7. LA FÁBULA DE LAS BESTIAS

La India, tan grandota como un elefante, tan misteriosa como un tigre de bengala, tan guarruna como un cerdo, tan tranquila como una vaca, tan divertida como un mono, tan impredecible como una cobra, tan bonita como un pavo real, tan infecciosa como una rata, tan alegre como una ardillita india de las palmeras… ¡Qué graciosas son estas últimas! La India es una fábula llena de bestias… y de animales, sagrados y no sagrados, pero todos son esencia e imprescindibles. Sin ellos la India no sería lo mismo, sin ellos la India sería menos. Ellos le dan ese toque genial y sobre todo fabuloso.

¡Venga! Que voy a contar algo de estos fantásticos animalejos, que estoy de buen humor, pues pensar en ellos me alegra la vida, pues son taaaan majos ¿Por cuál podemos empezar? ¿La vaca? Sí, que sé que lo estás deseando.

LA VACA y el toro. Animal sagrado en la India, el bóvido lo sabe y transita a sus anchas por las guarreras calles de su bendito país, dejando plastas por donde le sale del culo. En todas partes están estos animales que viven lentamente y con una calidad de vida mejorable, pero aceptable. La peña, a veces, les da de comer y lavan, sobre todo para los rituales, fiestas o para limpiar el karma. Son mansos, tanto las vacas como los toros, pero no te pongas en medio de su camino, pues saben que son los amos y te cornearán (en plan tranquis, no en plan San Fermín). Molan, estos animales son graciosos y por mi parte, fue algo de lo que más me impactó cuando llegué a la India, aun sabiendo que me los iba a encontrar por todas partes.
Comer su carne está totalmente prohibido, al igual que el maltrato, pero el ser humano sí consume la leche de la vaca (y el estiércol de las reses, por supuesto, la mierda no es sagrada) ¿Qué te puede ocurrir si matas a una vaca? Pueden ocurrir varias cosas… o que la ley te meta un buen puro o bien que una multitud de hindúes te persigan hasta darte caza y te finiquiten. De todas formas a muchas vacas nos las encontramos fiambres en la carretera, pues esquivar a estas figuras con cuernos no es del todo fácil, son lentas, torpes e impredecibles.
De todas formas se cree que este animal empezó a ser sagrado porque antiguamente les convenía más mantener viva a la vaca para el consumo de su leche, por este motivo la consideraron como la madre de todas las madres, un ser que amamanta a otros seres vivos. Qué movida ¿Eh? Y por ello dejaron de sacrificarla.

EL BÚFALO. Al principio nosotros pensábamos que había varios tipos de vacas, pero no es así, lo que pasa es que la India también está llenita de búfalos de agua, un animal no sagrado, a este sí que le puedes despellejar y comerte su corazón, pero recordemos que la inmensa mayoría son vegetarianos en la India.
Te los encontrarás en pequeños rebaños, tirando de carrozas, tirando del arado, metidos en charcos de barro… son muy grandes e impresionan, pero son mansos.
También los hay en estado salvaje, aunque cada vez menos por la desaparición de los bosques tropicales y la escasez de tigres, su archienemigo.

EL ELEFANTE asiático. En peligro de extinción, lo verás domesticado y dudo que lo veas en estado salvaje, aunque aquí se encuentran entre el 50 y el 60% de los elefantes asiáticos de todo el mundo mundial. Reclamo turístico, como no, el elefante es domesticado desde hace siglos como arma de combate y en la actualidad para el turismo, zoológicos, circos, templos… está ligado a la religión, recordemos que el Dios Ganesha tiene cabeza de elefante ¿Por qué motivo? Tiene una explicación, pero no es el momento de contar esto, así que te dejo un enlace justo pinchando en la palabra «comadreja«.

LA RATA. No vimos muchas ratas, pero las hay a montones, claro, la suciedad de las calles lo exige, pero lo impactante es lo que ya mencioné en una de las entradas, lo del templo Karni Mata (nombre de una Diosa que se reencarno en rata) donde este animal es sagrado y si por el motivo que sea te cargas a una deberás reemplazarla con una estatuilla de oro… es lo que hay, aquí son veneradas, las reinas del lugar.

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LA SERPIENTE (naga). Su forma fálica ha conseguido que este animal sea el símbolo de la fertilidad y la creación. Hijos deseados, buenas cosechas, rituales que realizan las mujeres estériles… en todo este ambiente está presente la serpiente y sus dientes en la mente de la gente poco valiente que seguramente represente la fuente más decente de la vida.
La mitología hindú está llena de anécdotas, historias, leyendas y mitos de este animalejo tan larguirucho y peligroso, por ejemplo, Shiva siempre va acompañado de una cobra, esto es bueno saberlo para poder identificar al Dios en las representaciones que te irás encontrando a lo largo de tu viaje.
Nosotros no vimos ninguna serpiente en estado salvaje, ni falta que nos hizo, preferimos que estén tan libres como lejos de nuestra piel, solo vimos alguna cobra de esas que meten en tarros de mimbre para que salgan bailando al ritmo de un instrumento de viento… una tontería de la que intentarán sacarte algunas rupias si te pones a verlo.

EL MONO. Momento de hablar de los primates, unos animales tan exóticos para un europeo que cuesta acostumbrarse a la presencia habitual de estos. Hay muchos y no están domesticados, son totalmente salvajes, así que chaval, no metas la mano donde no debes. En más de una ocasión nos advirtieron de que tuviésemos cuidado con los monos. Son peligrosos y siempre están hambrientos, por lo tanto cierra bien tus bolsas con comida cuando pases cerca de ellos.
Siempre van en grupo e invaden los tejados y patios particulares, saltando, escalando, peleando, fornicando… están locos y son impredecibles ¿Te estoy metiendo miedo? No seas tontaco, a ti no te van a hacer nada a no ser que quieras coger uno o quitarles la comida, pero si por lo que sea te muerden más vale que estés vacunado. Nosotros llegamos a ver como un guardia de seguridad (del Taj Mahal) salía corriendo por miedo a un mono que se sentía acorralado.
Supongo que habrá mogollón de especies de primates en la India, sobre todo en la selva, pero nosotros vimos al menos tres tipos diferentes que vivían en las ciudades, y al igual que los humanos en este país, los monos son un poco ‘plaga’ y por lo tanto un problema, pues forman sus bandas callejeras en plan ‘Latin King’ y se pegan entre ellos o roban comida en los puestos… y a ver quién es el listo que se lía a palos con ellos ¡Qué son sagrados! ¡Rezan a Hánuman, el Dios mono!
A parte de todo esto los monos son muy graciosetes y ocuparon gran parte de nuestro tiempo y de nuestro espacio en la tarjeta de la cámara de fotos. Molan mucho y sé que a ti te van a entretener mogollón cuando vayas a la India (si es que vas alguna vez ¡pobre de mierda!), eso sí, mantén las distancias.

EL PERRO. El mundo al revés, allí las vacas son como perros aquí y aquí las vacas son como perros allí, nadie los tiene en cuenta, se ríen de ellos y muchas veces los maltratan. Muy pocos canes tienen dueños, la gran mayoría son callejeros y siempre los verás con heridas, tiritando y sucios. Hay muchísimos, mires donde mires tus lentes se encontrarán con algún perro.
Son absolutamente mansos, no vimos ningún chucho (porque son chuchos) endemoniado o que pareciese peligroso, sino todo lo contrario, muchas veces se asustaban de ti e intentaban evitar cualquier contacto, como los gatos callejeros en España, que por cierto, los gatos en la India son prácticamente invisibles… puedo contar los gatos que vi con los dedos de la mano de un manco.

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Hagamos un resumen de algunos de los animales que nos quedan. Los ya citados pudimos verlos en las ciudades vagando a sus anchas (menos a las serpientes), y yo diría que esto es una de las cosas que más puede llamar la atención de cualquier occidental. Es fascinante como algunos animales se han adaptado más o menos al paisaje urbano y a su contaminación, alimentándose de los residuos humanos e intentando sobrevivir. Más fauna que pudimos contemplar entre el cemento: los cerdos grises, pequeños y escuálidos también patrullan en grupo y pueden formar peleas con jaurías de perros. Las ovejas y sobre todo las cabras, estas por supuesto tienen un dueño humano, la leche está muy valorada en la India, se comercializa mucho y por lo tanto es muy barata. Las gallinas con su gallo, las ardillas de las palmeras (así se llaman), muy pequeñicas y con rayas en el lomo, llenan de alegría los parque y templos… abundan. Los dromedarios, tiran de los carros llenos de ladrillos, cemento u otros materiales pesados… que penica me dan los dromedarios. Las palomas dominarán el mundo, los pavos reales y sus gritos agónicos, los milanos negros decoran los cielos de las ciudades creyéndose piezas de un mosaico. Los murciélagos gigantes que duermen en las copas de los árboles te dejarán con la boca abierta. Los escarabajos peloteros del desierto te entretendrán más minutos de lo que piensas y los peces-gato te suplicarán trozos de pan cuando te acerques a cualquier lago contaminado.

En estado salvaje y muy lejos de las ciudades no sería bueno encontrarse con un oso bezudo u oso negro. Hay lobos indios que roban niños y zorros de bengala. Animales que pensabas que solo te encontrarías en África como la hiena rayada, el rinoceronte indio y sobre todo el más impactante ¡El león asiático! Sí señor, existe una subespecie en Asia, concretamente en el estado de Gujarat, pero quedan muy poquillos.
Baguira y otros felinos, como los muchos tipos de leopardos, el de las nieves, el nublado, el indio… y el gran rey de la India, el felino por excelencia, el señor tigre de bengala, que podrás visitarlo en cualquier reserva natural.
¿Y qué comen estas bestias? Jabalíes, antílopes negros (blackbuck), ciervos indios, gacelas, nilgais, kakads… me los podría estar inventando, pues seguro que no has escuchado estos sustantivos en tu vida.

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Será por especies… na tío, haz una visita a alguna o varias reservas, pues en la India abundan y todas contienen hermosas y peligrosas riquezas. Si no te come un cocodrilo lo hará una pantera, pero ¿Se puede pedir una muerte más chula?


G. LA CORRIENTE DE LA MUERTE

Veinte horas desesperantes pasamos encerrados en el tren, sin saber qué hacer y con un hambre atroz que nos rajaba por dentro. Además de pasar una noche espantosa, casi sin pegar ojo, cuando nos levantamos solo podíamos dar paseos de ida y vuelta por el pasillo del tren, a veces, cuando el tren se paraba en medio de la nada, abríamos las compuertas y salíamos a respirar. O si estaba en marcha, pero a la velocidad de Harriet, también abríamos la puerta para lanzar fotazas. No podíamos hacer nada más, leer, dormir, arrastrarnos por el suelo, golpear nuestras cabezas contra la ventanilla… y poco más.

Cuando al fin llegamos a Varanasi (o Benarés) se podía oler nuestra felicidad al volver a sentirnos libres, pero como era de esperar una marabunta de personajillos nos empezó a acorralar para conseguir clientes europeos ¿Tuk-tuk? Al mejor postor.
El más barato fue el elegido, y como siempre el más barato tiene trampa, pero ya lo sabíamos, nos llevaría al hotel y entraría con nosotros para recibir su comisión… pero bueno, nosotros solo queríamos salir del agobio de la estación.
El taxista nos metió por las estrechísimas callejuelas de la ciudad en busca de los hostales más baratos, y encontramos varios, pero por culpa de la comisión se inflaba el precio y ya estábamos pensando en mandar a tomar por culo al conductor, pero finalmente encontramos uno bastante asequible (regateando un poquillo). Dos habitaciones en la parte de abajo algo guarripéis, sobre todo los baños, pero era perfecto para nosotros, que ya estábamos en esa etapa del viaje en la que hueles mal tú y huele mal toda la ropa que tienes en tu macuto, pues aunque la laves mil veces esa mierda ya no se va.

Perfecto, ya teníamos habitáculo, ahora nos tocaba zampar algo, que eran las seis de la tarde y aún no habíamos desayunado ¡Ay si nos viesen nuestras mamis! No buscamos, pues en la azotea del hostal nos aseguraban buena comida y buenos precios… era totalmente cierto, el verdadero problema estaba en el tiempo que tardaban en servirte. Más te vale ser paciente en la India colega, porque os aseguro que vais a flipar con esto, da igual a que restaurante vayas, aquí tardan mogollón en servir, pero eso también es señal de que lo cocinan al momento y preparado para ¡Ñam ñam!

¡Qué movida! Ya era de noche, pero algo teníamos que hacer… así que salimos callejeando hasta una de las calles principales y siguiendo el curso de esta conseguimos llegar hasta la ceremonia de uno de los ghats, un ritual donde la gente, además de bañarse en esas aguas mortales, se volvía un poco loca y hacía cosas raras.

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Varanasi (o Benarés) se encuentra en el Estado de Uttar Pradesh, a más de 800 kilómetros al este de Delhi. Es una de las siete ciudades sagradas del hinduismo (también lo es para el budismo y el jainismo) y por aquí pasa el Ganges y se contamina más aún… la gente terminal viaja a esta ciudad para morir en sus orillas y hundirse en sus aguas. Les cubren con telas y les atan con unas cuerdas que a su vez están enganchadas a unas piedras pesadas, hundiendo así al cadáver, pero es habitual que estas cuerdas se acaben rompiendo y que reaparezcan los fiambres en las orillas. Por suerte para nosotros no llegamos a ver ningún cuerpo flotando.
No solo son los muertos, también van a parar al río mazo tuberías con residuos fecales y ¡Joder! ¡Qué asco! La peña se vuelve loca en las ceremonias y empieza a salpicar a todo el mundo con el agua asquerosa… a mí me dio una gota en la cara y creí que no volvería a España nunca más.
Los ghats son escaleritas en la orilla del río para que los hindúes realicen sus rituales y sea más cómodo acceder a las aguas del río. El problema es que en la época que fuimos nosotros el agua estaba muy crecidita y no se veía ni un cuarto de cada ghat.

Después de presenciar el ritual rutinario nos encaminamos hacia el hostal de nuevo, parando en un par de tiendas con mucha variedad. Todo muy bonito y muy chulo, pero no compramos nada… solo mirar ¡Only see!
Pasamos de cenar (lógicamente, habíamos comido sobre las seis de la tarde) y lo único que hicimos antes de separarnos cada uno a nuestra habitación fue pintarnos con henna las manos y pies, pues el Moños es un artista.
Por último, antes de dormir, Andersen y yo salimos a comprar unas galletas en la única tiendecita que estaba abierta… serían las diez de la noche y ya estaban todas las calles vacías, salvo de perros y mendigos. En la India todos se van a sobar prontico para que a las cinco de la madrugada todo esté en plena actividad.

Parece que al día siguiente los Dioses nos querían gastar una bromilla muy petarda porque cancelaron la alarma de mi móvil, por lo tanto no sonó… por lo tanto no nos despertamos… por lo tanto perdimos parte de la mañana. Bueno ¡Qué más da! Subimos a la azotea para desayunar y para ver a los monos saltar de tenderete en tenderete.

Después de rellenar un poco nuestras despensas salimos rumbo a un templo que estaba algo lejano donde reinaban los simios. Nos pateamos las calles de Varanasi perdiéndonos repetidas veces, pero eso es algo que nos estaba empezando a gustar. Finalmente encontramos ese templo del que nos habían hablado… había que dejar el calzado en unas taquillas para entrar y también todo tipo de cámara de fotos y consoladores, pues resulta que Andersen tenía un consolador en el bolsillo y le dijeron que no podía entrar con eso.

Una vez dentro nos encontramos con los clanes de monos que nos miraban con rabia, algunos tuertos y otros mancos. De vez en cuando se enzarzaban en broncas fatales para demostrarnos que ellos son los jefes y en aquel lugar se hace lo que ellos digan, y si no estás de acuerdo pues te hacen la peineta, te muerden y te pegan el sida o incluso te sacan la chorra y te la intentan rular por tu careto.
El templo era como muchos otros, la gente daba vueltas a la estructura divina principal, dejaba obsequios a los Dioses venerados y se pintaban la frente de naranja (esta pintura embadurnaba las columnas del lugar, pringando todo lo pringable).

Resultó que paseando por el recinto y observando a los macacos nos topamos con una muchacha india muy maja, estudiante de arte, que quería encaminarnos hacia su galería… y allí acabamos los cuatro, viendo los dibujitos de Ganesha y un álbum de fotos en el que salía ella con otros muchos pringaos a los que había engañado para vender sus pinturitas. Al final Pamela compró una pequeña lámina, la más económica, por pena. Y nos piramos con la sensación de haber perdido mucho tiempo.

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Y más tiempo perdimos, pues no encontrábamos el camino de vuelta y vagando nos podías ver por aquellas calles del color de la mierda, aunque al final acabamos en un lugar de muchos colores y sonidos… una feria, de esas típicas que puedes ver en las fiestas de barrio, con tío-vivo, con noria, con barraca, con “gitanos”, con puestos de perritos calientes (veganos)… todo luces y locura, y a pesar de todos los cachivaches que allí había parece ser que nosotros éramos la mayor atracción, más aún que la noria. Todos nos miraban, se hacían fotos con nosotros, nos sonreían con sus melladas bocas… todo luces y locura.

Bueno, el caso es que dimos muchas vueltas a todo y por fin asumimos que estábamos perdidos y cansados, y aprovechando el acoso de los conductores de tuk-tuks nos metimos en uno para que nos llevase de una vez al posiblemente ghat más espectacular de la ciudad, el Dashashwamedh Ghat, donde se realiza una ceremonia con antorchas, danzas y más. Empieza sobre las 19:00 y es gratuito… pero nosotros no lo vimos por varios motivos: aún quedaba mazo para las siete de la tarde y todo el mundo nos decía que las inundaciones estaban jodiendo las ceremonias, así que nos conformamos con ver a unos cuantos bañándose en las aguas del Ganges y unos niños dándole caña a las campanas de un pequeño templo. El caso es que acabamos comprando, como siempre, en alguna tienda del bazar, donde dicen que todo es falso, pero bueno, mola.

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Después de todo esto nos volvimos a perder por los laberintos contaminados hasta dar con un grupo de conductores que se pegaban entre ellos a la vez que intentaban negociar con nosotros, era patético. El nuevo tuk-tuk (cada cual más peligroso al volante) nos llevó de nuevo a la zona que conocíamos, cerca de donde nos alojábamos. Una vez allí empezó la búsqueda interminable de un restaurante barato que nos ofreciera una comida continental. Visitamos muchos restaurantes y ninguno daba el perfil, algunos caros y otros solo con comida que no era bienvenida. Al final dimos con uno de un hotel de mala muerte y cucarachas bien visibles que prometía, por lo tanto nos quedamos allí a esperar la comida… y esperamos… y seguimos esperando… y al cabo de una hora más o menos, ya de noche (por aquel meridiano anochece muuuuy pronto) llegó nuestra comilona ¡To pa dentro!

Bueno, bueno. Salimos y callejeamos un poco, nos hicimos amigos de unos niños y volvimos a visitar el ghat del día anterior, para volver a ver aquella ceremonia tan chula. Después fuimos saltando de tienda en tienda y entre medias nos encontramos con una fiesta muy loca en plena calle… unas treinta personas bailaban y cantaban al ritmo de unas darbukas. Nosotros no pudimos evitar la llamada de la tontería y comenzamos a seguir al ritmo, que se dirigían al Ganges y allí soltar una estatuilla de algún Dios. Estuvo guay mientras duró, aunque fue aquí donde me tocó el agua del río en la cara y… en cuanto llegué a la “Guest House” me duché y me frote como nunca antes lo había hecho.

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Pues nada, finiquitábamos otro día, siempre espiraban volando. Ahora nos tocaba dormir y prepararnos para afrontar nuestro tercer y último día en Varanasi, que podría ser intenso, como casi todos.
Volvimos a desayunar en la azotea, se comía bien y era barato, aunque tardaban mucho en servir, pero como en todos los sitios de la India, pero bueno, era divertido ver como el Moños se ponía nervioso y explotaba su paciencia.

Acordamos con los dueños de la Guest House que nos conseguirían un conductor de tuk-tuk para que nos llevase a los sitios que aún no habíamos podido visitar. Mientras tanto buscamos a un barquero que nos ofreciese un paseo por las orillas del Ganges por un buen precio. Lo conseguimos por 600 rupias entre todos, que es muy barato, pero yo creo que los mamones nos llevaron por el camino corto. De todas formas estuvo bien, vimos como los indios realizaban su lavado matutino, y nos saludaban, y nos sacaban el dedo corazón….

Después del corto paseo en barquita volvimos al hostal y allí nos encontraríamos con nuestro nuevo conductor. No recuerdo su nombre, pero si recuerdo que era un tipo majo y desprendía voluptuosidad, nos hablaba a menudo, nos recomendaba y nos enseñaba. La primera parada fue en la Banaras Hindu University (BHU), la universidad de la ciudad, una de las mayores universidades residenciales de Asia, y que casi estaba celebrando su centenario (en 2016).
Pincha aquí y verás cómo viven los universitarios en estas residencias. Se mueven en bici, tienden la ropa, flirtean, ensucian su entorno, estudian y sobre todo rezan, por eso nuestra siguiente visita fue el templo de Shiva, dentro de la universidad, donde los chavales que habían dedicado su tiempo a practicar el Kama Sutra más que a lo que viene siendo estudiar, visitaban con nervios y falsas esperanzas.

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Saliendo de aquí nuestro nuevo conductor nos llevó a la orilla del Ganges para que viésemos la absurda construcción de un puente roto, aun no entiendo por qué nos llevó ahí, pues era eso, un maldito puente… roto.
Y por último (por el precio que habíamos pagado no nos iba a llevar a ningún sitio más) nos señaló un par de tiendas de variedad extrema por si queríamos comprar algo, pero todo era muy expensive, por lo tanto nos dimos nuestro último paseo a pata por la ciudad, pero no nos despedimos del chófer porque él fue quien se ocupó de llevarnos a la estación de tren después de comer.

Siempre llegábamos con un macabro adelanto a la estación, no nos interesaba demasiado perder el tren, así que nada, nos apropiamos un rincón del andén y empezamos a llamar la atención de los indios… el Moños tocando el guitalele, pamela bailando, yo jugando con algunos niños pesados y Andersen enseñando el culo a las mozas.
Cuando llegó el tren lo pasamos un poco mal porque no sabíamos bien donde estaba nuestro vagón, y el tren era larguísimo, mazo vagones… y preguntábamos a la gente, pero unos nos mandaban para un lado y otros para el contrario, pero bueno, al fin encontramos nuestro lugar y nos acomodamos. Después cenamos unas galletas de las cuales nos estábamos enganchando.

Esta etapa debió terminar aquí, pero ocurrió algo horrible y asqueroso, así que la etapa se prolongó unas horas más, aunque no para Pamela y el Moños, que se fueron pronto a sobarla y no vivieron el terror de la noche en aquel tren.
¡PLAGA! Una tenebrosa plaga de cucarachas invadió nuestro compartimento y Andersen y yo tuvimos que huir sin poder huir, o sea, dando paseos por el vagón, aunque eso no fue buena idea, porque por ello nos dimos cuenta que las cucarachas estaban por todos lados y a montones. Resultaba que Andersen tenía más pavor a estos hermosos bichitos de lo que cualquiera puede imaginar… a mí me repugnan y estoy súper intranquilo cuando sé que hay de estas cerca de mí, pero Andersen lo llevaba peor.
El desastre se prolongó varias horas, y para pasarlas solíamos dar vueltas y salir del tren cuando este paraba largo rato en algunas estaciones. La plaga no parecía molestar mucho a los nativos, que ni siquiera las sacudían cuando las veían en su cama.
Al final hicimos de tripas caparazón y nos tumbamos en la litera a lo rollito de primavera con las sábanas, mientras veíamos como unas cucarachas hacían vida por el cuerpo dormido del Moños ¡Qué asco! Bueno, el sueño nos ayudó a olvidarnos un poco, pero cada vez que me despertaba me invadía el terror.

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