Una cosa que me atreví a hacer en este viaje es una recopilación de palabras y expresiones colombianas que en otros países de habla hispana pueden resultar raras, aunque supongo que muchas serán compartidas con países vecinos como Ecuador o Venezuela. Me gustó hacerlo, además es un tema recurrente, como hablar del tiempo, puedes conversar con un nativo sobre esto durante mucho tiempo. Aquí mi lista, empezando por lo que ya sabemos, pero por si acaso:
- Carro: coche, por supuesto, y en el resto de países de la zona
- Manejar: Conducir un carro
- Chévere: Guay, fantástico, genial… Sé que lo sabías
- Chistoso: Gracioso
- Celular: El teléfono móvil
- Plata: Dinero, parné, guita, pasta…
- Papas: Patatas
- Jugo: Zumo
- Lentes: Gafas, que me estafas
Hasta aquí bastante fácil y comunes en toda Latinoamérica, pero ahora vamos a complicarlo un poco más. Algunas de estas te vendrá muy bien saberlas para no entrar en confusiones absurdas:
- Buseta: Autobús pequeño
- Flota: Autocar de calidad de largo recorrido
- Trancón: Atasco
- Hora pico: Hora punta
- Rentar: Alquilar
- Parqueadero: Parking/aparcamiento
- Tiquetes: Billetes, entradas
- Celador: Vigilante de seguridad
- Cangurera: Riñonera
- Esfero: Bolígrafo, aunque también se dice bolígrafo si eres un pijo
- Célula: Documento Nacional de Identidad (DNI)
- Man: Hombre
- Vieja: Mujer
- Parce/parcero: Colega, tío (a un amigo)
- Marica: Colega. Lo mismo que “parce”
- Gomelo: Pijo, adinerado
- Primíparo: Estudiante novato
- Bacano: Muy bueno
- Chimba: Muy bueno, también
- Gonorrea: Cabrón
- Cola: Trasero, aunque también lo conocen como culo y trasero, claro
- Brasier: Sujetador, sostén femenino (no me preguntéis por qué lo sé)
- Gaseosa: Cualquier refresco con gas, como la Cola-Coca
- Tinto: Café. Si te ofrecen un tinto no pienses en otra cosa
- Pola: Cerveza
- Guayabo: Resaca
- Tomar: Beber. En España también utilizamos este verbo para comer, pero aquí es solo beber
- Rumbear: Salir de parranda
- Perro caliente: Sí, perrito caliente
- Perra caliente: Es un alimento, al igual que el perrito caliente, así que no pienses mal cuando lo veas escrito en algún puesto callejero… no es una prostituta
- Arveja: Guisante
- Maíz pira: Palomitas de maíz
- Alcaldía: Ayuntamiento
- Pesebre: El Belén navideño, lógicamente
- Droguería: Farmacia. Esto es algo de lo que más me impactó, pues está lleno de droguerías y algunas con publicidad bastante llamativa
- Piso: El suelo
- Botar: Tirar. “Más te vale que lo botes al piso” sería “Más te vale que lo tires al suelo”
- Bueno: Lo utilizan para decir “de nada”, aunque esta también la utilizan
- Cholarse: Colarse, pasar por la cara (puede que esta solo se utilice en jerga medellinense)
- Recochar: Bromear
- Camellar: Trabajar, currar
- Estar parado: Estar de pie
- Pena: Vergüenza. Si te dicen que eres penoso no te asustes, se refieren a vergonzoso
- Antier: Antes de ayer
- Pelado: Persona con pelo largo
Ahora algunas expresiones que seguro que vas a escuchar, porque se dicen todo el tiempo y a veces dan a confusiones:
- A la orden: Lo dice un vendedor cuando pasas por su tienda, para que sepas que está a tu disposición
- ¡Qué pena con usted!: Lo utilizan muchísimo para pedir perdón
- Siga: Pase. Si te dice “siga” un comerciante te está diciendo que pases a mirar lo que ofrece
- Me elevé: Se me olvidó, se me fue la olla
- El sereno: Es el fresquito. Si le dio el sereno a la ropa tendida es que le dio el aire
- Dar papaya: Exponerse a algo. Si vas por la calle enseñando la cartera das papaya a que te la roben
- Coger: Al contrario que en el resto de Latinoamérica, en Colombia coger se utiliza de la misma manera que en España, agarrar, así que no temáis a la hora de utilizar la palabra.
- WIFI: Por supuesto es WIFI, pero se pronuncia en inglés, así que evitar decirlo como los españoles o se reirán de vosotros si es que os entienden.
- Vale huevo: No vale nada, o también dicen “Me vale huevo” cuando no les importa.
- Sisas: Para decir sí, pero solo en Antioquía y tal vez alrededores
Bueno, este es el diccionario que me dio tiempo a recopilar en un mes de viaje, así que me quedará mucho más. Si alguien me quiere ayudar a ampliar la lista o corregir cualquier error que escriba en los comentarios ¡Por Dios! Gracias.
Ahora voy con lo de siempre, el Diario. En el próximo capítulo hablaremos sobre el transporte y las carreteras colombianas ¡No te lo pierdas! ¡Agur!
V. Cafetera verde
Pues nada, madrugando de nuevo. No sé si la costumbre de hacerlo todos los días o los ronquidos de los perros de nuestros anfitriones, pero el caso es que muy tempranito ya estaba con los ojos trabajando. Esperé leyendo y cagando a mis compañeros recién adquiridos para rehacer los macutos, pues nos volvíamos a cambiar de casa, aunque antes teníamos que ir a la casa de Riki, pues allí dejé mi macuto grande y algunos bienes que pertenecían a mi hermano.
Tardamos mogollón en llegar hasta esta casa, porque el transporte y el tráfico en Bogotá… Ya lo comento en el episodio próximo, que va de eso, pero un horror, colega. Riki nos recibió con el almuerzo y con gusto nos jalamos todo el arroz que nos preparó, para estar fuertes toda la tarde. Buena charla echamos hasta que alguno dijo de salir ya, pues como comenté teníamos que cambiar de casa, ni en la de Riki ni en la de la pareja bohemia, ahora tocaba vivir muy cerquita del Centro, en un piso de bastante calidad donde nos recibiría nuestro amigo Verde, llamado así por el color de su cresta. En el piso vivían él y su hermano y eran verdaderos fans del Moños. Más tarde lo demostrarían.
Ya dejamos los macutos y todo en esta casa y junto con Riki dimos un buen pateo por Bogotá, descubriendo los mejores murales que una ciudad puede ofrecer. Recorrimos gran parte de la Carrera Séptima mezclándonos con la artesanía que nos asaltaba y disfrutando del ambiente navideño que intentaba bailarnos, sin éxito. Sin mucho esfuerzo conseguimos llegar a una biblioteca que incorporaba un museo de instrumentos musicales antiguos y fue donde nos anocheció, pero mejor, porque así pudimos asombrarnos con las luciérnagas que embadurnaban la Plaza Bolívar. Tras alguna arepa que otra por el estómago llegamos de nuevo a nuestro viejo hogar, ya sin Riki, del que me despedí para todo el viaje. Y junto con unas cervezas y un par de hamburguesas veganas (pues Verde trabajaba haciendo y repartiendo en bici este manjar entre los habitantes de la inmensa capital) pasamos el inicio de la noche, tocando la guitarra y el violín para desesperar a los gatos de la casa: Coco y Pepito.
Cuando ya veía venir la decadencia me duché y me acosté. Mi cama sería el sofá común, así que algo me decía que me levantaría el primero otra vez, y no me equivoqué, con uno de los gatos acurrucado en mis pues abrí los ojos. Le tiré al suelo y salí a disfrutar de las vistas, pues estaba en un noveno en plena Carrera Séptima, así que había que disfrutar.
Me iba a Armenia, otra vez solo, y mientras preparaba el nuevo macuto un hombre que rozaba los sesenta años y muy bien trajeado llegó a la casa para discutir algún asunto que tendría con Verde, y tanto subió de temperatura la discusión que nuestro anfitrión acabó tirando a este hombre por la terraza, y oí su grito las nueve plantas hasta que un golpe sordo lo calló. Verde me hizo un gesto de “no cuentes nada, por favor” y yo le hice caso, no se lo contaré a nadie nunca jamás.
Me despedí de Verde, Pamela y el Moños y emprendí mi nueva aventura, esta vez a uno de los territorios más marrones del planeta, el Eje Cafetero, donde pasaría los siguientes tres días. El autocar (o flota, como allí lo llaman) era bien moderno, pues tenía baño incorporado, pantalla personal con música y películas, WIFI, enchufe para cargar el móvil… Aunque seguramente es la compañía más cara, llamada “Bolivariano”, y creo que me costó algo más de 40.000 pesos, pero todo el mundo me decía que merecía la pena porque en otras compañías iba a acabar deseando morir.
El trayecto duró siete horas, así son los viajes en bus y hay que concienciarse, las carreteras no son como las europeas y además el terreno andino complica las cosas. Hicimos un descansito de 20 minutos donde sin apenas darme cuenta (estaba medio sobado) me sentaron a comer una sopa que creo que no había pedido, pues solo recuerdo haber dicho la palabra –vegetariano– y nada, sobre las seis o siete llegué a la pequeña ciudad de Armenia y con una dirección de un hostel que había apuntado al azar. Pillé un taxi, pues unos hombretones que custodiaban la terminal me dijeron que era la mejor opción si quería llegar allí, y como estaba cansado del maldito autocar acepté la propuesta.
El albergue estaba bien, tenía un restaurante y una cafetería, un patio con hamacas, cocina, sala de juegos… Pero estaba vacío, pues debe ser que en aquellas fechas no había mucho visitante, aunque también me di cuenta que Armenia no es de lo más visitado en aquella ruta del café, pero puedo asegurar que la gente que allí habita es digna de ser conocida.
Creo que era miércoles, pero la Navidad ya estaba presente en toda Colombia y muchas familias ya disfrutaban de días libres, así que descubrí la Carrera Catorce con un tránsito aceptable para el día de la semana. Caminé desde el Parque los Fundadores (donde estaba mi alojamiento) hasta la Plaza de Bolívar (no te sigas sorprendiendo, hay una plaza con este nombre en todas las ciudades colombianas), pasando por el Parque Sucre y cenando ya de paso.
Volví cansado y después de leer e investigar un poco más el host, me sobé como Dios manda, dando las buenas noches y bendiciendo al único compañero de habitación que tenía (y eso que eran cinco literas), un griego.
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