Posiblemente no habías oído hablar jamás de esta ciudad, y si la conocías es porque en algún momento has hecho o has intentado hacer un recorrido turístico por los fiordos noruegos. Pero a pesar de su ninguneo geográfico, Stavanger es la cuarta ciudad de Noruega en población, con 144.000 habitantes en 2021, similar a la ciudad española de Salamanca o Rijeka en Croacia.
Esta urbe es famosa dentro del país por su industria petrolera, y fuera de él por ser la base de operaciones para realizar una visita a uno de los miradores más famosos del mundo, el Preikestolen (el Púlpito), un balcón con vistas al Lysefjord (fiordo de Lyse). Aunque resulta algo injusto no prestar más atención a la propia ciudad, pues, aunque es muy pequeña y en uno o dos días la tendrás más que visitada, digamos que es cultural e históricamente interesante, sin dejar de lado sus paisajes naturales, claro.
Se ubica al suroeste del país, rodeado de fiordos laberínticos, muy cerquita del océano. Oslo, la capital, se encuentra a poco más de 300 km hacia el noreste, y Bergen a tan solo 160 km dirección norte, pero la locura geográfica de la zona no permite recorrer esa distancia por carretera en menos de 8 horas y 4 horas y media, respectivamente, por lo tanto, la mejor opción para llegar a Stavanger es el avión.
En cuanto al clima, digamos que las temperaturas don bastante suaves. Para sorpresa de todos aquellos que pensaban que Noruega es hielo durante todo el año, resulta que en Stavanger, la temperatura media anual es de 7.4ºC, y rara vez baja de los -4ºC en invierno. Además, en verano, las temperaturas suelen ser superiores a las del resto de regiones del país. Eso sí, su cercanía al océano le ofrece este clima, pero también sufre el azote de numerosas tormentas del Mar del Norte desde el otoño hasta finales de enero.
A continuación, haremos un recorrido por la ciudad para conocer los principales atractivos turístico:
- Vågen (El puerto): Todos los caminos te llevarán a esta ubicación, y seguramente pases por aquí repetidas veces, donde es imprescindible detenerse y realizar una o varias panorámicas fotográficas y mentales. Teniendo en cuenta que el puerto hace una “U” profunda y muy pronunciada, en la parte este tenemos las Wharf Warehouses (1), o antiguos almacenes del muelle en español, convertidos ahora en preciosos restaurantes que, a pesar de sus precios, deben llenar sus terrazas en verano. Más adelante encontraremos la vieja Casa de Aduana (6), de 1905, un imponente caserón de color azafrán claro. En la parte oeste del puerto nos encontramos con varios museos, como el Museo Marítimo de Stavanger (8a) o la Casa del Vikingo, además del viejo buque noruego MS Sandnes, anclado en el muelle. En este lado también está la oficina de información turística y varias tiendecitas de suvenires.
- Ciudad Vieja de Stavanger (3): A muy pocos pasos del lado occidental del puerto Vågen se encuentra el old town de la ciudad, minúsculo y residencial, pero muy fotografiable. Sus casitas de madera pintadas de blanco que datan del siglo XIX, más las callejuelas empedradas, forman un conjunto bellísimo donde se hace muy agradable el camino. El casco viejo acoge también el museo IDDIS, Museo Noruego de la Imprenta (8b), que está dentro de una antigua fábrica de la década de 1920. Y si seguimos hacia el norte nos daremos de bruces con el Stavanger Konserthus, una moderna sala de conciertos donde se materializan eventos musicales de todos los estilos.
- Breiavatnet (pequeño lago): En la ciudad y en los alrededores existen numerosos lagos debido a la poca altura del lugar y a los fiordos, pero el Breiavatnet es otro punto con el que te toparás sí o sí, pues está en pleno centro y es ahí, en su lado suroeste, donde se encuentra la estación de tren y las cabeceras de muchas de las líneas de autobús. El lago, a pesar de su reducido tamaño, cobija a gran cantidad de aves de muchas especies, como cisnes, gorriones, palomas, cuervos, gaviotas, patos, etcétera. Sin embargo, no hay mucho pez en su interior, pues la profundidad es poco destacable. El lago está rodeado por un agradable parque donde los jubilados y los niños dan de comer a las aves, y está decorado por diferentes estatuas conmemorativas que suelen ser animales autóctonos. En su parte norte, encaminándose hacia el puerto Vågen, está la catedral de San Swithun de Stavanger (5), que no es moco de pavo, pues aunque te parezca poca cosa, se trata de la catedral más antigua de toda Noruega, del siglo XII.
- Centro de Stavanger: El Centro, pequeño también, como todo aquí, se encuentra en una península entre el puerto Vågen y el Østre havn, que es el puerto moderno de la parte oriental, mucho más grande que el primero. Aquí encontrarás los principales hospedajes, restaurantes, bares, supermercados, tiendas de todo tipo, grafitis y, en el corazón del Centro se encuentra la plaza Arneageren, que da entrada al centro cultural Sølvberget (2), que además tiene cine y biblioteca. Podrás subir a la azotea de la biblioteca y ver la plaza y las callejuelas a vista de gaviota. Callejeando te toparás seguro con la calle Holmegate o Fargegata (7), preciosa pasarela urbana con casas de madera de diferentes colores, muchas de ellas son cafeterías con terraza. Otro punto obligado en el Centro es subir a la colina donde se encuentra la torre Valberg (4), con su capirote que se ve por toda la ciudad. Desde aquí hay buenas vistas al puerto Vågen, y se trata de una antigua torre de vigilancia que hoy, además de un mirador, es el museo de la Guardia.
- Museos en la ciudad: Hay gran cantidad de museos para ser una ciudad tan pequeña, y estos son de muchos tipos. Ya hemos mencionado la Casa Vikinga, el museo Marítimo, el de la Imprenta y el de la Guardia. Otros museos en los que puedes pasar el rato son: el museo del Petróleo (8c), que se encuentra en el Østre havn, el museo de Stavanger (8d) y el museo Arqueológico (8e), ambos al sur de la ciudad, en la calle Peder Klows. El museo de arte Kunsthall Stavanger, en Madlaveien 33, y destacar también el Palacio Ledaal (8f), que, además de un museo, es la residencia del Rey de Noruega en la ciudad, y se encuentra en el parque con el mismo nombre. En mi visita no pude entrar a ningún museo por falta de tiempo, así que no podré dejarte referencias de ninguno.
- Sverd i fjell (9a): La ciudad está plagada de esculturas, pero la más famosa de Stavanger se encuentra a las afueras, a unos seis kilómetros del Centro, junto al fiordo Hafr, o Hafrsfjord. Se trata de tres espadas de 10 metros de altura incrustadas en la roca (ni el Rey Arturo las podría sacar). Es un monumento inaugurado en 1983 por el rey Olav V de Noruega, y conmemora la importante batalla que tuvo lugar en aquel fiordo en el año 872, cuando el rey Harald Fairhair venció a otros dos reyes (en total 3 espadas) y unificó por primera vez a toda Noruega bajo una misma corona. El lugar es increíble para alucinar con la puesta de sol. Cerca de allí está el campus universitario, donde se encuentra el jardín botánico en la ladera de una colina abierta a todo el mundo. En la parte alta de la colina está la torre de comunicación Ullandhaugtårnet, con vistas espectaculares de la ciudad, de los fiordos y de las montañas nevadas. Si tienes tiempo, date un paseo por aquí.
- Islas interesantes: Yo solo visité Vassøy (9b), de la cual puedo decir que merece la pena. La isla no es muy grande y la puedes recorrer entera en menos de una hora. Tiene un supermercado y lo demás son chalets lujosos de campo, pero el principal atractivo se encuentra en su parte sur, donde te adentrarás en un pinar frondoso en una colina que, atravesándolo, llegarás a un precioso puente colgante que da a un islote salvaje. Otra isla cercana es Lindøy. Esta no tiene viviendas, es un pinar con un puerto deportivo que, en verano, se presta a conocer por las zonas de baño que ofrece, porque sí, porque Noruega tiene playas. A ambas islas se puede llegar en ferry cuyo boleto entra dentro del abono transporte de la ciudad (descarga en el móvil la app “Kolumbus Billet” y compra el billete o abono que consideres según el número de días de tu visita). El ferry sale del puerto Østre havn, y son catamaranes de la empresa Kolumbus.
Y hasta aquí la lista. En la entrada siguiente hablaré del fiordo de Lyse y del Preikestolen (9c). Mientras tanto os dejo con la primera parte de mi viaje a Stavanger.
Parte 1: Encuentro y reencuentro
Hay tierras que pisas habiéndolo planeado con dilatada antelación, y otros que, sin embargo, acabas allí porque el aleteo de una mariposa al otro lado del mundo avivó un fuego que destruyó una casa donde vivía la familia Yadav, que viéndose arruinada y con la soga al cuello tuvieron que abandonar a su recién nacida, acogida más tarde por el orfanato de Cuttack. Meses después tuvo éxito su adopción y un matrimonio español la acunó en Madrid bajo un techo calentito e infestado de gotelé. Pasaron los años y la niña se convirtió en mujer, estudió y trabajó, viajó y conoció el extraño sentimiento del amor. En su mundo académico salió la oportunidad de formarse lejos, donde el petróleo y la tempestad, y así acabó en Stavanger.
Yo, cómplice y testigo de aquel aleteo, decidí subirme a un avión de KLM para visitar a la india en el norte, dos meses después de su partida. Sería rápido y conciso, pero sería, que es lo importante. Mejor ser que no ser.
El 23 de febrero, a eso de las once de la mañana, llegaba al aeropuerto de la cuarta ciudad de Noruega, ebrio por los sándwiches de mantequilla que esa compañía aérea me propinó. Tal vez por eso se me hizo bola el trayecto en bus hacia la fría ciudad, pero por arte de magia nórdica, fue pisar los adoquines del puerto y las nubes comenzaron a dispersarse, dando paso a un gélido sol que nadie había visto asomarse en meses. Y os lo creáis o no, ese sol llegó para quedarse el mismo tiempo que yo, como si de un compañero de viaje se tratase.
Un abrazo largo me reunió con Kiran en su terreno, en el campus, en la polis del saber, y allí comimos, porque no hay lugar más barato que este para llevar a cabo el obligado ejercicio de la nutrición. Conocí su cariñoso entorno, sus compañías y compinches de borracheras, todos procedentes del Estado vacacional de los noruegos. Conocí sus cuatro paredes, la cama y la aspiradora de su residencia. Ese día lo gastamos en recorrer las empedradas callejuelas del minúsculo centro histórico y en recorrernos a nosotros mismos, dándole a la noche un sabor a ñoquis con tomate y queso.
El segundo día siguió igual de frío y soleado, lo primero era fácil de predecir, lo segundo abría bocas de asombro de aquellos que llevaban allí entre uno y dos meses, aún empapados de la última llovizna. Y qué mejor mañana para introducirme en un catamarán calentito que me llevase a las profundidades del fiordo de Lyse (Lysefjord), aunque de poco serviría la calefacción de la embarcación, porque los paisajes del lugar obligaban a salir a cubierta con la cámara de fotos a marchas forzadas. Tres horitas de viaje y un deseo más que tachar de la lista de sueños imposibles. Otro banquete en la universidad y una tarde tranquila plagada de descansos mimosos que desembocarían en una noche latina, con pisotones de malos bailarines, acordes de Andy y Lucas y muy poco alcohol, que superar los impuestos de estos productos solo pueden permitírselo los propios noruegos, y es a ellos a los que te encuentras por las noches vomitando en cada rincón de Stavanger. Así ocurrió, discoteca hasta las tantas, visita al King de las hamburguesas y vuelta a casa con los cisnes asesinos pisándonos los talones.
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Hiciste bien que el aleteo de la mariposa te llevara hasta lugares donde no sale el sol y mira por donde salió. Bonito lugar nos has descubierto, eso sí poco se ve a la gente paseando por la calle. Muy buena guía me ha gustado la salamanca noruega. Un abrazo David
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