Segunda parte. Imperfecto.
La segunda y última parte de nuestro viaje a Moldavia no iba a existir. Mi intención era crear una única entrada con todas nuestras andanzas de Don Quijote y Sancho Panza, pero el viaje se acabó desfigurando tras nuestra segunda noche, y como se convirtió en una jornada de taquicardia y, hoy en día, en una anécdota graciosa, decidí crear la segunda parte del diario, para dedicarle la extensión que pueda merecer:
La vida era preciosa en la antigua Besarabia. Los dos tipos despertaron en el interior del caparazón que el hostel ofrecía, con cortina y ventilador incorporado. Se prepararon rápido, sacaron el coche del parking y lo aparcaron a tres pasos, dejaron las mochilas en el maletero y, sin más dilación, pusieron pies en polvorosa. Tenían un plan, y este consistía en recorrerse a pie la capital moldava en la mañana, cosa que se antojaba sencillo, pues el centro de Chisináu no es excesivamente amplio.
Recorrieron el magno parque Valea Morilor, del cual están orgullosos sus ciudadanos, pues tiene incluso una “playa”. Además, hay una hermosa escalera con cascada, un parque de atracciones decadente y una “playa”, no sé si lo había dicho ya. De verdad que dan ganas de mojarse el culo en ella, porque es preciosa. Luego rodearon el Cementerio Central hasta llegar al Complejo Conmemorativo de la Eternidad, donde casi les atacan unos perros sarnosos. Pasearon por la avenida Stefan cel Mare, comieron cerca del Mercado Central y se compraron unos calcetines de aguacate. Todo bien hasta el momento. Se hicieron con una botella de vino y unos huevos Kinder para la noche y decidieron volver al carro para entrar al fin en la Unión Europea, pero…


YISUS: Al principio pensé que nos habíamos equivocado de calle, pero luego recordé que aparqué justo después de una señal de parking, lo cual se cumplían nuestros peores temores. Pregunté a dos hombres que se encontraban en el lugar mismo donde habíamos dejado el vehículo, y estos, con gestos y dibujos en la arena, nos dijeron que la grúa había hecho de las suyas ¡Estábamos jodidos! Miré a David. Sus ojos contagiaban su miedo. De repente me vinieron unas ganas de cagar tremendas.
DAVID: Me flaquearon las piernas y comenzó a temblarme un ojo. Se me vino a la cabeza los 1.500€ de fianza del coche de alquiler, y el vuelo programado para el día siguiente ¡Lo íbamos a perder! ¡Había que llamar a nuestros respectivos trabajos para decirles que íbamos a faltar! ¿Cómo íbamos a recuperar el carro en un país donde nadie habla inglés? ¡Aquí no tenemos internet! ¡Nuestras cosas estaban en el coche! Caí de rodillas.
RECEPCIONISTA DEL AMAZING IONIKA: Los dos españoles volvieron, pero no para reservar otra noche, sino para involucrarme en su tragedia ¿Cómo decirles que no? Me miraban con ojos derrotados. Uno de ellos parecía estar a punto de cagarse en los pantalones. Así que, para apaciguar sus males acepté ayudarles. Llamé a la policía y pregunté por el coche alquilado que había desaparecido. No fue fácil, la burocracia aquí es muy lenta, pero después de explicar la situación de los turistas, de revelar datos y de llamar a varios sitios, me dieron dos direcciones. Primero debían ir a la comisaría a pagar la multa y luego al depósito a por el coche. Me lo agradecieron y salieron escopetados… Me dieron mucha pena… Parecían tan tontos…
JESÚS: Gracias al WIFI del hostel habíamos puesto las direcciones en Maps y se habían guardado en el móvil. Así llegamos a la ubicación de la comisaría que nos dio aquella buena mujer del alojamiento. Nos metimos en el recinto y salieron dos policías que seguramente olieron nuestro terror en cuento nos miraron a los ojos. No hablaban inglés, y nosotros no parlábamos rumano, pero sí podíamos comunicarnos con los gestos. Parecían entendernos, pero nos dijeron que aquel lugar no era donde debíamos ir, así que nos mostró un mapa y… El lugar estaba dos calles más arriba ¡No había tiempo que perder! ¡Además, me estaba cagando!
POLICÍA DE TRÁFICO: Mi cerebro se debatía entre si comerme el dónut de crema y pepitas o el de chocolate blanco cuando golpearon la ventanilla ¡Maldita sea! Me quedé quieto y en silencio… Tal vez, si no sabían que estaba allí se irían. No fue así, llamaron mucho más fuerte la segunda vez. Miré los dónuts durante tres segundos y los escondí con los informes inacabados. Me levanté y ajusté los pantalones, y en ese momento golpearon la ventanilla por tercera vez. Se trataba de una pareja de turistas que me hablaban en el inglés ese ¡Puff! Hacían gestos y desesperaban. Uno de ellos, el más larguirucho, puso una mano en plan pinza e hizo el sonido de una grúa. Pregunté por la matrícula, para parecer que quería ayudarles, claro, y me enseñaron una fotografía del coche donde la matrícula estaba invertida. Luego cogí el teléfono. Hice como que marqué y como que hablaba. Volví a la ventanilla y les dije que su coche estaba en la comisaría del norte. El larguirucho me miró extrañado y me preguntó en inglés si estaba seguro de ello. Le entendí por su cara y le dije que sí, que estaba seguro. Se fueron y volví a sacar los dónuts.

BICHOMALO: Conduciendo por la gran avenida me encontré a ese tipo de largas piernas sacando el dedo gordo. Vi negocio. Paré y le pregunté. Quería que le llevase a él y a un compañero suyo que estaba en ese momento sacando pasta en el banco, a la comisaría del norte, a 10 km. Eran turistas y parecían desesperados… Tal vez podría sacarles un buen pellizco. Cuando llegó el segundo les pregunté que cuánto me darían por llevarlos ¿40 lei? Me reí y les dije que 400 lei. Ellos me dijeron que no iban a pagar tanto, así que me hice el indignado y aceleré dejándolos ahí tirados en medio de la avenida, pero seguí mirándoles por el retrovisor. Por ahí no pasaban taxis, así que pensé que reconsiderarían la oferta y volverían a mí. Por desgracia se les ocurrió ir a la estación de tren, que estaba en la calle de al lado, así que les seguí. Había un taxi, solo uno… El de las patas le preguntó y yo salí rápido para evitar que los aceptase, pero el taxista pasó de mí… Los turistas se me escaparon.
NIÑA: Hoy mi papi me había llevado a trabajar con él. Era conductor de grúas y se llevaba los coches que estaban mal aparcados. Ahora estábamos en la comisaría cuando llegaron dos señores hablando raro. El policía no les entendía, pero mi papá sí. Decían que la grúa se había llevado su coche, enseñaron fotos, pero no fue mi papá quien se llevó ese coche blanco. Estaban muy desesperados y les salían lágrimas de los ojos cuando el policía les dijo que tenían que ir a otra comisaría, porque decían que venían de allí. Al final el policía llamó a un taxi para que les recogiese y los llevase al lugar que tenían que ir. Eran españoles. Les habría dado un abrazo, lo que pasa es que uno tenía cara de estar cagándose.
TAXISTA: Me habían llamado de la comisaría del norte, ese lugar donde me había bebido tantas cervezas con los polis. En Chisináu hay que llevarse bien con la pasma si quieres ser taxista. En esta ocasión me recibieron dos turistas agobiados, y el agente me comentó lo ocurrido. Me dijo que intentase ayudarles en todo lo posible hasta que recuperaran el coche. Con la ayuda del traductor de Google pude comunicarme con ellos y me fueron contando sus penurias. Parecían toláis, pero eran majos.

DAVID: Para nuestra sorpresa, el taxista no nos llevó a la primera comisaría a la que habíamos estado, sino que paró en medio de la calle y se reunió con los maderos de un coche de policía aparcado en doble fila en la avenida. Tenían los papeles preparados y le pidieron el carnet de conducir a Yisus, además de otros datos como la matrícula y la talla de zapatillas. Nos dijeron cuanto era la multa a pagar, y nos rallamos, pues empezamos a creer que aquello era bastante irregular, corrupción en estado puro, pero no, al final no era a ellos a quien debíamos abonar la multa. El taxista nos llevó después a una gasolinera donde había una máquina en su interior. Aquí, poniendo los datos e introduciendo el dinero, recibimos un papel. El papel con el que podríamos intercambiarlo por nuestro coche ¡Al fin! Yisus, por su parte, no paraba de decirme que se cagaba.
YISUS: El depósito parecía más bien una cárcel. Había un muro infranqueable con una puerta metálica que tenía la típica ventanilla donde solo se ven los ojos del guardia, y un foco como el de un estadio de fútbol que nos alumbraba la cara. Me pidieron el carné de conducir y me dio un micro infarto, pues no lo encontraba, pero sí, apareció en un bolsillo. Me dijeron que entrase solo a por él. El interior parecía más frío, y por supuesto era más macabro. No había muchos coches y eso me hizo reconocer el nuestro enseguida. Lo habían maquillado con pegatinas por todas partes… Pagué la cantidad adecuada para sacar el coche y salí de allí escopetado.
Al fin tenían el coche, pero habían perdido gran cantidad de horas y de dinero. No perdieron ni un segundo más y tiraron hacia Rumanía, querían entrar en la UE lo antes posible y, aunque no tardaron mucho en llegar hasta la frontera, en la aduana les creció la barba y Yisus casi se caga.
Una vez en Iași todo fue más tranquilo. Les costó un poco encontrar el apartamento, pero una vez en su interior se bebieron la botella de vino y se comieron la Nutella. Ya eran felices. Durmieron como bebés y al fin Yisus pudo cagar.
A la mañana siguiente dedicamos una horita a quitar las pegatinas del coche, con estropajo y agua caliente que habíamos mangado del apartamento. Luego dimos una pequeña vuelta por la ciudad rumana, pizzeamos pronto y al aeropuerto, donde dejamos el carro aparentando que no había pasado nada.
Finalmente se podría decir que todo salió bien, teniendo en cuenta lo patas arriba que se había puesto todo, así que, a pesar del tiempo perdido y los dineros gastados, volvimos con una sonrisa en la cara.

Madre mía pero que aventura 😮 taquicardia es poco… Abrazos¡¡
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Y ahora me río… 🤦 Saludos!
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