Hay tres regiones en el mundo consideradas como “terra nullius”, o lo que es lo mismo, “tierra de nadie”. Uno de estos lugares está en la Antártida, y es la Tierra de Marie Byrd. Otro es Bir Tawil, un trozo de 2.000 km2 en medio del desierto, entre Egipto y Sudán. Y el último se encuentra en los Balcanes, entre Serbia y Croacia, y tiene el nombre de Gornja Siga.
¿Y esto por qué ocurre? Tanto el de Bir Tawil como el de los Balcanes han nacido gracias al desacuerdo político entre naciones. En el caso de Gornja Siga, son Croacia y Serbia quienes tienen una disputa fronteriza que hace que este pequeño territorio de 7 km2 (similar a Gibraltar) se quede fuera de las reclamaciones de ambos. Concretando, es el río Danubio el que delinea la frontera entre los dos países, el problema es que el curso del río ha cambiado con los años por las obras hidráulicas y, según Croacia, la frontera verdadera es la que dibujaba el río en el siglo XIX, pero Serbia señala que no, que la frontera la marca el curso del río actual. Esto nos deja varias zonas al este del río que son reclamadas por los dos y, por el contrario, al oeste del río se encuentra Gornja Siga y otros cinco meandros diminutos, que ninguno de los Estados implicados quiere.
De esto se aprovechó el señor Vít Jedlička, un activista checo que llegó a la terra nullius en 2015 junto a algunos simpatizantes para plantar y abonar una bandera, proclamando la República Libre de Liberland, convirtiéndose el checo en el primer y, hasta el momento, único presidente del nuevo micro-estado. También se nombraron a los ministros y se redactó una constitución y, como era de esperar, se envió una carta formal a cada Estado planetario pidiendo el reconocimiento internacional.
Curioso fue que, siendo un terreno que ningún país reconoce como suyo, Croacia puso mala cara e intervino deteniendo a Vít Jedlička hasta en dos ocasiones y cercando la zona. Otras personas, incluyendo periodistas internacionales, han sido detenidas intentando entrar en Liberland, lo cual ha generado algunas protestas en varias partes del mundo. Esto, por supuesto, le ha venido muy bien al “gobierno” del micro-estado, pues ha generado una publicidad fantástica: a día de hoy son más de 500.000 las personas que han solicitado la ciudadanía de Liberland, y varios empresarios han patrocinado al mini país con money o incluso barcos, para poder llegar desde el Danubio sin pisar tierra croata. Y aunque ningún Estado perteneciente a las Naciones Unidas ha reconocido a Liberland, sí que lo ha hecho Somalilandia, un país del Cuerno de África no reconocido por ningún otro estado, pero algo es algo.
Y para darle más curiosidad a la curiosidad, decir que su primera embajada está plantada en San Cristóbal de la Laguna, en la isla de Tenerife, donde Liberland fue apoyado por muchísimas personas de dentro y fuera de la isla.
¡Ah! Pero ya sabéis lo que dice el dicho: “culo veo, culo quiero”, así que a Liberland le surgió un vecino, pues como he dicho al principio había más meandros por el lado oeste del Danubio que no eran reclamados ni por Serbia ni por Croacia. A unos 20 km hacia el sur del autoproclamado micro-estado se encuentra la República Libre de Verdis, mucho más pequeño que el anterior. Fue un joven australiano de 14 años llamado Daniel Jackson quien proclamó independiente al territorio a finales de marzo del 2019 y creó un gobierno presidido por él y formado por un vicepresidente y por seis ministros.
Aunque tanto Verdis como Liberland reciben constantemente solicitudes de ciudadanía, nadie habita en estos territorios permanentemente, lo cual es un problema para ellos, pues que exista población permanente es uno de los requisitos para que el resto del mundo los reconozca como países independientes. Aquí os dejo sus respectivas banderas y los enlaces a las páginas web de cada micro-estado, para que paséis el rato:


Ahora vamos con el diario… Últimos cuatro días en los Balcanes, donde teníamos muchos planes, pero algo malo ocurrió. Algo terrible, horroroso y devastador. Lo peor que podría ocurrir.
E. Un final para recolvidar (Días 16, 17, 18 y 19)
Pronto comenzó el día. Debíamos coger un bus que nos llevase de nuevo a Dubrovnik, Croacia, Unión Europea, Europa, la Tierra, Sistema Solar, Vía Láctea, Universo… Regresábamos. Y todo iba la mar de bien hasta que… Vaya, vaya, el billete que teníamos era erróneo, pues cuando lo compré no debí prestar mucha atención a la hora de elegir el mes adecuado, así que liada de la buena. Por suerte (y mucha suerte) había hueco para el siguiente bus, así que saldríamos tres horas más tarde de lo que teníamos planeado ¡Todos los planes de esa tarde se iban al garete!
Ya hemos hablado en post anteriores de otras epopeyas autobuseras, pues amigos, la de hoy tampoco se quedaba atrás. El viaje, supuestamente, era de dos horas y media, pero tardamos CINCO, por culpa de la aduana maldita. Total, que llegamos cuando el sol se estaba marchando bajo el mar Adriático. Luego vino un taxista timador que, aparte de la carrera, quería vendernos hasta sus hijos, pero poco caso le hicimos, que lo único que queríamos era llegar al alojamiento. Menos mal que nuestra nueva casera tenía una sonrisa pegada en la cara y un corazón del tamaño de una montaña balcánica. Nos invitó a un refrigerio y nos dejó volar.
Una vez instalados salimos a dar un paseo por la ciudad de Juego de Tronos, a ver qué nos podía sorprender esta vez. Y la verdad es que es una ciudad aluciflipante, pero… ¡Maldito turismo! Lo sé, me doy por aludido, nosotros dos también formamos parte de lo que pudre este lugar tan hermoso. Nos tomamos algo y acto seguido cenamos en pleno centro. Y tras un pequeño paseo más subimos las infinitas escaleras que nos transportaban a nuestro alojamiento en el cielo, pues si queríamos buenas vistas tendríamos que dormir bien arriba. Lo bueno es que dormiríamos bien, y guay, porque lo necesitábamos, pues al día siguiente tocaba levantarse a las seis de la mañana para irnos de excursión a Mostar ¡Qué ganas!
¡JA JA JA JA! Ahora como los ingleses: ¡HA HA HA HA! ¿Qué queríamos dormir bien? ¡Me río! Desde las tres de la mañana Kiran estuvo más tiempo abrazada al váter que en la cama ¿Qué mierdas había comido? Así no podríamos visitar Mostar ¿Algo bueno? Pues que ya no teníamos que pasar más horas aburridas en aduanas ¿Lo malo? Todo lo demás, pues ya sabéis que ocurre cuando la gastroenteritis llama a tu ombligo, que al menos estás 24 horas sin poder alejarte del servicio.
Por si las moscas visitamos a la doctora, que mandó suero y algún otro medicamento a Kiran y luego… se acabó el día para ella. David sólo salió para comprar yogurt, agua y comida para él, y luego por la tarde dio un paseo por el casco antiguo mientras imaginaba que era un guerrero mata dragones.
¿Mejoraría todo al día siguiente? ¡Ilusos! Ahora me tocaba a mí pagar. El virus se había propagado por el habitáculo y había entrado en mis orificios corporales, haciéndome enfermar de igual manera que mi compañera el día anterior. Ella, por suerte, se encontraba algo mejor.
No quedó otra que pedir asistencia a la casera, que nos había ofrecido su bendita ayuda. Nos hizo un arroz y nos dio unos bochornosos ánimos que no sabíamos ni como aceptarlos. Ese día poco más ocurrió, salvo náuseas y sonidos estomacales. Pasamos la tarde dando vueltas en el colchón, quejándonos de la vida. Todo parecía indicar que Dubrovnik no nos mostraría nunca sus encantos. Lo único bueno ocurrió cuando llegó la noche, que nos subimos a la azotea del edificio a comernos un yogurt, pues nos encontrábamos algo mejor, y para nuestra sorpresa comenzaron a volar unos burlones fuegos artificiales sobre la ciudad amurallada que nos hizo sonreír. Algo es algo ¿No?
Al día siguiente (último día) yo había recuperado la vitalidad, pero Kiran seguía reguleras. Recogimos maletas y las dejamos aparcadas en el alojamiento para recogerlas más tarde, porque nuestra intención en ese momento fue dirigirnos hacia el funicular para subir los muchos metros que permitirían que nuestros ojos descubriesen un Dubrovnik chiquito y fabuloso, pero no, el precio superaba lo que cualquier ser humano podría soportar: ¡¡¡30 eurazos por subir la cuesta en una máquina!!! Preferimos gastarnos las kunas en un desayuno rodeado de murallas.
Además del desayuno recorrimos la zona para comprar alguna cosa y para conocer lo que aún no habíamos conocido. Le dijimos “bye bye” al mar y buscamos un taxi coherente que nos levantase de nuevo hacia el alojamiento. Este mismo taxi supo negociar, pues nos engatusó para llevarnos al aeropuerto por unas pocas monedas más de lo que nos costaría el bus. Y lo que pasó en el aeropuerto… Eso ya está fuera del viaje, así que mejor te quedas con las ganas de saberlo.
¡Fin de la historia y de la mala oratoria!
Ya estamos con dejarnos a medias jajaja ya estoy deseando con saber que sucedió, vaya p..tada lo de la gastroenteritis y vaya tela con los taxistas de la zona. Me has dejado tiesa con las republicas independientes en tierra de nadie, no sabía nada de esa historia, siempre me sorprendes con un montón de lugares e historias curiosas 🙂 Un abrazo David
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