Podgorica

Aunque en la entrada que precede a esta hablaré por completo de Montenegro, he querido dedicar un post exclusivamente a la capital del país, Podgorica.

A la hora de trazar nuestra ruta de viaje nos preguntábamos lo mismo que se pregunta todo el mundo que viaja por ocio a Montenegro ¿Merece la pena visitar Podgorica? Es una pregunta difícil de responder, pues depende de lo que busca cada uno, pero en nuestro caso no solo mereció la pena, sino que volveríamos sin duda.

Es cierto que en esta urbe no vas a encontrar gran cosa si lo que buscas son atractivos monumentales, bellos paisajes o actividades culturales enfocadas al turismo, pero puedes encontrar en Podgorica la tranquilidad que tal vez estés necesitando si vienes de ciudades como Kotor o Dubrovnik. Con sus poco más de 150.000 habitantes (según censo de 2011), da la impresión de encontrarte en una ciudad fantasma, al menos en las horas de más calor (según estudios climatológicos, Podgorica es la tercera capital europea más calurosa, y ¡Ojo! porque Madrid es la cuarta). Es cierto que cuando las temperaturas disminuyen comienza a haber vidilla por sus pequeñas calles. Por suerte, la capital está plagada de fuentes públicas con agua potable.

Podgorica tiene mucha historia y ha sido una ciudad muy importante y de desarrollo económico durante siglos, pero en la Segunda Guerra Mundial fue bombardeada más de 80 veces y ocupada por los italianos primero y por los nazis después, y de este hecho se explica que la ciudad no tenga monumentos históricos palpables, pues fue devastada. Posteriormente, con la creación de la República Socialista de Yugoslavia, Podgorica pasó a llamarse Titogrado en honor al líder comunista, y experimentó una rápida recuperación. Tras la caída del socialismo la ciudad volvió a adoptar su nombre original.

Entonces ¿Qué quedó después de los bombardeos? ¿Y qué hay de nuevo? Veamos:

1. Río Morača

Podría ser raro comenzar esta lista con un río, pero así podemos situarnos en el mapa. El río Morača, que nace en la zona montañosa del norte de la región de Kolašin, cruza Podgorica y desemboca en el lago Skadar, 100 km recorridos desde su nacimiento.

Justo antes de llegar a la capital se junta con el afluente Zeta y crea un bonito cañón que renquea hasta Podgorica, por lo tanto, hacia un lado y el otro del río, la ciudad se ve altiva. Ni es muy profundo ni tiene mucho caudal, por lo que se descarta la navegación, sin embargo, sus aguas cristalinas invitan al baño y así es que los ciudadanos improvisan “playas” en los meses más calurosos.

Los puentes que vamos a encontrar son bastante nuevos, pues algunos fueron destruidos en los bombardeos y otros han sido modernizados. Merecen mención el puente Blažo Jovanović, pues es el más transitado por los vehículos y a cada lado tienes un parque, el famoso Sastavci al este y, el de Josip Broz Tito al oeste, donde encontrarás una estatua del político. Otro puente, peatonal y mucho más bonito, es el Puente de Moscú, un regalo de la ciudad rusa a Podgorica inaugurado en 2008.

2. Puente del Milenio

A este puente lo he dejado aparte porque es uno de los símbolos de la ciudad e incluso del país. No es especialmente bello, aunque arquitectónicamente es imponente. Muy estilo Calatrava, pero os juro que no ha tenido nada que ver en su construcción (si no ya estaría cayéndose a cachos). Se inauguró el 13 de julio del 2005, mismo día que Montenegro celebra su Día Nacional, es más, el puente conecta el centro con la calle 13 de Julio. Se trata de un puente atirantado con una columna de 57 metros de altura en su lado este que asegura el paso con 12 cables sobre el puente, y a su vez es fijado por 24 contrapesos. En el lado oeste te encontrarás un parquecito muy romántico llamado Njegošev, que se extiende a lo largo del río, y a la altura del Puente de Moscú verás la estatua de Vladímir Vysotsky, un cantautor soviético que reconocía admirar Podgorica, tanto en sus canciones como en sus visitas.

3. Torre del Reloj

Aquí tenemos una de las pocas construcciones que sobrevivieron a los bombardeos. Proviene de la época otomana, más concretamente de 1667, siendo parte de la fortificación que serpenteaba por la ciudad, sirviendo de torre defensiva. Está construido en piedra y mide 19 metros de altura, y el reloj actual y su sistema es de 2012, pues el que había antes se había quedado obsoleto y no daba la hora correctamente, haciendo que sus ciudadanos desayunaran por la noche y cenaran por la mañana ¿Te lo crees? A pocos pasos encontrarás el Museo de Historia Natural de Montenegro.

4. Puente viejo del Ribnica

Otro puente que añadir a la lista, aunque este no cruza el Morača, sino el pequeño afluente Ribnica (tan pequeño es que cuando estuve yo parecía un río de piedras, pues no pasaba por él ni una gota de agua). El puente se ubica justo en el punto donde los dos ríos se encuentran, en el lado este del puente Blažo Jovanović, dando paso al parque Sastavci. Se trata del puente más antiguo de la ciudad, siendo este de época romana, aunque se restauró en el siglo XVIII. Al cruzar el puente verás un camino de piedra que sube la pequeña colina, donde están los restos de la fortaleza Ribnica, llamada también como Nemanjin Grad, pues dicen que aquí nació Stefan Nemanja, un gobernador serbio en la Edad Media. También, en el parque, hay una estatua ecuestre del Rey Nicolás I de Montenegro, primer y último gobernador del Reino, entre 1910 y 1918, cuando Serbia se anexó Montenegro tras la Primera Guerra Mundial.

5. Mezquitas

Debido a su pasado otomano y a su cercanía con Kosovo y Albania, Podgorica tiene un alto porcentaje de población musulmana (ortodoxos 81%, musulmanes 10%), y esto se ve reflejado sobre todo en Stara Varoš, el barrio del casco antiguo, que es también donde se encuentra la Torre del Reloj, muy cerquita también del puente viejo. Este barrio tiene dos mezquitas, la mezquita Starodoganjska, del siglo XV, y la mezquita Osmanagića, construida en el siglo XVIII. Son dos edificios muy importantes para la ciudad, pues al igual que la Torre del Reloj sobrevivieron a los bombardeos de la Segunda Guerra Mundial. En cuanto al barrio, Stara Varoš, es muy recomendable andar por sus pequeñas y estrechas calles, pues parece que de repente has salido de la ciudad: en este espacio urbano te encontrarás niños jugando, gatos y paredes decoradas con buenos grafitis (sobre todo de los Barbarians, los hinchas del Fudbalski Klub Budućnost, el equipo de fútbol local).

6. Plaza de la República

Abandonamos la parte vieja y subiendo la calle Kralja Nikole llegaremos al nuevo centro de la ciudad, 20 manzanas que colocadas en un plano ortogonal forman la mayor zona comercial: joyerías, jugueterías, tiendas de ropa, bares y restaurantes… Eso sí, no busques suvenires. Justo en el centro de este plano de calles cuadriculadas está la Plaza de la República, tomando el papel de “corazón” en esta ciudad. La plaza cuadrada no tiene gran cosa, salvo una fuente ornamental que si no está en funcionamiento se queda todo un poco triste, la verdad. Aquí también se encuentra la biblioteca Radosav Ljumović y la Galería Nacional de Arte, además de numerosos bares con terraza que invitan a tomarse un refrigerio, momento en el que verás que esta plaza es el punto de encuentro para los podgoricenses. Anteriormente era un lugar mucho más concurrido, pero perdió protagonismo al construirse en 2008 el centro comercial Delta City, al oeste de la ciudad. Por último, a dos minutos andando desde la plaza, podrás darte de narices con la Asamblea Municipal de Podgorica, un edificio gubernamental.

7. Catedral de la Resurrección de Cristo

Ubicada en la parte oeste del río, en el barrio Novi Grad (Ciudad Nueva), pues es una catedral prácticamente nueva. Se comenzó a construir en 1993 y se inauguró en 2013, lo cual, Podgorica tiene el título de capital con la catedral más moderna (¡Ni siquiera eres segunda, Madrid! ¡Que te supera Tirana!). Se trata de una catedral de la iglesia ortodoxa, y a pesar de su juventud es verdaderamente bonita, y mira que es complicado encontrar un edificio bonito en esta ciudad, pero a mí me pareció estéticamente bonita por fuera. Por cierto, la puerta de entrada del ábside muestra a Marx, Engels y Tito ardiendo en el infierno. Por dentro es otro mundo diferente: no es feo, pero sorprenden sus frescos y murales dorados, mires donde mires, y carga bastante, pero bueno, para gusto las catedrales ¿No?

8. Castillo Petrović

Este castillo o palacio de color salmón fue construido en el siglo XIX, y fue la residencia del duque Mirko Petrović Njegoš, padre de rey Nicolás I, del que ya hemos hablado antes. Este palacio es hoy, y desde 1995, el Centro de Arte Moderno de Podgorica, y tiene permanentemente alrededor de 1.000 obras que vienen de todo el mundo. Está ubicado en un bonito parque con el mismo nombre que el palacio, donde verás esculturas singulares y la iglesia de San Demetrio.

9. Parque Gorica

Podgorica significa “bajo el gorica”, y la palabra gorica se traduce como “monte”, y esto es así porque en la zona norte de la ciudad se extiende una gran colina que da color verde a tanto gris, y así es que, Podgorica es la capital más verde de todas las capitales de los Balcanes (es increíble lo que estás aprendiendo hoy ¿Verdad?). El Gorica es un parque forestal que da vida a los podgoricenses, que no desaprovechan la oportunidad y utilizan los senderos para purificar sus pulmones (¡Fuman! ¡Son de los que más fuman de Europa!) y para deshacerse de algún cadáver. Entre las cosas que podemos encontrar en el parque están los columpios infantiles, alguna cafetería o el monumento al Partisano Luchador, construido en 1957 y que hace de mausoleo de ciertos héroes nacionales que lucharon contra el fascismo.

A los pies del parque está la iglesia ortodoxa de San Jorge, la más antigua de la ciudad, rodeada y cercada por un pequeño cementerio de película de terror. Y a pocos pasos de la iglesia en dirección a la ciudad, se encuentra el estadio de fútbol del Fudbalski Klub Budućnost ¡Qué no te pille un partido en medio si quieres seguir vivo!

10. Pedro I y otras esculturas

Para terminar, os presento esta imponente estatua de bronce de Pedro I, que se encuentra en la zona universitaria, cerca de la catedral. Tal vez sea la más grande, pero no es la única estatua de Podgorica: Ya hemos hecho algún repaso a alguna, como a la del Rey Nikola, a la de Tito y a la del cantautor Vladímir Vysotsky, pero no hemos hablado de la del poeta y dramaturgo Alexander Pushkin y su esposa Natalia, frente a la Galería Central. Otro laureado es el militar serbio Karađorđe Petrović, en el parque Karađorđe, muy en el Centro. Otro militar, Marko Miljanov, tiene su sitio junto a la Asamblea Municipal. Y la danza Oro Montenegrino también tiene su escultura, frente a la de Tito.

Parece ser que al final ver todo Podgorica es un paseo largo e incluso dos ¿Verdad? Pues esto no es todo, ya que a las afueras de la capital también hay cositas atractivas, como las Cataratas del Niagara montenegrinas, que se encuentran en el río Cemi, a unos 10 minutos en coche hacia el sureste. El monasterio Dajbabe, de finales del siglo XIX, también está a unos 10 minutos en coche dirección sur (puedes recorrer estas distancias en taxi. Con taxímetro no van a ser más de cinco o seis euros). Y para aquellos adictos al vino, por la misma carretera de las cataratas, unos pocos minutos más adelante, está la bodega Šipčanik, donde podrás contratar varios recorridos por los sótanos llenos de barriles y probar su contenido.

Y ahora sí, a por el diario, donde Kiran y yo logramos al fin llegar a Montenegro. Nos estableceremos en Podgorica, pero pasaremos por Kotor y visitaremos Budva y el lago Skadar. ¡Ahí va!


C. Pasaportes sonrientes (Días 9, 10, 11 y 12)

Sonó el gallo en Dubrovnik, pero le tapamos el pico, queríamos dormir más, no había mucha prisa. Como simios nos despiojamos por segunda vez hasta que llegara la hora se salir del host. Allí dejamos las maletas y nos encaminamos hacia la muerte calurosa. Habría que hacer tiempo hasta la tarde, que es cuando salía nuestro querido bus hacia Kotor, en Montenegro.

Tras desayunar en el bar de la loca que alimenta a los gatos, quisimos aprovechar las pocas horas que teníamos en la ciudad croata y tomar un barco-taxi para que nos diese un paseo por la costa y las islas. Yo quería visitar la isla Daksa, de la cual ya he hablado en este blog, pero allí no hay nadie que te quiera llevar, y eso que es la isla más cercana de donde estábamos. Finalmente, no encontramos opciones asequibles, así que desistimos y, tras una cerveza llegó la hora de almorzar. Tiempo agotado, era hora de abandonar Croacia, aunque volveríamos. El bus hacia Kotor nos esperaba.

El viaje no se me hizo tan largo como los anteriores, además el paisaje por la costa era increíble, en la aduana nos sellaron el pasaporte y tomamos un transbordador para cruzar un estrecho en la Bahía de Kotor, por lo tanto, fue un viaje entretenido, y por si fuera poco, habíamos cumplido uno de nuestros sueños… ¡Al fin en Montenegro! Ahora tocaba intentar que no nos matasen.

En Kotor atravesamos toda la ciudad para llegar a nuestro host, un lugar algo perdido en una zona residencial que costó encontrar, además que estaba lleno de cuestas, pero una vez allí estuvo genial. El apartamento era precioso, una lástima que fuese solo para un día, pero bueno… Acabamos la tarde recorriendo el puerto y un poco de casco viejo, dónde nos tomamos una cervezuela en lo alto de las murallas, luego cenamos en el apartamento y ¡Chimpún!

Al día siguiente abandonamos Kotor con tristeza, pero ya volveríamos. Era momento de establecerse en Podgorica, donde teníamos muchos planes. El recorrido en bus se hizo corto, pues por primera vez no tuvimos que pasar aduanas, y además los trayectos no son tan largos.

El primero que nos dio la bienvenida en Podgorica fue el calor intenso, casi abrasador. Luego nos acomodamos en nuestro nuevo apartamento, hicimos compra y salimos decididos a comernos la ciudad. Fue ahí cuando descubrimos que teníamos la tarta para nosotros solos, porque aquella capital estaba desértica. No solo no había turistas, sino que tampoco veías a ningún ciudadano. Daba miedo y risa a la vez.

Teníamos dos opciones para nuestros días en Podgorica: alquilar un coche y recorrer el norte del país o, contratar excursiones organizadas para conocer el norte del país. La opción más barata sería la ganadora, pero… Recorriendo las calles descubrimos que, esas oficinas de alquiler de coches que aparecen en internet en realidad no existen, y las agencias de viajes no te dan opciones de rutas desde Podgorica. Conseguimos contactar con personas que nos ofrecían alquilar coches, pero siempre eran pésimas condiciones, así que finalmente desistimos. Eso sí, he de decir que todas las personas con las que hablamos se comportaron de una manera muy amable y se implicaron mucho ayudándonos a encontrar lo que queríamos.

Sabíamos que nuestras opciones primeras habían fracasado, así que nos olvidamos de ello y decidimos disfrutar de la ciudad, recorriendo sus calles. Fue entonces cuando el sol se escondió entre las nubes y comenzó a chispear, y por arte de magia empezaron a llenarse las calles. Parecía otra ciudad. Por la noche daban un concierto cerca del Puente Viejo, así que nos acercamos y descubrimos que estaba allí todo Podgorica, pues el artista era un tal Knez, un músico muy famoso en el país y que había representado a Montenegro en Eurovisión en 2015. Fue gracioso vivir aquello.

Como habíamos perdido ya la esperanza de alquilar un carro, empezamos a mirar otras opciones de movilidad y lugares cercanos que pudiésemos visitar. El lago Skadar, a 30 km, fue, de todas las alternativas, la ganadora. Y al día siguiente decidimos ir en tren para probarlo, que el autobús lo teníamos ya muy trillado… Mala decisión. Si el autobús es desesperante, el tren lo duplica.

Esperamos cerca de una hora hasta que al fin llegó un tren, pero como no hay apenas información y el personal pasa de ti, fue arriesgado meterse en ese tren, pero toda aquella cantidad de personas que esperaban con nosotros también se metieron en mogollón. El problema vino cuando, antes de partir el nuestro, llegó otro tren a la vía de enfrente, y ese mogollón salió del nuestro para meterse en el recién llegado ¡Y allí nadie te daba una pista del tren verdadero! A día de hoy quiero pensar que los dos trenes nos llevaban a nuestro destino. El caso es que, una hora después de lo estipulado llegamos a Virpazar, un pueblo de pescadores muy turístico gracias al enorme lago Skadar, compartido con Albania.

Nos tocó andar por las vías de tren unos 20 minutos desde la estación hasta el pueblo. Una vez allí buscamos alguna compañía que nos diese un paseo en lancha por el lago. Y tras comer llevamos a cabo el recorrido. Éramos unas trece personas más el barquero, que nos iba explicando cositas por el camino. El paseo estuvo muy bien, la verdad, de dos horitas fue. Acabamos bañándonos entre nenúfares, en un agua demasiada calentita para ser real. Una vez fuera, contentos, dimos un último paseo al pueblo y cerveceamos antes de colocarnos en la parada de autobús invisible, que nos llevaría a Podgorica.

Desconfiábamos de tal manera de que llegase o no un bus por esa carretera, que decidimos sacar el dedo pulgar a pasear, que por esos lares se lleva bastante lo del autostop. No esperamos ni cinco minutos: en seguida paró un coche destartalado con un serbio muy parecido a Helsinki (el de la Casa de Papel), que nos invitó a subir, pues nos llevaba a la capi. El viaje se hizo cuanto menos curioso. El Helsinki este era un personaje de los que hay que enmarcar, pues nos hablaba apesadumbrado de la cantidad de accidentes mortales que hay en esas carreteras, pero lo hacía mientras se bebía una lata de cerveza, y es que el suelo del coche estaba lleno de latas estrujadas. Y del cinturón mejor no hablamos, porque ese coche ni los tenía. En fin, el tipo era bastante majete, hay que decirlo, nos dejó cerca de nuestro alojamiento, y mucho antes de lo que podríamos haber soñado.

La excursión del día siguiente decidimos improvisarla. Fuimos a la estación de buses (ya no queríamos más trenes) y vimos qué nos podía apetecer más. Estábamos entre Cetiña y Budva, y finalmente elegimos este segundo, que nos apetecía ver mar.

Tras comer cerca de la estación de Budva nos dirigimos al centro histórico dónde nos perdimos varias veces, pero a propósito. Hicimos alguna compra, fotos y bebimos un zumete rico cada uno. Y cuando ya pensábamos que habíamos recorrido todas las callejuelas laberínticas, nos embarcamos en una lancha que nos mostró toda aquella costa, incluyendo la isla de San Nicolás y Steve Stephan. Por lo demás, Budva sólo es una ciudad para turistas adinerados y fiesteros, una discoteca gigante en Montenegro, que en mi opinión no le pega nada.

Volvimos a la estación de buses y pillamos el bus que antes vino con dirección Podgorica, y como siempre, en la estación todo era un caos, y en esta ocasión estaba a rebosar, lo cual era agobiante. Llegamos una hora y media después a la capital y dimos un paseo muy agradable hasta el alojamiento. Tocaba hacer maletas para salir pitando a Kotor al día siguiente.

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