlas, el nácar y todo lo explotable, pero en 1914 un ciclón destruyó parte de la infraestructura y no salía rentable arreglarlo, así que abandonaron la isla. Como curiosidad decir que, en 1890, en plena faena de los Lever Brothers, la isla fue visitada por la familia Stevenson… La escritora Fanny Vandegrift Stevenson, su marido R. L. Stevenson y su hijo Lloyd Osbourne.
A principios de los años 40, un aventurero y escritor estadounidense llamado Robert Dean Frisbie, llegó al atolón con varios familiares donde vivió en Anchorage durante un año, hasta que en 1942 un ciclón arrasó la mayor parte del atolón y decidió pirarse de allí, escribiendo un libro después que inspiró a otros aventureros a jugar al “Man vs. Wild” en las décadas posteriores.
Desde 1978 la isla es un Parque Nacional de las Islas Cook gracias a la vida que contiene, tanto marina como de aves que van a dejar sus huevos, por lo tanto, es un espacio protegido (de ahí los dos guardias que viven en la isla) y muy querido. Parece ser que de esto no se enteró el líder del Partido Monárquico Ruso, Anton Bakov, quien dijo haber comprado el atolón, declarándolo capital del Imperio Románov, algo que el primer ministro de las Islas Cook negó y rechazó.
ANECDOTARIO
Tom Neale fue uno de esos maravillados con las historias de supervivencia del que hablaba el libro de Robert Dean Frisbie.
Neale nació en 1902 en Nueva Zelanda, donde vivió hasta que se unió a la Marina Real de su país a los 18 años, y así, durante cuatro años, pudo viajar y descubrir las paradisiacas islas del Pacífico, y una vez desligado de la Armada siguió recorriendo el océano de isla en isla, aunque ahora con mayor libertad.
En 1928 se mudó a la isla de Mo’orea, en la Polinesia Francesa, donde vivió 15 años de su vida, trabajando en diferentes empleos, hasta que le ofrecieron un trabajito en Rarotonga, en las Islas Cook, donde conoció al señor Frisbie y le metió en la cabeza la fantasía del paraíso en Suwarrow…

Varios años después, en 1952, con cincuenta años, Neale decide irse a vivir solo a la isla de Anchorage en Suwarrow, pero no en plan “a ver si sobrevivo”, sino que se fue bien preparado, con herramientas bien seleccionadas y técnicas aprendidas para poder vivir allí cómodamente, con la única compañía de sus gatitos, que se tuvieron que poner fanegas con las ratas que habrían dejado otras visitas anteriores. Pero no solo se encontraron ratas, también había cerdos y gallinas, además de algún refugio y artefactos, pues aquello había estado habitado durante la II Guerra Mundial.
Arregló la cabaña, sembró, recolectó y pescó, iba en taparrabos y con un sombrero, porque una cosa es ponerse rojo el pecho y otra muy distinta es que se le queme el cartón de la cabeza. Así que vivía de lujo, además se libraba de todas las reuniones familiares de Navidad. Su mayor problema eran los cerdos, que le fastidiaban el huerto, por lo tanto, llegó el día de San Martín a la isla. Y el otro gran problema eran los tifones, que no tienen piedad ninguna y destruían sus construcciones.
Dos años después de su llegada a la isla ocurrió algo terrible, pero comprensible teniendo en cuenta su edad, y es que sufrió una lesión en la espalda que prácticamente le impedía moverse, así que se quedó en la cama esperándose lo peor, y suerte tuvo que se detuvieron en el atolón una pareja que pasaba por allí con su yate (de vez en cuando recibía alguna visita de viajeros curiosos) y le encontraron recostado y dolorido. Estas personas le cuidaron e informaron a las autoridades de Islas Cook, que enviaron un barco de rescate para llevarse a Neale a un hospital de Rarotonga.

Una vez recuperado quiso volver, pero el gobierno le dijo que no se hacía responsable de su locura, así que Tom Neale se acobardó un poco y se puso a trabajar, se casó y tuvo dos churumbeles. Pero la morriña es la morriña, y en 1960 le dijo a su familia que la vida de Tarzán es la mejor y volvió a partir solo, a pesar de su prohibición, aunque sus allegados decidieron visitarlo de vez en cuando sabiendo que el menda tenía ya casi 60 años y… Bueno, ya sabes.
Esta vez su estadía sería más corta, pues le molestaban unos pescadores de perlas que iban y venían, así que se cansó y volvió a la civilización en 1963, donde escribió su libro “An Island to Oneself” describiendo todo lo vivido en Suwarrow. Una vez publicado ganó pasta y, en 1967 se volvió a largar con mejores provisiones, durando esta vez diez añazos, hasta que el cáncer lo hizo volver y le asesinó meses después, a los 75 tacos.
CÓMO LLEGAR
Hay pocas opciones para llegar a Suwarrow, la primera es comprándote un yate y hacerte capitán, la segunda es casarte, “enamorarte” o hacerte colega de alguien que tenga un yate y pueda manejarlo, y la tercera es pagar a alguna persona de mar para que te lleve desde otros lugares de las Islas Cook. En algunos sitios he leído que no hay que pedir permiso para llegar, pero en otros que sí, y que si no lo haces te comes una pequeña multa al llegar. Pidas permiso o no, al fondear en la isla Anchorage te clavarán 50 dólares estadounidenses de tarifa, y podrás estar hasta catorce días ahí anclado.
Es importante saber que solo se puede visitar el atolón entre el uno de junio y el 1 de noviembre. Lo suyo es que lleves provisiones para no pasar hambre los días que estés allí, que no hay nada para comprar. Si quieres ganarte el favor de los guardias (que suele ser un matrimonio) llévales algún detallito, que están muy solos durante mucho tiempo y seguro que quieren algo nuevo y algún abrazo.

¿QUÉ HAY POR AHÍ?
Siendo un espacio protegido está limitada la visita. No se puede recorrer la laguna en tu yate, pero tal vez sí te dejarán hacerlo en un bote, si este cumple las condiciones. En cualquier caso, no todas las islas son visitables, pues las tortugas y las aves anidan en ellas, así que con suerte podrás visitar alguna, y siempre junto a algún guardia. Las islas más pequeñas solo tienen arbustos y arena, mientras que las grandes tiene una vegetación mucho más densa en la parte interior.
He leído en varias páginas que se puede bucear, siendo un lugar fantástico para ello por sus corales, peces, mantarrayas y mucha más fauna. Pero también he leído historias de algunos visitantes a los que se le prohíbe el buceo. Si esto ocurre, el plan B es buscar el tesoro de Henry Mair, que tiene que estar por ahí.
Se dice que los guardias, cuando tienen varios visitantes, les entra la vena fiestera y montan cenas comunales con cocos y cangrejos, así que, por si se da el caso, llévate un vinito y una pajarita.

REFERENCIAS
https://www.treasurenet.com/threads/suwarrow-cook-islands-treasure-search.619935/
https://www.cruiserswiki.org/wiki/Suwarrow
https://en.wikipedia.org/wiki/Suwarrow
https://en.wikipedia.org/wiki/Cook_Islands
https://en.wikipedia.org/wiki/Tom_Neale
https://svtheredthread.com/2019/11/26/an-island-almost-unto-ourselves/
https://cookislands.travel/es/node/1041
https://www.youtube.com/watch?v=H8CfsEYfU54
https://nzetc.victoria.ac.nz/tm/scholarly/Cow02NewZ-fig-Cow02NewZ323a.html
Y así acabamos una vez más, con ganas de navegar por el Pacífico equipados con un detector de metales y un sombrero de paja, y por supuesto, acompañado por un loro que te recuerda de vez en cuando lo afortunado que eres por estar donde estás. A todos nos gustaría hacer lo que hizo Tom Neale, aunque solo sea un ratito, porque la soledad es buena en pequeñas dosis. El aventurero volvió a Rarotonga antes de morir ya que le aterraba morir solo, no era un ermitaño, el no odiaba a la gente, solo hacía lo que hacía porque podía.
¡Un saludo, navegantes!
Sin duda tu post, hacen que den ganas de explorar esas zonas tan inexploradas del pacifico!!! Lo tendré que buscar…
Un saludo.
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Me parto y hay otra forma de conocerla, convirtiéndote en guardián de la isla. No dejaré nunca de sorprenderme de la historia que pueden llegar a tener estas islitas. Lo mejor de todo en este caso es saber aún nadie ha encontrado el cofre del supuesto naufragio español ¿o si? jejeje Feliz finde David muy chulo tu post como siempre 🙂
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Si alguien sabe del tesoro lo tendrá bien escondido o estará en alguna máquina tragaperras jeje A algún viajero le ha debido tocar la lotería. Un saludo!
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