Digamos que fue un capricho de nuestras neuronas. Un impulso loco de los sentidos que, trazando un plan, fueron empujándonos rápidamente hacia la aventura de un simple fin de semana, aunque de los largos, eso sí.

La culpa la tuvo el olfateador de vuelos, que nos descubrió una lanzadera barata y en horarios perfectos para marcharnos a Iași, a Rumanía. Pero eso no era una locura. Eso es todo lo contrario a una locura, diría yo. La pirada de olla consistía en rentar un pequeño vehículo que nos ayudase a adentrarnos de manera más rápida en Moldavia, y tener dos días para conocer este misterioso país. El menos visitado de Europa.

Hace algo más de tres años, en el verano del 2019, antes de la pandemia y, por supuesto, antes de la guerra de sus vecinos, yo visité las dos ciudades más grandes e importantes de Moldavia, que son Chisinau y Tiráspol, la primera es la capital del país y la segunda la capital de Transnistria, el país que existe y que no existe a la vez (pinchando en los nombres os llevarán a las entradas correspondientes). Pero en esta ocasión, con el superpoder del coche, vería la Moldavia más invisible, y eso me hacía babear.

Así pues, empecemos con la aventura de dos días, y adelantaré algo: el día 1 salió todo a pedir de boca, pero el día 2… Digamos que por poco no regresamos a España.