Infoanécdotas de Croacia

Como primera curiosidad os contaré que no es raro encontrarte a un croata por el mundo, pues hay más fuera de Croacia que dentro de sus fronteras, y podrás verte en el típico aprieto de responder a la pregunta de “¿Y qué sabes sobre mi país?” … Que empieza por la letra “C” y… ¡Pues ni eso! La República de Croacia para los croatas es la República Hrvatska (HR en las matrículas de los carros).

La bandera y su inconfundible escudo

La bandera actual de Croacia, de 1990, está compuesta por tres franjas horizontales de igual tamaño, que de arriba abajo son coloreadas de rojo, blanco y azul. En medio de la bandera se encuentra el escudo de armas.

A los colores no se les atribuye un significado individual, pues esta tricolor es una herencia compartida por muchos países eslavos actuales, como Eslovenia, Chequia o Rusia, entre otros, y, de hecho, la República de Yugoslavia compartía colores en su bandera, aunque en orden inverso y con una estrella en medio.

El escudo, sin embargo, da más que hablar: El blasón recuerda a un tablero de ajedrez, aunque 5 por 5 y blanco y rojo. La corona representa la unidad croata, ya que cada franja hace alusión a una región histórica de la actual Croacia. De izquierda a derecha tenemos la estrella y la luna (Zagreb), dos franjas horizontales rojas (Ragusa), tres cabezas de leopardo (Dalmacia), una cabra (Istria) y una estrella y una marta (Eslavonia).

En cuanto al blasón ajedrezado, hace referencia a una leyenda que nos cuenta que el rey de Croacia Držislav I, de finales del siglo X, fue capturado por el Reino de Venecia, permitiéndole comprar su libertad jugando unas partidas al ajedrez contra el dux de turno. Como era de esperar ganó el rey y se liberó, y de ahí el orgullo de la cuadrícula.

Moneda de cambio

Futura moneda de Euro croata, con una marta estampada.

A partir del 1 de enero del 2023 (puede que estés leyendo esto ya pasada la fecha), Croacia adoptará el euro y abandonará su querida kuna. El nombre de la moneda significa “marta” el animal que es parecido a una comadreja, y eso es porque antiguamente en la región utilizaban la piel de este mamífero como moneda de cambio. Por esto mismo se le considera a la marta como el animal nacional de Croacia y en todas las kunas aparece.

Y hablando de animales, en las monedas de una, dos y cinco kunas aparece en el reverso, el ruiseñor, el atún y el oso, respectivamente. El que no aparece es el perro de raza dálmata, y eso que se reconoce a Croacia como el país de origen del perro bombero.

Tierra de ilustres

Comenzar un resumen sobre personajes ilustres de Croacia es una mala empresa ¿Por dónde inicio? ¿Y a quien incluyo y a quien no? Pues comencemos por los premiados:

El premio Nobel se ha posado tres veces en seres croatas, pero solo uno nació dentro de las fronteras que hoy llamamos Croacia. Leopold Ružička fue galardonado junto a su colega alemán Adolph Butenandt con el Premio Nobel de Química en 1939 por sus trabajos con polimetileno y terpenos.

En la industria del cine, el país también ha dado nombres de fama internacional gracias a Hollywood, como el actor Goran Visnjic (Dr. Luka Kovac en la serie ER) o el actor Rade Šerbedžija (el fabricante de varitas Gregorovitch, de la saga Harry Potter), pero el único que ha conseguido tocar el Oscar (y hasta dos veces) fue el productor de cine Branko Lustig (ganó con Gladiator y con La lista de Schindler). Otro croata nacido en Bosnia, Dušan Vukotić, ganó el Oscar por su corto de animación Surogat, siendo el primer extranjero en hacerlo en esta categoría.

Los croatas viven para el deporte, y destacan en balonmano y en waterpolo, pero, sobre todo, son muy futboleros, y cuando hay un partido importante el país se paraliza, lo cual da bastante miedo. En 2018, el futbolista Luka Modric fue el primer croata en ganar el prestigioso Balón de Oro. Otra deportista destacada es Janica Kostelić, una esquiadora ganadora de 6 medallas olímpicas (4 de oro), convirtiéndose en una heroína nacional a principios de este siglo.

En política podrían destacar muchos al ser un territorio donde ha habido mucha jarana a lo largo de la historia, pero como no tenemos todo el día citaré únicamente a Savka Dabčević-Kučar, que fue la primera ministra de la República Socialista de Croacia entre 1967 y 1969, convirtiéndose así en la primera mujer en Europa en ser nombrada jefa de gobierno. Savka nació en la isla de Korčula, un lugar donde se dice que nació Marco Polo ¿Será cierto?

Tesla…Sexi

En las artes plásticas también hay un buen puñado, pero nombraremos al escultor Ivan Meštrović, pues fue la primera persona que expuso individualmente en el Museo Metropolitano de Arte en Nueva York. Fue el escultor de la enorme estatua de Gregorio de Nin en la ciudad de Split, esa que tiene el dedo gordo del pie pulido porque se supone que da buena suerte manosearlo. Y otras esculturas salidas de su cincel son las de Nikola Tesla, que se encuentran en varios lugares de la antigua Yugoslavia, y es que, el inventor también es croata de nacimiento, y es, seguramente, el más famoso embajador que tiene Croacia (con permiso de Marco Polo).

Y termino con Ivana Brlić-Mažuranić, una escritora de cuentos infantiles comparable a Christian Andersen, que en la misma época inventaba historias fantásticas animada por el folklore y la mitología eslava. Algunos la consideran la mejor escritora de cuentos infantiles de la historia.

Cachivaches

Ya sabemos que el tema de los inventos es algo confuso a la hora de adjudicar patentes, y siempre hay contradicciones. Cada país se adjudica ciertos inventos que resulta que también se lo están adjudicando otros por motivos cualquiera. Vamos a hacer un repaso a esas patentes croatas:

Como ya hemos visto, quizá Tesla sea el inventor más importante, o al menos el más famoso del país, pero no fue el único creador o descubridor: Sí podemos adjudicar la corbata a los croatas, pues como se puede apreciar, el nombre es hasta parecido, y es que esta prenda decorativa era representativa de los mercenarios croatas que participaron en la Guerra de los Treinta Años en Francia, haciéndose muy popular. El torpedo autopropulsado lo inventó Giovanni Luppis gracias a unos planos que encontró de un oficial austriaco anónimo. A Josip Belusic le debemos el velocímetro que tenemos en nuestro vehículo para no pasarnos de velocidad.

Fausto Veranzio nació en Šibenik cuando aquello pertenecía a la República de Venecia, y a este obispo se le atribuyen los primeros diseños del teleférico, el puente suspendido de cables, el puente colgante y otros puentes. Además, se dice que mejoró y puso en práctica el paracaídas del diseño de Leonardo da Vinci, rompiéndose el fémur en una ocasión y teniendo éxito en otra.

Mencionar también a Juan Vucetich, que creó un método de registro de huellas dactilares. También citar el famoso órgano de mar en Zadar, creado por Nikola Basic, donde el instrumento suena gracias a las olas del mar. Y en cuanto a descubrimientos científicos podríamos quedarnos un tiempo largo aquí: dodecaedro de Bilinski, respuestas SOS, el positronio, la Gran Muralla Sloan, la azitromicina, etcétera y más etcétera.

El órgano marino de Zadar, donde el Adriático demuestra su talento musical.

Podríamos hablar de más curiosidades, como de algunas de sus palabras o expresiones (ellos no dicen pelo rubio, sino pelo azul), o sobre sus ruinas y descubrimientos arqueológicos (en Kaprina se encuentra la mayor colección de restos neandertales), también podríamos hablar de sus fiestas y costumbres (Croacia tiene el mayor número de bienes intangibles de la UNESCO en Europa), de las películas y series que se han rodado en su territorio (según Hitchcock, Zadar tiene la mejor puesta de sol del mundo).

De tantas cosas podríamos hablar si tuviésemos tiempo… Pero hay que cumplir los espacios y dar paso a otra cosa, mariposa. A continuación, el diario, que relata cuatro días en Croacia, sobre todo en Split, la segunda ciudad más habitada del país, pero también en Hvar, Trogir y Dubrovnik.


B. El concurrido hogar de Diocleciano (Días 5, 6, 7 y 8)

La ilusión de conocer una ciudad nueva no nos hizo madrugar. Entre el cansancio que tenía yo de las ocho horas que nos habíamos comido de bus el día anterior y que Kiran… Bueno, en realidad Kiran podría no levantarse nunca si le dan la oportunidad. Por lo tanto, sólo nos despertaron las mil campanadas que supongo que sonaron a las 6 de la mañana por la misa del domingo, pero vuelta y vuelta y a seguir en la plancha.

Cuando miré el reloj eran las 10 de la mañana y entré en pánico, pero mi compi me tranquilizó un poco diciéndome que desayunaríamos chocolate, y con esa promesa nos vestimos y salimos por la puerta, ya que si hubiésemos salido por la ventana habríamos comido cemento y no chocolate. Así que, tras el desayuno sin cemento, paseamos por la bonita ciudad de Split, perdiéndonos en sus callejones laberínticos hasta llegar al Palacio del emperador Diocleciano. Vimos su Puerta Dorada y la enorme estatua de Gregorio de Nin, entre otras cosas. Perdernos fue lo que más nos gustó, pues así nos topamos con extraños acontecimientos, como la pasarela de unos soldados romanos que habían viajado al futuro.

Para terminar la mañana anduvimos unos metros cuesta arriba para ver la ciudad con su puerto desde el mirador de la colina Marjan. Mereció la pena, incluso Kiran lo admitió después de haber puesto resistencia en el ascenso. Comimos en el centro, en un restaurante donde se pagaban con riñones, pero eso sí, de la comida no tenemos queja. Y tras una cerveza en el puerto pasamos por el host donde el 50% de la pareja se echó una mini siesta, luego nos cambiamos y nos preparamos para ir a la playa ¡El primer bañito del verano!

Así fue, en la bonita playa de Jezinac mojamos los culos y estrenamos los cascos de snorkel, que resultaron ser una maravilla… ¡Cómo peces en el agua! A la vuelta nos duchamos y salimos a por algo de cena, una cena que devoramos en el host, justo antes de decirnos «¡hasta mañana!». El día siguiente fue genial, sobre todo porque ya no éramos solo los dos, sino muchos más, y eso se debía a que Kiran (y posiblemente yo) tenía la cabeza plagada de piojos… ¡Perfecto! Sólo esperábamos que no nos cobrasen por ellos cada vez que fuéramos a adquirir entradas para algún evento.

Dejando a un lado los pipis (ojalá pudiésemos dejarlos a un lado), hoy sí que madrugamos, y la culpa fue de esas campanadas, porque ya dije que las campanas suenan locamente y sin ritmo a horas muy tempraneras, y yo pensé que se trataría de un llamamiento religioso del domingo, pero no, porque era lunes y golpearon nuestro cerebro a las 6 de la mañana y a las 7:23h. y el “por qué” de esas horas solo lo sabe Dios. El caso es que pronto estábamos desayunados y preparados para ir hacia el puerto y marchar a Hvar, la primera isla que visitaríamos en Croacia, la más alargada y la menos amargada, y esto es porque debe ser como la Ibiza del Adriático, aunque nosotros no viviríamos la noche.

Compramos unos boletos de ida y vuelta para pasar allí todo el día. El catamarán nos dejó en una horita en el muelle de Hvar, la ciudad más importante de la isla homónima. Sus callejuelas empedradas parecían de cuento. La plaza de San Esteban contenía la catedral con el mismo nombre, y a lo alto, vigilaba la ciudad la Fortaleza Española, que en realidad fue construida por los venecianos, pero utilizaron a arquitectos españoles. Esto fue nuestro recorrido mañanero por la isla, porque por la tarde teníamos otros planes.

Tras comer en la plaza atravesamos la ciudad en busca de la bonita playa de Pokonji dol, que al pasar por unos escarpados caminos llenos de cactus y cocodrilos, dábamos por hecho que estaríamos solos… ¡Tontos de nosotros por tener pensamientos tan egoístas! Cuando llegamos vimos que una carretera llegaba hasta la playa, lo cual estaba llenita de gente. Pero no importa, somos dos personas que disfrutan de cualquier manera, así que nos acomodamos en las rocas y a bucear con nuestras escafandras. La tarde iba llegando a su final. Nos cambiamos y de vuelta a la city para un último paseo, un helado y al catamarán. Tocaba volver a Split. Un día fantástico.

Resultó raro al día siguiente no escuchar las campanas de la muerte a las 6 de la mañana, de lo cual me alegro. Sin embargo, amanecí temprano, y eso es algo más raro, pero mejor, que me tenía que acostumbrar, aunque la otra parte de la pareja no tomaba costumbre. Dedicamos parte de la mañana a despiojarnos, y todo parecía indicar que yo, persona con 10 veces menos pelo que Kiran, tenía 10 veces más liendres que ella, así que debí ser yo quien los trajo de manera clandestina a Croacia. Sinceramente, no me preocupaba mucho, pues me encontraba de vacaciones.

Durante la otra parte de la mañana paseamos a la estación de autobuses y pillamos unos billetes a Trogir, pequeña ciudad a pocos kilómetros de Split. Mientras llegaba la hora de la salida nos acercamos a unos puestecillos y nos compramos unos gorros con estampados de aguacates para parecer unos aguacaturistas a los que timar.

El viaje en bus fue una horita. En Trogir tomamos una birrita lo primero, comimos en segundo lugar y, por último, recorrimos las empedradas callejuelas de la ciudad vieja, Patrimonio de la Humanidad por doña UNESCO. Cosas lindas del lugar: la catedral del siglo XIII, el castillo de Camarlengo, los paseos por las callecitas y por el puerto. Es un lugar de cuento, la verdad, pero se ve en menos de una hora. Otro plan en este lugar podría ser playa, pero nosotros no teníamos el material fungible necesario, así que nos comimos un buen helado y, tras un rato descansando a la sombra, decidimos volver a Split, dejándonos el bus a las afueras del centro, cosa que acabamos agradeciendo porque conocimos el Split real y sus higos.

Cenamos pronto y luego cayó una copita a pie de puerto, para despedirnos de aquella ciudad que, a pesar de la cantidad de aguacaturistas que hay, se palpa un lugar increíble que hay que conocer una vez en la vida. Y ahora tocaba dormitar unas pocas horas, pues a las 6 de la mañana salía nuestro bus a Dubrovnik, volvíamos donde todo empezó.

Lo único bueno de levantarnos a las 5 de la mañana fue que no escucharía las campanadas locas del templo ese que madrugaba tanto. En cuanto al viaje en bus, se supone que serían 5 horitas, pero se alargaría la cosa, claro, sobre todo porque tuvimos que pasar por Neum, un territorio de Bosnia y Herzegovina de 9 km de largo, lo cual son dos aduanas ¡Qué desgracia! ¡Y Kiran durmiendo todo el trayecto! Solo se despertaba para entregar su pasaporte.

Nada más llegar a Dubrovnik dejamos las maletas en el mismo host donde nos alojamos la primera noche. Es una birria de lugar, pero no es más que la transición, pues está al lado de la estación de buses y al día siguiente tiraríamos hacia Montenegro. Mientras tanto comimos, siesta y arreglados para pasar la tarde en la playa, viendo cómo el sol desaparecía en el horizonte, hasta que nos echaron de la playa por un evento que iban a hacer, así que nosotros nos tomamos una copichuela y de vuelta a la habitación para cenar allí. Duchicagui y a dormir.

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