Lysefjord y el Preikestolen

Lysefjord es uno de los fiordos más impresionantes de Noruega, y es por eso que, cuando empieza el tiempo agradable se llena la zona de cruceros y ferris trasportando humanos que buscan maravillas naturales. En el post anterior, en el que hablé de la ciudad de Stavanger, mencioné alguna que otra vez al fiordo y dejé claro que es una visita imprescindible, y es en este post donde recopilaremos la información necesaria para abordar la excursión, ya sea en ferry, en bus o en coche desde Stavanger.

La entrada al fiordo de Lyse está a unos 20 km en línea recta de Stavanger, dirección este desde la ciudad. Tiene una longitud de más de 40 km, y a cada lado emergen unos acantilados gigantes que llegan a superar los 1.000 metros de altura, lo cual, impide que se formen núcleos urbanos alrededor del fiordo, y como mucho te encuentras casitas desperdigadas donde solo vive gente barbuda en verano.

  • Ferry: Esta fue la opción que escogí yo porque parece ser la única opción que existe en invierno, ya que los caminos y carreteras se cierran en las épocas dominadas por el hielo. Así pues, si llegas a Stavanger en los meses fríos y no te quieres perder el fiordo, compra tu boleto por internet o en la oficina de turismo de la ciudad. A mí me costó unas 700 coronas (unos 63 € en marzo de 2023). El ferry sale a las 11:00 am desde el puerto Vågen, y tiene una duración de 3 horas, más o menos, entre la ida y la vuelta. Con esta opción no recorrerás el fiordo completo, sino la mitad, donde podrás ver desde abajo el Preikestolen y la impresionante catarata de Hengjanenibbå, entre otras cosas. En el camino, una audioguía irá contando cositas interesantes, con opción de escucharlo en español si lo solicitas antes de iniciar el viaje.
  • Coche: El túnel submarino de carretera más largo del mundo, Ryfast, conecta Stavanger con el distrito de Ryfylke, y desde allí podrás llegar hasta el aparcamiento base. Luego tendrás una caminata ascendente de dos horas hasta el Preikestolen, uno de los miradores más bonitos del mundo. Se trata de un saliente en lo alto del acantilado desde donde se puede ver la magnitud del Lysefjord. Es sin duda mucho más impresionante que verlo desde el ferry, pero hay que estar en forma y esperar a la primavera para que abran el camino (en invierno hay posibilidades si lo haces con un guía local). Antes de las heladas también se puede conducir hasta el pueblo de Lysebotn, que se encuentra al final del fiordo. Son dos horas y media de trayecto y el tramo final de carretera es locura máxima.
  • Autobús: Está la opción del transporte público, menos cara, pero también tarda mucho más. Desde Stavanger y desde Sandnes salen buses que recorren también el túnel Ryfast, pero se van parando en muchos pueblos, por lo que, cuando llegues al punto base del Preikestolen habrás perdido unas 4 horas (pero viendo magníficos paisajes, eso sí), y luego tienes que contar las 4 horas que dura la ruta de ida y vuelta al Preikestolen.

Hay otras opciones, sobre todo marítimas, como los cruceros, lanchas o kayaks. En verano los ferris abundan y puedes llevar tu vehículo en ellos para trasladarte entre los dos únicos asentamientos que hay a lo largo del fiordo: Forsand y Lysebotn, uno en cada punta.

Además del famoso e impresionante Preikestolen, está el mirador Hengjanenibbå, que se va por el mismo camino que el primero, pero va más allá, por lo que es un sendero más largo y duro. Y en la otra orilla del fiordo, más adentro incluso, está el antiguo pueblo de la central hidroeléctrica de Flørli, donde ahora hay una cafetería, un museo sobre la central y, lo más destacado, una escalera de madera con 4.444 peldaños, lo que la convierte en la más larga del mundo en su categoría. Desde arriba, a 750 metros, puedes divisar el largo y ancho del fiordo tan bien como en los miradores anteriores. Y, por último, destaco también la ruta de senderismo Kjerag, que empieza cerca del pueblo Lysebotn. Tiene un recorrido de 11 km y se eleva unos 800 metros, lo cual es una ruta dura en la que hay que estar en forma, bien equipado e informado de las condiciones climáticas, pero si te animas y consigues llegar arriba tendrás el mundo a tus pies, y nunca mejor dicho, pues hay una gran roca redonda encajada entre los acantilados a la que puedes subirte, si no tienes vértigo.

El fiordo de Lyse es impresionante y cada año atrae a más turistas, lo cual tiene lógica, pero esto también hará que en ocasiones te encuentres restricciones, ya que se trata de un lugar natural protegido. Así pues, si consigues ir, cuídalo y disfrútalo. Ahora vamos con la segunda y última parte del diario sobre mi viaje a Stavanger.


Parte 2: Disfrute y despedida

El tercer día volvió a sorprenderme. Una ciudad que, aparentemente no tiene mucho interés cultural, lo compensa con sus paisajes naturales, y cuando pensaba que, en este aspecto, ya lo había visto todo gracias a la visita del fiordo, el lugar me propinó una buena patada en el culo. Junto a Kiran montamos en un ferry que nos dejó tirados en Vassøy, una pequeña isla que sirve de retiro vacacional para los ricos (los ricos de los ricos). Y este pedazo de tierra no tendría nada de especial si no fuese porque en su parte sur, un puente colgante de los que se mueven con un suspiro, lo conecta a otro islote más pequeño y asalvajado. Mágico.

La tarde, a parte de dedicarla a nosotros mismos, como todas las tardes, decidimos recorrernos las calles del centro para hacer algo de compra y conocer las alturas de la biblioteca, entre otros vertiginosos placeres. Hasta el troll de las cavernas de la tienda de suvenires admitió que aquel paseo fue de lo más agradable y romántico, sobre todo para unos seres que se querían, pero que vivían a una distancia imposible el uno del otro, como en ciertas historias de las novelas victorianas. Y para darle más jugosidad al momento, acabaron con unos cuantos peninsulares más echando unas partidas de billar en un sótano más lujoso que lujurioso.

El día siguiente siguió la línea esperada, sin salirse en ningún momento de la calzada y con la bufanda bien apretada. Las tórtolas volvieron a las escasas calles céntricas como a la Fargegata, para llenarse de colores antes de acomodarse en un banquito a la vera de la torre Valberg, como las lagartijas al sol de invierno. Y de manera mínimamente improvisada, acabamos comiendo manjares nunca vistos en un restaurante afgano que ofrecía precios alcanzables para almas sureñas. Muy rico, pero aquí es normal quedarse con hambre. Es eso o la ruina.

La segunda parte del día comenzó con el final de una película que se fue arrastrando, con la siesta posterior y con merienda de sándwich con rica crema de cacao + galleta con Lacasitos de sorpresa. Un tentempié que nos metimos para el esófago frente al lago Mosvatnet, pintado con los colores de la puesta de sol y protegidos por las Sverd i fjell (Espadas de la montaña). Los cisnes posaron desnudos para nosotros como Rose DeWitt ante el lápiz del brevemente afortunado Jack. Y esto no es todo, pues inesperadamente acabamos el día en la colina del jardín botánico, sobre las once de la noche, pues un chivatazo nos alertó de la visita de las auroras boreales, raro fenómeno en la zona, pero aparecieron leve y tímidamente, casi imperceptibles, junto a las nubes nocturnas y la luna vikinga.

Mi visita en Stavanger llegó a su fin al día siguiente, tras seis o siete horas de organización de maleta, de ducha caliente y de subida al Ullandhaugtårnet, una torre de comunicación en lo alto de la colina del jardín botánico, donde puedes ver todo y más allá. Mirador magno para despedirme de la ciudad nórdica. Un último almuerzo, un gofre de postre y varias horas en el aeropuerto pusieron el punto final a mis andanzas por el Valhalla.

Lágrimas y abrazos.

Hasta pronto.

3 comentarios en “Lysefjord y el Preikestolen

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